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Fue en La Loma. La mujer tiene 86 años. En menos de un mes ya murieron tres personas por un robo
La casa de 42, 22 y 23, donde ocurrió ayer el robo - gonzalo mainoldi
“Esto es una selva”, dice José Ernesto Beistegui con un cigarrillo en la mano, abierta su camisa blanca y la cara empapada de sangre. Acaba de sufrir una entradera que por poco le cuesta la vida y por la que estuvo a punto de matar. Si no pasó una cosa ni la otra fue porque se trabó el gatillo del arma, aunque el saldo del episodio igual fue dramático: la madre de este hombre se descompensó al verlo malherido, la llevaron al hospital San Martín y cayó en un “coma irreversible”, según informaron más tarde allegados a la familia.
Esta historia ocurre en medio de una imparable ola de robos violentos que sacude a la región, con tres personas muertas por un asalto en el lapso de tres semanas y una estadística que refleja que más del 50 % de los 20 homicidios registrados entre el 2 de febrero y el 18 de mayo fueron a consecuencia de un robo.
Elsa Angélica García tiene 86 años. El hecho que la dejó en estado crítico ocurrió ayer a la mañana, alrededor de las 10, en una casa de 42 entre 22 y 23.
“Estaba la empleada doméstica limpiando el porche cuando un tipo la tomó del cuello y la metió adentro”, comenzó relatando José Beistegui, un policía retirado que ahora trabaja para una empresa. El delincuente no estaba solo. Lo acompañaban otros dos.
El dueño de la vivienda estaba “sentado en la mesa del comedor, esperando a que me vinieran a buscar para ir a Buenos Aires” por cuestiones laborales, pero los que llegaron fueron los intrusos, quienes terminaron golpeándolo, gatillándole en la cabeza y amenazando de muerte a su familia.
Estima José que todo duró “unos quince minutos, que fueron una eternidad”.
Por la disposición de las habitaciones de la casa, desde el sitio donde estaba Beistegui observó cuando a la empleada la metían por la fuerza, por lo que saltó de la silla y corrió a cerrar la puerta que separa al comedor del living, pero no pudo hacerlo a tiempo: “Uno le pegó una patada a la puerta y se metió”, acotó.
“Me trencé con con él porque me gatilló en la cabeza, sin mediar palabra. Y pensé, ‘me va a gatillar otra vez’, así que lo agarré de la muñeca, le volví el arma y le gatillé en el cuello”, recordó el ex policía. Nada pasó, porque el arma falló “o porque estaba descargada”.
Lo concreto es que entonces se generó el momento más tenso, porque se acercaron los otros dos ladrones y “me pegaron culatazos por todos lados. Uno le decía ‘matalo, matalo’ pero otro lo frenó, y el que me tenía agarrado les dijo ‘dejalo que ya lo tengo dominado’”.
Terminado ese forcejeo, los asaltantes “se fueron para los dormitorios donde estaban mi mujer y mi mamá durmiendo.” A la primera “la despertaron con el revólver en la cabeza”, y a las dos las llevaron a la cocina.
Cuando Elsa vio a su hijo tirado en el suelo y cubierto de sangre “se descompensó y se desmayó”, por lo que tuvieron que trasladarla al hospital San Martín. “Hace poco perdí a un hermano y ahora tuvo que verme así. Imaginate dos muertos en poco tiempo”, lamentó José.
El resto del ataque fue rápido: “Me robaron el reloj, anillos y dinero, pero eso no importa, porque el daño que hicieron es psicológico”, refiere el hombre, rescatando que, por lo menos, “no estaban mis cuatro nietos. Estoy cansado de vivir así”.
Por su parte, los ladrones escaparon del lugar, aunque se desconoce en qué lo hicieron y qué rumbo tomaron.
Un rato después hubo un asalto en una remisería de 28 y 44, y, por la descripción de los autores, los investigadores no descarta que se trate de los mismos.
“Esto es una zona liberada, pasa de todo. Le roban a los chicos que vienen de la escuela, aprietan a los peatones. Hace diez días me robaron las gomas del auto de la puerta de mi casa estoy a 100 metros de la comisaría y vivo a 8 cuadras de la Catedral. ¿Cómo se puede vivir así? ¿Hasta cuándo esto?”, manifestó, y reclamó respuestas “a la Gobernadora, al ministro de Seguridad y a la Municipalidad”.
“Quieren arreglar esto con tecnología, pero eso no alcanza”, analizó Beistegui, antes de detallar que “yo pertenecí a la fuerza y entonces existía el vigilante de la esquina, que se manejaba con un pito y funcionaba”, mientras que ahora “todos los que usan uniformes están estigmatizados”.
Cree el policía retirado que lo que falla es la prevención.
“Estoy cerca del Centro y estoy cansado. Estuve 32 años en la fuerza, sin una mancha en el legajo y si se llegaba a escapar un tiro, yo me comía un juicio por homicidio”.
Entre el 3 de febrero y el 18 de mayo pasados se registraron en la Región 20 homicidios dolosos, 12 de los cuales fueron en el marco de un robo, de acuerdo a los datos relevados por este diario.
De esos 12 fallecidos, cinco fueron sospechosos abatidos durante el hecho, mientras que siete fueron víctimas, tres de las cuales fallecieron en los últimos 24 días.
La seguidilla de estas tres semanas arrancó el 24 de abril con el crimen de José Luis Báez, un joven boliviano de 32 años que fue sorprendido en su quinta de 513 y 200, en Abasto, por una banda conformada por entre 4 y 6 delincuentes. Los ladrones redujeron a todos y aunque se llevaron 60 mil pesos y celulares, mataron a Báez de un escopetazo en la cabeza.
Por el caso fue detenido días después un hombre de 34 años y un joven de 20 quedó imputado en la misma causa, aunque su defensa presentó un pedido de eximición de prisión que lo mantiene libre hasta ahora.
La estadística sumó una nueva víctima el 7 de mayo, con la muerte de un jubilado de 84 años llamado José Mario Molina, a quien habían apuñalado en el pecho durante un robo en su casa de Villa Elvira, el pasado 15 de abril.
Así, muy grave, lo trasladaron al Policlínico San Martín, donde estuvo internado hasta que falleció a causa de esa agresión.
Todos los vecinos se mostraron consternados por el caso, aunque siempre se dieron ánimo por las fuerzas que mantenía “Don José”, como lo llamaban, ya que le plantó una dura batalla a la delicada situación en la que se encontraba.
Durante casi un mes y, pese a su avanzada edad, logró sobrevivir a ese ataque de la delincuencia. Pero el milagro no fue posible. Hasta ahora sólo se sabe lo que el propio jubilado les confió a sus parientes: que lo había herido una mujer.
El último caso de esta secuela trágica ocurrió el martes pasado, cuandoJavier Brava circulaba con su moto Honda Falcon 400 por las calles 145 entre 45 y 47, y tres sujetos le cruzaron un Chevrolet Corsa.
Se bajaron del auto, lo amenazaron con una escopeta y lo forzaron a entregarles la moto, pegándole un tiro por debajo de la rodilla derecha. Dos huyeron en el coche y uno en la Falcon, mientras que Brava, de 54 años, fue trasladado en grave estado al hospital San Martín. Estuvo internado en terapia intensiva hasta que a última hora del miércoles falleció. No hay detenidos.
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