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De monjas de clausura a deseos clausurados

De monjas de clausura a deseos clausurados

De monjas de clausura a deseos clausurados

28 de Agosto de 2016 | 01:53

Por | ALEJANDRO CASTAÑEDA Mail: afcastab@gmail.com Periodista y crítico de cine

“Allanaron un convento en Nogoyá por una denuncia de torturas a monjas”. Está visto: los monasterios guardan tantos secretos que convocan detectives y allanamientos. El fiscal entrerriano encontró cilicios, mordazas y látigos en una ciudadela de carmelitas que de tarde en tarde, después del rosario, se autoflagelaban para calmar un hambre difuso que a la mañana las despertaba sangrantes y dichosas, con cicatrices en el cuerpo y algún alivio en el alma. Los fiscales y los perros en estos días han ganado mucho profesionalismo. Y son capaces de detectar vocaciones falsas, dólares legítimos y superioras con liderazgo chamuscado. Los canes entrerrianos andan recorriendo esos cuasi calabozos para poder descubrir imploraciones y lágrimas guardadas en sus rincones. La Justicia ha logrado traspasar los muros callados de un ámbito que se alimenta con sopas y tortillas y que tiene una madre superiora que ya quisiera el servicio penitenciario. No había escones ni dólares, pero aparecieron látigos y cilicios que dejaron al descubierto los alcances sacrificiales de un monasterio que enseñaba a sufrir sin quejarse, un sueño para cualquier gobernante. Contaba con una dotación de profesantes que se autoflagelaban en una actitud que orillaba la inmolación. El régimen disciplinario era tan férreo que las novicias que desertaron lo califican de tortura. Las ex monjas cuentan que llegaban al éxtasis por caminos accidentados y se lastimaban hasta sangrar cuando el pecado o alguna imagen diabólica las obligaba a ofrendas puerta a puerta. Aunque las ex siempre exageran, en política y en amores. No había espejos, mal vivían en un cuartito de tanguero abandonado, la comodidad estaba prohibida, andaban descalzas en invierno y super abrigadas en verano. Habían apelado a esos contramanos climáticos para complacer a una madre superiora que las había convencido de que, sin latigazos ni sangre, nadie merece el cielo.

En este monasterio, la mortificación y el más allá tienen boleto de ida y vuelta. Viven 18 monjas, la mayoría de las cuales ingresó a los 18 años, aunque algunas están desde los 16. Intervino el arzobispo de Paraná para tratar de frenar a la Justicia y el escándalo. Y monseñor Puiggari, más que aclarar, oscureció: “al látigo y el cilicio no los usaban todos los días; se flagelaban sólo los viernes y por un ratito”. ¿Por qué elegir a semejante vida? El padre Rodolfo Capalozza, secretario de la comisión de Vida Consagrada del Episcopado, aportó argumentos menos espirituales: muchas llegan por “una búsqueda de seguridad y una huida del mundo”, un mundo, es bueno recordar, inseguro.

EL PETTING EN PENITENCIA

Sobre las tentaciones de la carne se habló mucho esta semana. Y otro arzobispo dio la nota al poner al franeleo en su catálogo de desenfrenos. Siempre, aunque ahora se lo llame de otra manera, fue y será una previa sublime y trabajosa que muchos asumen no como estrategia preparatoria sino como la ley del último recurso. Sin cama ni auto cerca, en casa de ella y bajo el oído atento de madre somnolienta y desconfiada, antes no quedaba otro trámite que dejar que nuestras manos hicieran lo que podían y que las de ellas atajaran hasta donde quisieran. No había la anuencia de estos días, con iniciativas bien repartidas y caricias con recorrido permitido. Aquello era una apología de las inmediaciones. Y cada centímetro ganado en la falda o la blusa se celebraba como una victoria. Esos contactos furtivos le daban ardores y atrevimiento a una coreografía amatoria que, entre rogativas y descalabros, venía a enseñarnos que la vida como la pasión es un largo franeleo entre deseos y obstáculos.

Muchas parejas de hoy no tienen paciencia y son pocos en estos días los que sueñan con llegar virgen a alguna parte. Si la castidad y la abstinencia son glorificadas, si el petting está en capilla y la masturbación es “animaloide”, entonces algunos novios van a sufrir más que las monjas entrerrianas. Salvo que logren un permiso, “sólo los viernes y por un ratito”.

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