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Toda la semana |HACE 110 AÑOS ESCANDALIZÓ A ESPAÑA

Falda-pantalón: una muestra de la revolución femenina

La aparición de la novedosa prenda para la mujer en los principios del siglo XX, causó un gran revuelo e incidente en las calles de Madrid

Falda-pantalón: una muestra de la revolución femenina

Las primeras mujeres que aparecieron allá por 1911 con falda-pantalón

21 de Febrero de 2021 | 09:58
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Por años y años, la vida cotidiana social de las mujeres siempre fue bastante cuestionada. Un dato difícil de refutar por los hombres. La igualdad de género no se planteó demasiado hasta después de la mitad del Siglo XX, por lo que el sexo femenino carecía de derechos, sin dudas, antes de ese paso. Entre ellos, andar a caballo. Realizarlo era una condena para las mujeres de hace más de 100 años atrás. La sociedad les exigía preservar, en todo momento, su femineidad hasta límites extremos: no se veía bien que la mujer montase a horcajadas -había de hacerlo de lado, en un auténtico ejercicio de trapecismo-, tenía que mantener siempre la espalda recta, por supuesto no podía montar antes de los 18 años, so pena de perder el virgo con tantos meneos, y, finalmente, no debía, jamás, vestir pantalón. Montar en falda -larga, claro- a caballo era engorroso y, así, a principios de siglo llegó de Inglaterra la revolución: la falda-pantalón que, más o menos extremada, con el tiro en las rodillas o en los tobillos, facilitaba bastante la hazaña.

“Consiste en una falda corta y plegada, partida en dos partes -explicaba Carmen de Burgos en El Heraldo de Madrid en 1907- que se abrochan para formar un pantalón ancho o para quedar en la forma ordinaria de nuestros vestidos”. La medida, según se dijo, no había obtenido polémica alguna ni en Inglaterra ni en Francia, más preocupados como estaban de las andanzas de las sufragistas: Colette había escandalizado montando a horcajadas un caballo y otras feministas se atrevían, directamente, a vestir pantalón.

Pero en España la cosa fue distinta. La falda-pantalón se impuso en la calle y estalló el escándalo. Y no fue cosa de risa.

Ocurrió a principios de 1911. La espita la desató, curiosamente, la misma periodista que años atrás había alabado a la falda-pantalón en El Heraldo. ¡Y hasta en términos científicos! “Según ley de la naturaleza, las especies superiores en la escala zoológica tienden siempre al diformismo. Creo que la humanidad será tanto más perfecta cuando las mujeres sean más mujeres, y los hombres más hombres. Hasta en el traje”, escribió. En las siguientes semanas, las piedras volaron por las calles de España, los intelectuales hablaron y discutieron de la conveniencia o no de la nueva prenda y muchas mujeres sufrieron las consecuencias de querer ser más libres, aunque esa libertad fuera, sencillamente, asunto de modas.

En Madrid, los disturbios causados contra las muchachas que llevaban falda-pantalón provocó fascinación y preocupación a partes iguales. “Están diciendo muy poco en favor de la cultura del pueblo de Madrid”, decía el periódico local, El Noroeste, el 25 de febrero de ese año. La noche anterior se habían producido encontronazos entre las faldopantaloneras y grupos de gente que las insultaron e, incluso, apedrearon. Aquellos días, la Puerta del Sol se llenó de grupos de partidarios de la moral pública que esperaban a ver pasar a las mujeres con falda pantalón para insultarlas; la situación motivaría que, durante semanas, las autoridades madrileñas decidieran poner guardias de refuerzo para preservar la seguridad de las muchachas.

“A pesar de lo ocurrido en diferentes puntos,” dicen, a finales de febrero, “algunas valientes mujeres persisten en salir a la calle con los flamantes pantalones bombachos.” Y es que los disturbios, más que amedrentar a las mujeres, hicieron que las modistas madrileños recibieran, aquellos días, más encargos que nunca. El día 24, la situación había llegado a tal punto que se llegaba a insultar, también, a quienes llevasen faldas entravée, de tipo tubo y con poco que ver con los pantalones. “Cerca de las 10 de la noche, un numerosísimo grupo, silbando y gritando, rodeó en las Cuatro Calles a dos señoras que vestían falda pantalón”, decía El Noroeste. “Varios transeúntes las defendieron contra los alborotadores, cruzándose varios estacazos”. Nunca las comisarías estuvieron tan llenas de señoritas, y nunca aquellas señoritas tuvieron tantas ganas de volver a alborotar al día siguiente. Fue cuando, alejadas del barullo de las calles, las personalidades hablaron, y no siempre bien, de la nueva moda.

El 20 de febrero, La Correspondencia de España entrevistó a sus lectoras: “Si la moda no gusta que no se adopte, pero eso de que trescientos hombres sigan a dos mujeres guapas y elegantes por el hecho de serlo y las corren entre piropos malsonantes, apóstrofes y hasta silbidos, obligándolas a requerir el auxilio de los guardias y a tener que refugiarse en una tienda, la verdad, no me parece propio del pueblo de la proverbial galantería. Ya ven ustedes lo que son las cosas”, afirmaba una anónima, “¡llevo los pantalones en casa, y no me atrevería a ponérmelos en la calle!”.

Pero no solo en España tenía mala fama aquella excéntrica pieza de ropa. El 23 de marzo de 1911 La Vanguardia recogía el primer ataque oficial contra la falda-pantalón: un teatro de San Petesburgo impedía la entrada a las señoras que lucían el polémico atuendo. Y es que muchas de las que osaron enfundarse la prenda de moda en 1911 tuvieron que aguantar silbidos e insultos.

Sería muy larga la lista de breves informaciones que aquel 1911 se publicaron al respecto de la novedosa falda-pantalón que revolucionó más las calles que la moda.

Pero ya en 1932 la tendencia cambio. En la revista gráfica Por esos Mundos, la primera periodista mujer en España, Carmen de Burgos “Colombine”, no tuvo piedad con la falda-pantalón. “Pobres de nosotras, las mujeres modernas, que hemos de correr por oficinas y almacenes. Estamos condenadas al pantalón hombruno, desprovisto de gracia y contrario a la estética”.

Fuente: La cantera de Babi

 

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