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Francisco y su mamá Cristina están exponiendo sus obras en distintos sitios de la ciudad / César Santoro

20 de Octubre de 2019 | 08:28
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Cristina Terzaghi (67) vivió la época de plomo de nuestro país cuando cursaba la carrera de Muralismo en la facultad de Bellas Artes de la UNLP. “Entré a Bellas Artes a los 17 y me fui a los 67, el año pasado, cuando cisco carranza y me jubilé. En el ‘76, durante la dictadura militar, cerraron mi carrera, y en 2006 la volví a abrir. Fue una emoción enorme sentir que estaba restituyendo algo de los que nos habían quitado. En la facultad crecí y crecieron dos de mis hijos. Siempre fue mi casa”, cuenta la artista, madre de Jerónimo (48, cineasta), Rosario (41, arquitecta) y Francisco (39, artista plástico y realizador audiovisual).

“Creo que mis hijos tuvieron de los dos lados una influencia muy intelectual, conmigo artista y el padre psicoanalista. Se criaron con muchos disparadores del pensamiento en casa. De todos modos, al arte, a lo manual, empezaron a elegirlo desde chiquitos, en sus juegos: hacían casitas en los árboles, construían barquitos... acá en Gonnet, donde se criaron, se la pasaban en la vereda, o subidos a los árboles, jugando”, recuerda Cristina, reconocida como una de las muralistas más destacadas de Latinoamérica y abanderada de los Derechos Humanos.

Además, esos inquietos niños la acompañaban a todos lados. “Los llevaba a hacer murales, tengo fotos hermosas de ellos caminando por delante de las paredes que pintábamos. Tenían a su alcance las acuarelas y en casa eran de cantar, de crear... los dos varones, además, tuvieron sus bandas de música; lo siguen haciendo”.

“Estoy orgullosa de ellos. Pero sinceramente no siento que les he enseñado tal o cual cosa. Nunca les dije ‘saludá a la señora’... ellos veían que yo saludaba y también lo hacían. Siento que han vivido en un lugar y de una forma donde algunas cosas son naturales y las han hecho naturalmente a lo largo de su vida, y las siguen haciendo”, cuenta Cristina, quien además ha sido alumna, discípula y ayudante del “Mono” Cohen en las épocas de esplendor de Los Redonditos de Ricota. “A Jero lo he llevado a recitales; hemos ido juntos a un montón de shows de esa época, en la que hacíamos unas escenografías magníficas. He aprendido mucho del Mono y lo quiero un montón”, confiesa.

Cristina está hoy exponiendo su muestra “Banderas de Oktubre”, en el Museo de la Memoria de La Plata, y explica de qué se trata ese evento con nombre ricotero: “son los murales que hice para los 20, 30 y 40 años de aniversario del inicio de la dictadura. Es una muestra muy linda, donde exhibo los procesos, algo que nunca había hecho. Lo primero grande que hice como artista, lo que me ayudó a vivir, es una escultura en homenaje a los 144 desaparecidos de ATE Nacional, unos caños que suenan con el viento... algo muy amoroso. Está el proceso de esa obra también en la muestra. Porque con esa obra me di cuenta de que yo había sobrevivido a determinadas circunstancias del país para representar a mis compañeros que ya no estaban. En eso he basado casi toda mi obra y creo que es lo que les he transmitido a mis hijos”.

“En el mismo momento en que yo estoy exponiendo en el Museo de la Memoria, Francisco está con una muestra que es una hermosura, para ir a sentarse a meditar ahí, en el marco de Planeta Agua, que se está haciendo en el Centro de Arte de la UNLP, y hace poquito compartimos la alegría del Martín Fierro de cable que ganó Jerónimo por una serie de Pakapaka” advierte con orgullo maternal Terzaghi: “amo lo que hago y eso mis hijos lo vieron todo el tiempo, más allá de que les haya podido dedicar más o menos tiempo por mis viajes o mi trabajo. Para mí, lo importante es el vínculo y la pasión que se les pone a las cosas. Yo les habré enseñado algunas cosas a ellos pero sin dudas, desde hace mucho tiempo, ellos me enseñan a mí”.

 

 

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