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Buenos vecinos: historias de solidaridad

Compras comunitarias, donaciones y gestos dignos de destacar y, por qué no, imitar. Platenses que dan el ejemplo

Buenos vecinos: historias de solidaridad

Ana Telleri con la olla que contiene el almuerzo para López, su vecino

María Laura López Silva

María Laura López Silva
llopezsilva@eldia.com

28 de Junio de 2020 | 08:25
Edición impresa

Si los vínculos familiares y con amigos se vieron afectados durante esta cuarentena con la imposibilidad de ver y abrazar a los afectos, lo bueno es que otras relaciones se afianzaron y rindieron, en muchos casos, sus frutos.

El contacto con los vecinos es fundamental por estos días porque nunca falta el día que alguien se queda sin algún ingrediente, necesita una mano para limpiar los espacios comunes del edificio o la mínima contención de que pregunten cómo está el de al lado.

Esa característica de comunidad fue la que motivó a estos vecinos que presentamos a continuación a resolver problemáticas comunes, buscar el beneficio común y ayudar a los que menos tienen.

Sergio Sena (51) y Nicolás Peña (43) son vecinos de Hernández. Desde hace años comparten un grupo de WhatsApp con otros frentistas, que en principio era para cuestiones de seguridad de la zona. Sin embargo, cuando comenzó la cuarentena y los precios de las nfrutas y verduras comenzaron su escalada, el chat se sirvió para coordinar la idea de ir al Mercado Regional para abastecerse y abaratar costos.

“Primero empezamos comprando los bolsones que tan de moda están ahora, pero algunos no quedamos conformes con los productos que traían y se nos ocurrió ir nosotros directamente a hacer las compras”, explica Sergio, quien fue fundamental en esta iniciativa porque pone su camioneta para poder cargar la mercadería. Otra vecina presta la balanza y entre todos se ahorran un montón de plata.

“Como no todos los vecinos del grupo original estaban interesados, armamos otro que se llama `Vamos al mercado´, donde cada familia anotaba su pedido. Para la segunda vez que fuimos ya habíamos armado un formulario de Google”, cuenta Nicolás, que es el encargado de la parte de “logística”. Junto a su familia dividían la mercadería que cada vecino pasaba a buscar. Todo se hace, obviamente, cumpliendo los protocolos de higiene.

“No estoy yendo a trabajar y me pagan el sueldo igual. Algo tenía que hacer”

 

Si bien los encargados de hacer la compra comunitaria llegan de madrugada al Mercado y están todo un día dedicados a la tarea de verduleros, con esta movida son 8 las familias del barrio que se vieron beneficiadas. “La diferencia de precios es abismal. En algunos productos reducíamos el costo al ciento por ciento, y además tenés la posibilidad de ver lo que comprás”, dice Sergio que ya es todo un experto en el tema. “Al principio estábamos desorientados y empezamos a investigar. Resulta que hay como cuatro tipos de papas, dos clase de zanahoria y las áreas de venta se dividen por tipo de producto. Era un mundo nuevo”, describe Sena.

“Una vez que llegamos descargamos los cajones y con mi señora nos ponemos a pesar la mercadería para armar los pedidos de cada vecino. Luego les avisamos que ya está todo listo y van viniendo a retirarlos con sus bolsas de los mandados. A veces sobran productos y los repartimos entre todos”, explica Peña y agregó que el éxito de la iniciativa es tal que algunos han sumado a familiares. “Para nosotrtos, en este momento que no estamos trabajando como antes, es un entretenimiento también”.

SI LA VIDA TE DA LIMONES...

Ana Telleri (71) vive en Villa Progreso. Y desde que empezó la cuarentena no logra cocinar en poca cantidad porque termina haciendo la comida para su casa y también para dos de sus vecinos.

“Siempre preparo algo al mediodía y hago un poco de más para llevarle a López, que es un vecino muy mayor que vive con su sobrino acá al lado. Si bien vienen también sus hijos, yo cada vez que puedo le llevo alguna comida con calorías, que viene bien para el invierno. Por ejemplo el otro día hice un estofado con alitas de pollo, papas y verduras y le llevé la olla entera, bien calentito”, cuenta Ana y dan ganas de ser su vecina.

