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SERGIO R. PALACIOS
Olvidemos los sexos de cada uno. Más aun, abstraigámonos de los estereotipos que supimos conseguir. Hablemos de aquel lugar que compartimos y donde debemos realizar una multiplicidad de actividades. El espacio físico que llamamos casa, lugar que habitamos y convertimos en nuestro hogar. Todos realizamos actividades dentro de él y todos tenemos ocupaciones fuera de la casa, sea con tiempo de trabajo o estudio. Imaginemos también que en ese hogar viven un grupo de hermanos o hermanas: cuatro mujeres o cuatro varones. Es indistinto.
¿Quién haría los mandados para comprar víveres? ¿Quién ordenaría y limpiaría la casa? ¿Quién se ocuparía de cocinar, poner la mesa, lavar los platos? ¿Quién haría las camas; juntaría y lavaría la ropa o la llevaría a un lavadero? ¿Quién se ocupará de manejar los residuos? ¿Quién de pagar las cuentas de los distintos servicios, ya sea en persona o digitalmente?
No ha cambiado el papel de la mujer en el hogar, siendo una trabajadora fuera del mismo
En el ejemplo tal vez cada tarea se dividiría conforme gustos o preferencias de cada uno y/o habilidades que puedan tener para una u otras actividades. Pero todos seguramente se organizarían para llevar a delante una vida más cómoda.
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Entre los muchos paradigmas que están cambiando, es extraño que no se trabaje o estimule un cambio en la idea de cómo debe funcionar un hogar. Debemos recordar que en muchas civilizaciones, las mujeres fueron cazadoras y guerreras, no “amas de casa”. Por eso debemos recordar que la idea de la mujer en el hogar y el varón en la calle trabajando (proveedor) es una construcción cultural y como tal puede (debe) cambiar.
En cualquier formulario a completar ante la pregunta “ocupación”, siempre se tuvo como la opción final de descarte si no estudia o tiene un trabajo, la de “soy ama de casa”. Y desde ya que su redacción solo se imaginaba con el femenino. Nadie prevé como respuesta en un varón: soy amo de casa.
Desde la revolución feminista en los años 60 la mujer fue ganando la calle. La búsqueda de igualdad y no discriminación es una lucha muy actual y lo varones fueron viendo a las mujeres a la par o por sobre ellos en muchas funciones.
Las crisis constantes desde los años 70 hicieron que en el hogar un solo salario ya no alcanzara y desde ese tiempo en adelante cada vez más mujeres pasaron a partir su tiempo en trabajar en el hogar y fuera de él.
Muchos factores se unen y entre mezclan dentro del trayecto de las mujeres por su independencia de lo que muchos llaman modelo patriarcal: las luchas políticas feministas por igualdad; la incorporación masiva al sistema educativo y profesional; una cultura cambiante que ve positivamente la liberación femenina; y la necesidad económica que volcó a las mujeres al mercado de trabajo como ya expresamos.
En la sociedad ya la mujer está reconocida a la par: en las profesiones y ocupaciones, en la vida intelectual. Desde policías hasta pilotos de avión. Mujeres generales en los ejércitos y astronautas.
Dicho esto, regresemos al hogar. Una mujer o varón pueden en igualdad de capacidades conducir una empresa unicornio; ¿pero aquella larga marcha por la igualdad y no discriminación se mantiene en el hogar?
Observemos que no ha cambiado el papel de la mujer en el hogar, aun siendo una trabajadora fuera del mismo. La remora está en que el varón resiste a compartir la responsabilidad de administrar un hogar o ser parte por igual en esta tarea. No es la mujer la que sobra sino el varón que está ausente en ese papel.
En este punto debe cambiar el paradigma: no por la búsqueda de la liberación femenina en el hogar sino al entendimiento de los varones que deben asumir ser “amos de casa” no como respuesta marginal sino como actividad natural, primaria. La mujer se desdobla, ¿el varón no puede hacerlo?
El hogar es la primera escuela en todas las conductas: para los hijos en aprender a convivir y los mayores en ser ejemplo en esa convivencia. ¿Dónde aprender conductas solidarias y responsables si no tenemos al hogar como primera escuela de comportamiento?
Todos debemos poner o levantar la mesa; lavar platos, hacer las compras; cuidar la energía apagando la luz que ya no usaremos en una habitación. Alli debemos aprender a clasificar los residuos separándolos. Debemos hacerlo los mayores y así lo aprenderán los niños. Compartir tareas por igual es una lección que formará a nuestros hijos en la cultura colaborativa. Cuidar los recursos dentro del hogar los educara sin concebir la idea de derroche.
Ver que una mujer (mama) o un varón (papa) trabaja en todo lo referente al hogar en un pie de igualdad y responsabilidad marcará a fuego en los niños la idea de igualdad.
Es extraño que no se trabaje o estimule un cambio en la idea de cómo debe funcionar un hogar
Este paradigma que pone el foco sobre lo que el varón no hace, determina que la liberación de la mujer de aquel encasillamiento -no liberarla de la responsabilidad- requiere de un cambio de acciones y retorica.
No hay que plantear la salida de la mujer del hogar sino el ingreso del varón al mismo.
No abandonar las tareas del hogar -administrar los recursos y acciones dentro del hogar- sino ocupar ese espacio entre todos los habitantes de la casa.
No naturalizar más como actividad especializada el “ama de casa” que responde a esa idea que asume que el hogar es solo espacio para el trabajo femenino.
Si culturalmente asumimos este cambio de paradigma apreciaremos los varones nuestro papel dentro del cambio a favor de la igualdad. Nada de lo que aquí propongo es algo que yo no practique todos los días. Porque como dice el refrán: el ejemplo empieza por casa.
*Mg. en Economía Circular. Universidad de Burgos. Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Universidad del Este
(*)Abogado
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