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Otro Día del Padre diferente: el cariño vence distancias y ausencias

Ante una celebración que, de nuevo, estará condicionada por la pandemia, compartimos tres historias: las de un hijo que perdió a su padre por Covid hace dos meses, un papá al que el contexto lo volvió amo de casa full-time, y una hija que vive a miles de kilómetros de su hogar natal

Otro Día del Padre diferente: el cariño vence distancias y ausencias

Georgina Verza es platense y vive en Seattle y este año estará lejos de su papá

Cecilia Famá

Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com

20 de Junio de 2021 | 05:53
Edición impresa

Hace un año vivimos un Día del Padre distinto a los habituales, confinados en casa, temiendo por la suerte de nuestros mayores ante la ominosa presencia de la peste. Fue una situación impensada, y a pesar de nuestras apresuradas esperanzas no fue la única. Doce meses después, el escenario no ha cambiado mucho, o lo ha hecho de manera dolorosa; ese abrazo largamente anhelado con papá debe seguir postergándose hasta que las vacunas alcancen a todos, o ya es imposible. En cualquier caso, la pandemia nos permite cosechar lecciones inolvidables y reflexiones hondas acerca de la paternidad y los vínculos, entre la gratitud y la nostalgia, entre las risas y las lágrimas. La vida misma.

ERA UN BUEN TIPO, MI VIEJO

Matías Guglielmino pasará hoy un Día del Padre totalmente atípico: es el primero sin su papá Alberto, quien falleció en abril pasado como consecuencia del Covid. En cuatro días, la familia perdió a Cristina, esposa de Alberto, y a él, un enorme músico de nuestra ciudad, que hipnotizaba desde el piano y también con su sonrisa, su saludo, su alegría permanente, caminando por las calles de City Bell, donde residía desde hacía muchos años.

Emiliano y sus hijos, con quienes desde marzo de 2020 convive todo el día

“Papá se contagió de coronavirus junto a Cristina, su mujer, a mi hermana Naty y mis sobrinos, que vivían todos juntos. En el transcurso de esa primera semana de contagio falleció Cristina y a los cuatro días, él. Tuve la suerte, hablando con los médicos que lo atendían, de que me permitieran ir a verlo, como algo absolutamente excepcional. Fue con todos los protocolos, firmando un consentimiento. Sentí la necesidad de hacerlo para darle un poco de ánimo, porque lo que yo sentía era que él necesitaba un poco de ánimo, no tanto por el hecho de verlo yo, sino porque me viera él. Y yo también poder transmitirle la tranquilidad de que toda la familia estaba bien, y que estábamos esperando que se recuperara. Pero bueno, más allá de todos los intentos médicos y anímicos, papá, al otro día, murió. Me quedo con la tranquilidad de haber hecho lo posible desde lo emocional para que él se recuperara, y para que pudiese quedarse con la paz de que la familia estaba bien, dentro de la situación que estábamos pasando”, recuerda Matías de aquellos días de mediados de abril.

Este, por lógica, va a ser un Día del Padre muy particular en la familia: “en los últimos años nos juntábamos siempre a celebrar, yo también en carácter de papá… La situación es bien distinta porque uno sabe lo que siente con sus hijos, y yo sabía que papá disfrutaba mucho de festejar su día; yo también lo disfrutaba un montón. En este caso es un día muy particular, que lo pasaré con los gorditos y con Flor, mi esposa. Supongo que no va a ser un día fácil de transitar. Pero bueno, será mirando para adelante y entendiendo que estas cosas son parte de lo que hoy vivimos”.

“Como artista, si le pongo la óptica de artista también, de músico, mi viejo tenía nivel internacional” sentencia Matías: “conociendo la interna familiar, te puedo decir que por ser tan, tan conservador y medido, no destapaba al 100 por ciento sus virtudes. Fue un tipo que ha sido convocado en su momento por artistas como Julio Iglesias para ser parte de su banda. Porque él era sesionista en el hotel Sheraton, y tocaba con él y con otros artistas internacionales que llegaban a Buenos Aires por aquella época, en el año 1974 o 1975. Pero bueno, el viejo, ante ciertas cosas que lo hubieran hecho catapultarse en el ámbito musical, prefería quedarse un poco más con la situación hogareña, y estar más pendiente de la familia”.