La relación que se da entre vecinos a veces termina convirtiéndose en un vínculo casi, cuando no, familiar. Y como todo en la vida, esto es un ida y vuelta, porque resulta que Don López tiene un limonero: “cuando me devuelve la olla, siempre viene cargada de limones”, resalta esta jubilada.

“Siempre nos unió una buena relación entre las familias, incluso López fue quien construyó esta casa -dice y señala su propia vivienda- ya que él siempre fue albañil. Es una gran persona como lo era también su esposa y por eso nacen tener estos gestos”.

PONÉ LOS FIDEOS

Osvaldo Guanini (61) es un metalúrgico que tiene una fábrica de fundición en La Nueva Hermosura, un barrio ubicado al sur este de la La Plata, sobre la Ruta Provincial N° 11. En una compraventa encontró una máquina extrusora, la reacondicionó y se puso a fabricar tallarines con y para todo el barrio. Su proyecto se llama Pastas participativas. “Saca 150 kilos horas, la dejé para uso de los vecinos, para que los viernes hicieran fideos y se los lleven a la casa. Todos tienen que venir a colaborar con el trabajo y se llevaban lo producido. Se rotaban para que cada semana trabajara distinta gente. Eso se cortó por el tema de la pandemia, así que ahora los vecinos compran la harina y con mi familia hacemos los fideos”, explica Osvaldo.

De la tallrineada ya han participado unos 70 vecinos que además de poner los ingredientes- un kilo de harina y cinco huevos rinden para seis personas- en la máquina se encargan de pesar y embolsar la pasta.

“La situación del país está difícil y creo que si todo el mundo ayuda se puede salir adelante”, opina Guanini que también colaboró con varias ollas populares y ahora está armando ollas de fundición porque quiere hacer mermeladas. “Estamos fabricando más máquinas para ampliar la movida solidaria. Si hay algún otro taller que sepa de estas máquinas que se pueda sumar, bienvenido sea. Convocamos a quien quiera traer ideas para bajar los costos para la gente”.

Por suerte, Pastas Participativas ya recibe el apoyo de varias empresas que colaboran con materia prima y distintos elementos que se necesitan para llevar adelante el proyecto.

HISTORIAS ANÓNIMAS

Cuando se empezó a armar esta nota llovieron los datos de vecinos que habían hecho distintas donaciones a parroquias, comedores y centros de día que asisten a cientos de personas.

Algunos contaron sus historias pero en el momento en que supieron que iban a salir en el diario, prefirieron que no se publicaran sus testimonios. Todos ellos tuvieron la misma y triste razón: las instituciones no quieren que se sepa que reciben ayuda porque crece mucho la demanda y no pueden hacerle frente.

Más allá de eso, lo cierto es que los vecinos que organizaron grupos para juntar alimentos, ropa de abrigo y productos de higiene sintieron que no podían quedarse de brazos cruzados, pasando la cuarentena en el sillón de sus casas.

“Tengo un trabajo estable, no estoy yendo a la oficina y me pagan el sueldo. `Algo tengo que hacer´, me dije. Mi mama y mi tía siempre hicieron cosas así de ayudar en comedores y fue por ellas que me llegó el comentario de que en la Parroquia necesitaban alimentos porque asisten a unas 300 familias”, fue unó de los testimonios.

Y las ganas de dar una mano fueron tan grandes que hasta en algunos casos llegó ayuda desde otros puntos del país: “Un amigo que vive en el sur terminó depositándome dinero para que comprara lo que hiciera falta en la colecta”,

Aunque algunos crean que “todo siempre va a parecer poco, porque con lo que juntamos la gente puede comer dos o tres días”, lo que vale es la intención.

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Osvaldo Guanini muestra la producción de tallarines

La máquina que usan para producir las pastas comunitarias

Ana Telleri con la olla que contiene el almuerzo para López, su vecino

La esposa de Nicolás peña arma los pedidos de verduras que encargaron sus vecinos

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