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En los momentos de crisis es cuando más atento hay que estar a las pequeñas e imperceptibles fugas de dinero, además de controlar el desarrollo de las deudas
Si algo aprendimos en este último tiempo es que la salud es lo primero. Claro que algo que trajo aparejada la pandemia de coronavirus es una importante crisis económica en muchos países del mundo, y entonces ya no sólo importa estar bien en el plano medicinal, sino también en el económico. Tener una buena salud financiera es crucial para evitar males mayores y, si fuera necesario, poder hacer frente a algún imprevisto.
Independientemente de los ingresos, se puede conseguir tener unas finanzas saneadas. El punto de partida debe ser tener un presupuesto familiar, ya que uno de los principales errores que se cometen es no conocer la situación económica personal real.
Y es que endeudarse se ha vuelto tan fácil, tan cómodo que, para mucha gente, las cuotas de sus préstamos suponen más del 40 por ciento de sus ingresos, un umbral que los especialistas aseguran que es peligroso sobrepasar.
No significa que tener deudas esté mal. Al contrario, este recurso financiero, tan digno como cualquier otro, permite cosas tan añoradas comprar una casa o generar un negocio. El problema de la deuda es como el de las golosinas: la dosis. Mientras que un poquito de deuda puede ser sano, y hasta recomendable, un exceso de deuda puede ser letal para la salud financiera. No poder hacerles frente es algo muy serio que puede llevar a la ruina a cualquiera.
El problema de no pagar una deuda es que se empiezan a acumular los intereses y las comisiones de impago y de mora que, encima, van a generar más intereses todavía, de manera que la deuda sólo sigue creciendo y asfixiando. Por eso no es recomendable que las cuotas de todos los préstamos superen el 40 por ciento de los ingresos netos mensuales, para que, aunque se tengan problemas o imprevistos económicos, se pueda seguir pagándolas sin demasiados problemas.
Lo primero que hay que hacer para mantener las deudas controladas es conocerlas. Para eso se debe hacer una lista de todos los préstamos, incluyendo la hipoteca, la cuota del plan de pagos del auto y las tarjetas de crédito o cualquier otro pago fraccionado que se pueda tener.
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De cada préstamo se debe saber cuál es la cuota mensual, el importe de lo que queda por pagar (esto no es el dinero que se pidió en primer lugar, sino lo que queda por devolver), el interés que se está pagando y si hay alguna comisión por cancelación anticipada o alguna cláusula que impida hacerlo. Si falta algún dato, lo más fácil es llamar al banco o a quien corresponda y preguntar.
Una deuda pequeña no es mala, pero si es muy abultada puede llegar a ser letal
Una vez que se tenga la lista con toda la información de las deudas, hay que decidir qué cantidad extra mensual se puede dedicar a ir cancelándolas, además de las cuotas que se pagan todos los meses, y qué crédito se quiere cancelar primero.
Algunos comienzan amortizando la deuda que tenga un tipo de interés (menos la comisión por cancelación anticipada si la hubiera) más alto, pero a veces, para no asustarse, se recomienda empezar por la deuda más chica.
Una vez que se haya decidido qué deuda cancelar antes, hay que hablar con el banco o la entidad que haya concedido el crédito para cambiar la cuota al nuevo importe que se haya decidido para ir cancelándola más rápido. Muchas veces esto se puede hacer de forma virtual.
Ahora, luego de que se haya cancelado la primera deuda, se debe dedicar todo eso que se estaba pagando mensualmente a pagar la segunda deuda de la lista para ir amortizándola más rápido. Y así sucesivamente de forma que, cada vez que se cancele una deuda, se aumenta el ritmo al que se va a terminar con la siguiente. Esto es una forma estupenda de ahorrar porque, cuanto menos tiempo se tarde en pagar una deuda, menos intereses se van a pagar.
Si por alguna razón no se puede hacer frente a los pagos las deudas, hay que hablar con el banco cuanto antes para buscar una solución conjunta. Estas entidades financieras están preparados para este tipo de situaciones y pueden ayudar a encontrar una salida, ya sea refinanciando el crédito o con una moratoria, por ejemplo. Pero, algo debe estar claro: una cosa es refinanciar las deudas, de manera que el importe total de lo que se debe no varíe, y otra muy distinta es pedir un préstamo para pagar otro préstamo. Esto último nunca es una solución, sino que empeora las cosas.
Aunque no se tengas deudas importantes que estén complicando la economía familiar, es importante conocer cuáles son las herramientas que se pueden utilizar para tener un mejor orden en las finanzas.
Armar un presupuesto financiero personal y registrar todos los gastos: es fundamental para empezar a ordenar las finanzas que se conozcan muy bien cuáles son los ingresos mensuales y los gastos. Y para eso, un muy buen aliado es el famoso Excel. Hoy gracias a Google Drive está al alcance de cualquiera y en todos lados. Al tener el presupuesto en la “nube”, se lo puede consultar y modificar desde cualquier PC con acceso a Internet.
Hacer un registro de todos los gastos no es complicado y no debería llevar más de 5 minutos al día. Sólo hay que agarrar una libreta o abrir una App y registrar todo lo que se pagó en el día, para luego a fin de mes poder entender cómo se gasta el dinero y si se tiene que hacer algún ajuste en el presupuesto para el mes próximo.
Conocer el porcentaje de los ingresos que se destinan a los gastos fijos: una vez que se armó el presupuesto, hay que empezar a entender la información del mismo, por ejemplo cuánto dinero se tiene comprometido todos los meses para los gastos fijos, cuanto para gastos variables y cuánto se puede ahorrar mes a mes. Se consideran gastos fijos a aquellos que si o sí tienen que pagarse como por ejemplo la luz, el gas, el alquiler o las expensas. En la alimentación si bien también se tiene que gastar todos los meses, pero no siempre es fijo, con lo cuál son gastos variables.
Hacer un registro de todos los gastos no es complicado y facilita el control de nuestro dinero
La importancia de conocer los gastos fijos tiene que ver con qué se tiene que estar preparado para saber, si en algún momento los ingresos corren riesgo, disminuyen o desaparecen, cuánto dinero se necesitaría por mes para poder afrontarlos.
Fondo de emergencias: esta es una herramienta para poder afrontar posibles contingencias como pueden ser, que se rompa algo en el hogar, algún tipo de tratamiento médico que se necesite en la familia y la obra social no cubra, algún gasto atípico que surja o incluso si alguna de las personas que genera ingresos en la familia se queda sin trabajo. Tener este ahorro permite vivir con más tranquilidad. El importe constante del fondo de emergencia debería ser como mínimo 3 veces igual a los costos fijos que hay en el presupuesto, y el ideal sería que sea igual a 6 meses de la totalidad de los gastos del presupuesto.
Objetivos financieros: sin objetivos no hay plan, y sin plan no hay esfuerzo. Para poder mantener las finanzas ordenadas en el tiempo, es fundamental definir objetivos de ahorro a mediano y largo plazo. Ya que esos objetivos son los que permitirán tomar perspectiva y analizar cuándo un gasto es necesario o no. Ya que si un gasto va en contra de los objetivos o se aleja cada día más del mismo, se lo vas a cuestionar y se va a tratar de evitarlo. En cambio si no se tiene un objetivo claro, el dinero puede entrar y salir libremente porque no tiene un destino específico y por consiguiente se dificulta más la generación de ahorro y mantener el orden en las finanzas.
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