“Pasé de ser un papá que tenía otros roles afuera de casa, a ser papá full time y ‘amo de casa’”

Emiliano González Podestá,
sonidista

 

“Fue un músico excelente. Insisto: no por ser mi papá, sino que lo digo por ser yo también del ámbito musical y conocer muchísimos colegas grosos, algunos egresados de la Berklee y demás, que lo reconocen como un musicazo. Y en cada Festival de Jazz en que se presentó, con su trío o con el Quinteto de Jazz La Plata, siempre destacó. Además, tuvo el placer de ser reconocido por artistas grandes como Luis Salinas… Me acuerdo que, en un festival de Mar del Plata, Salinas estaba embelesado por haberlo escuchado al viejo al piano”, se enorgullece su hijo, y sigue: “como papá, la historia es larga, porque mis viejos se separaron cuando yo era muy chiquitín, en mi primer año de vida. A él lo tenía semanalmente, nos veíamos y por supuesto con la lógica de disfrutar los encuentros, de tenerlo, aunque fuera de manera eventual. De más grande me fui a vivir afuera, y cuando volví empezamos una relación más cotidiana y más familiar. Yo formé mi familia y por supuesto eso generó el vínculo además de papá, como abuelo. Y como abuelo, con mis nenes, fue increíble; también como suegro, para Flor. Se me fue más rápido de lo que hubiese querido. Tuve un gran papá”.

Al partir Alberto, los Guglielmino recibieron cataratas de saludos, muestras de afectos, apoyo. “Sinceramente, uno no deja de sorprenderse” admite Matías: “tanto por el lado musical, como por el de amigos, familiares y demás, era muy, muy, muy querido. Siempre alegre, no generaba discordias… Es un orgullo. Era jubilado del Banco Provincia, donde trabajó cuarenta años, y al ir a tramitar cosas ahí, encontramos gente que lo recordaba con mucha alegría. Yo, súper agradecido de que tanta gente lo apreciara y lo considerara una buena persona”.

Alberto Guglielmino falleció hace dos meses por covid. En esta foto está junto a sus hijos Matías -de chomba rosa-, Natalia y Luciano

AMO DE CASA

La pandemia obligó a dar un vuelco de 180 grados a muchos padres que por el confinamiento se vieron sometidos a un parate laboral, o debieron adaptarse al home office y -en mayúsculas enormes-, tuvieron que convertirse en maestros. Las clases virtuales, la virtualidad toda, representó un cambio de paradigma para muchos vínculos.

En el caso de Emiliano González Podestá, sonidista, su trabajó quedó en el aire, suspendido, el 20 de marzo del año pasado. Las giras por países de Latinoamérica y por el interior del país, los shows en teatros y centros culturales fueron primero reprogramados, y luego cancelados, y él pasó de estar en su casa de manera intermitente, con semanas enteras en la ruta, a habitar el hogar con incesante cotidianeidad, y abocarse en un cien por ciento a tareas domésticas que antes compartía, ya que el trabajo de su compañera se multiplicó y la obligó a estar frente a la computadora jornadas enteras.

Papá de Amelia y Oliverio, ambos en edad escolar, Emiliano asegura que “de principio de 2020 a hoy pasé de ser un papá que tenía otros roles afuera de casa, a ser papá full time y ‘amo de casa’. Si bien hijxs entienden bastante lo que está pasando, la nueva dinámica pandémica distorsiona las figuras y los roles. Recién dentro de unos años, los que saben, podrán cuantificar las secuelas que deje el Covid. Seguramente hubiéramos atravesado el último año y algo de otra manera, y con otras experiencias propias de otra normalidad, pero acá estamos, adaptándonos a todo”.

“Por momentos, el confinamiento en casa es el cielo y el infierno, todo al mismo tiempo. Es un cassette con cinta de Moebius de días, y días, y días… parafraseando mal a Luis Alberto Spinetta” resume el experto en operación de sonido: “ser papá, maestro y todo aquello al mismo tiempo, genera un choque de trenes importante. Al menos en mi experiencia. No hay un otro que aparezca para ‘ordenar’, un otro que no sean los mismos padres. Somos las mismas dos caras poniendo límites, intentando educar o mantener una continuidad pedagógica por lo que está muy lejos de acomodarse a los tiempos, a la tecnología, a les niñes de hoy. Es un ‘somos nosotros’ todo el tiempo”.

“No va a ser un día fácil de transitar. Pero bueno, será mirando para adelante”

Matías Guglielmino,
músico

 

“Siento que va a costar que la vida vuelva a la otra normalidad que teníamos. El inicio incipiente de las clases ya nos pone nuevamente en una situación que va de la alegría a la angustia. La alegría que recuperen hijxs sus espacios. Extrañarlos, llevarlos y traerlos. La angustia que da el no estar todos vacunados. Que los papás de hoy, entre los 40 y 50 años, que mandamos nuestros hijos a la escuela, pasamos a ser ‘grupo de riesgo’. Somos los que potencialmente podemos ocupar las camas de UTI. Es fuerte”, comenta el papá, vecino de Villa Castells, que hoy celebrará en casa, “guardado”, junto a sus hijos y compañera. “En cuanto al trabajo, nada volverá a ser como antes. Eso queda claro. La pregunta es cuánto aprendimos con semejante experiencia. Cuán agorafóbicos nos volvimos, o no. Hoy veo un estadio lleno de gente, un recital o un partido de fútbol viejo, y me parecen ciencia ficción”.

Emiliano González Podestá se convirtió en un padre amo de casa por la pandemia

HIJA BOREAL, PAPÁ AUSTRAL

Profesora de yoga y terapista, Georgina Verza es platense y vive en Seattle desde hace casi veinte años, tras pasar por Nueva York y por España. No es común que pase el Día del Padre en su casa natal, junto al suyo, pero sí es atípico el lapso que lleva sin verlo. A la distancia, tanto en kilómetros como en meses, lo celebrará hoy lejos del suyo, y cerca de Diego, papá de su hija Nicoletta y su hijo Arturo.

“La imposibilidad práctica de verlos es difícil; tener la barrera de los vuelos, las fronteras, los tests, la cuarentena post viaje entre él y yo. Recuerdo que, al comienzo de la pandemia, cuando me cayó esa ficha me angustié”, confiesa Geor, pero advierte que “curiosamente, quizás hablemos ahora más que antes. Mis viejos no son muy adeptos al Zoom o a prender la cámara en WhatsApp, y sobre todo con mi papá creo que hablo más directamente ahora que antes de la pandemia. Lo encuentro más en casa, por empezar. Y supongo que todos bajamos varios cambios y estamos más proclives a la charla y a comunicarnos”.

“Supongo que todos bajamos varios cambios y estamos más proclives a la charla y a comunicarnos”

Georgina Verza,
profesora de yoga y terapista

 

En el lluvioso noroeste de los Estados Unidos, los festejos se hacen, como en muchas regiones, por Zoom, entre padres y hermanos, sobre todo los cumpleaños de los nietos. Es la nueva forma de estar cerca, de compartir. “Acá en Norteamérica creo que es más común que la gente se mude lejos de sus padres por cuestiones laborales, así que se festeja distinto el Día del Padre; es más íntimo. Por lo general, los chicos en la escuela arman alguna manualidad para los papás, pero esta vez, creo que terminar este año lectivo de locos, que implicó tanto esfuerzo de todos, pasó a primer plano y no he visto que hayan hecho ni una tarjeta “, finaliza Georgina, desde otras latitudes, en donde está por empezar el verano y este fin de semana ya arrancaron las vacaciones, con el despertar de la pesadilla pandémica, pareciera, a la vuelta de la esquina.

 

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