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Chicos en ochentena: entre la adaptación y la angustia

Están los sobreadaptados e hiperconectados, pero también los que se rebelan contra lo virtual y extrañan la escuela y el contacto “real” con otros. Los adolescentes llevan la peor parte

Chicos en ochentena: entre la adaptación y la angustia

A muchos adolescentes les da miedo salir a la calle por los controles policiales y por el contagio de Covid

YAEL LETOILE
Por YAEL LETOILE

7 de Junio de 2020 | 07:56
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Con la Argentina superando los 20 mil casos de coronavirus, el número de confirmados elevándose a diario y el foco localizado en el AMBA, al cierre de esta nota, el anuncio de una nueva extensión de la cuarentena era apenas un formalismo.

La medida que, según los expertos, se ha mostrado más eficaz para disminuir la contagiosidad del COVID-19 y la transmisión de la enfermedad para la que no hay cura, se extenderá por unos nuevos 14 días, con flexibilizaciones de salidas recreativas en la Ciudad de Buenos Aires y rehabilitación de rubros suspendidos en el Conurbano, según adelantó este diario.

En La Plata, la confirmación de 37 casos en el barrio José Luis Cabezas, ubicado entre los partidos de Berisso y Ensenada, y la vigilancia activa a la que serán sometidas preventivamente unos 200 habitantes de esa zona vulnerable, no lleva a avizorar medidas de “oxigenación” en el corto plazo.

Así las cosas, mañana se cumplirán 80 días de aislamiento. Y la pregunta no debería interpretarse como cuestionamiento a las medidas sanitarias, sino como preocupación legítima sobre la salud integral de los niños. A esta altura, ¿cómo están viviendo la ochentena sus hijos? ¿Cómo la pasan los más chicos? ¿Son felices en el encierro? ¿Y los adolescentes? ¿Qué les causa angustia? Veamos.

VACACIONES ETERNAS

“Mis hijos están de fiesta”, asegura María Laura Korell, madre de tres: León (8), Juliana (4) y Tomás (3). Especialmente al más chico le encantan estas “vacaciones”. “No salgamos porque el coronavirus nos-va-a-ma-tar”, le dice a ella en voz baja.

En la misma sintonía vive Lautaro, de 6 años, de vacaciones eternas con clases en Zoom. ¡La pasa bomba!”, dice su mamá, Clarisa, y agrega “aprendió a andar en bici sin rueditas en el patio, se le cayó su primer diente y hasta tuvo algo de pelopincho cuando hizo calor”.

Sobreadaptados están Pepe, de 15, y Manu, de 13. A quienes les sería rarísimo volver al colegio y levantarse a las 6.15 am. “Están cómodos adentro con la tecnología, hablan y se ven tooodo el tiempo, lo único que les falta es el contacto. Bueno ¡A todos!”, se lamenta Natalia Faletti, mamá de ambos, de City Bell.

“La cuarentena es más un tema de los adultos que de los chicos, ellos lo único que quieren es juntarse con sus amigxs, por lo menos un día a la semana. Entrenamiento de fútbol y la cancha, eso sí extrañan! Y saben que serán una de las últimas cosas que harán”, cuenta, sin dramatizar.

ENCIERRO EN EL ENCIERRO

Sin embargo, no todos los chicos tienen las mismas vivencias, recursos y fortalezas para afrontar la principal medida de prevención del coronavirus, que los arrojó fuera de su mundo habitual - pese a que navegan como nadie las aguas de lo digital– y con la pérdida de certidumbre sobre cuándo saldremos de esto. En los adolescentes, mayores de 17 años, el impacto es mayor y algunos testimonios recogidos en esta nota dan cuenta de eso.

“Mi hija, Camila, egresa este año. Hace más de 70 días que no ve a sus amigues aunque yo he alentado encuentros: se angustia. De hecho sólo hicieron un par de videollamadas, luego se manejan por whatsapp porque no soportan no verse”, escribe Miriam Maidana, psicóloga, investigadora y profesional de la salud en un hospital de Quilmes.

Camila va a un colegio artístico con una carga horaria similar a un colegio industrial y pasaba mucho tiempo en el colegio. “Este año tuvieron su UPD (último primer día) y luego les cayó por encima la `cuarentena´ -esos 14 días que luego se hicieron infinitos”, cuenta Maidana. “Los taladraron a trabajos –16 materias no son fáciles de acomodar– hasta que algunas madres y padres comenzamos a contactar con tutores y profesores para que relajen un poco”.

Ya tuvieron que suspender el viaje de egresados y también la ida a Chapadmalal en el marco del Proyecto “Jóvenes y Memoria”, en el año de conclusión y cierre y no saben si el año se perderá o no. Pues pese a las indicaciones del Ministerio de Educación, aún no se sabe qué pasará con eso.

“La etapa depresiva fue fuerte: Camila llegó a dormir 18 horas abrazada al gato, hasta que empecé a sacarla aunque sea a dar la vuelta manzana, al principio estaba fóbica, ahora ya se anima a ir sola al super (tenía terror de que la parara la policía). Además estuvo 50 días sin ver al padre, a quién veía todas las semanas”, cuenta la mamá y advierte: “en Quilmes –donde trabaja–, “volví a tener algunas sesiones presenciales en el Hospital porque arrecían nuevamente autolesiones y cortes, insomnio, ataques de ansiedad y suicidio”.

“Los adolescentes padecen el encierro, les genera mucha angustia, y hoy hay muchas consultas por eso y depresión” en el contexto de la pandemia, confirma la médica pediatra y psicoanalista Felisa Lambersky de Widder. Esto es así porque “es la etapa en que el chico sale del ámbito familiar, busca separarse para desprenderse de la autoridad de los padres, y tiene que incluirse en la cultura desde un lugar más independiente, para eso el grupo de amigos es fundamental”, explica.

La especialista sostiene que “especialmente los chicos de 17 años que terminan 5to año, están sufriendo mucho por todo lo que sienten que pierden, porque han pasado muchos años con sus compañeros y ven que no van a tener una despedida”, dice. Eso se traduce en desgano, pocas ganas de estudiar y poco contacto con el colegio.

LA SOCIABILIDAD EN JAQUE

Apenas iniciado el aislamiento, el pedagogo Italiano Francesco Tonucci disparó “los niños sienten mucho la falta de la escuela, es decir, no de los profesores y los pupitres sino la falta de los compañeros”, porque la escuela es el lugar donde los niños pueden encontrarse con otros niños. “No extrañan salir, porque lamentablemente tampoco antes lo hacían”.

La falta de sociabilidad no afecta solo a los más grandes. A Pedro, de 10 años, llegó a provocarle fiebre y vómitos, dice Silvia, su mamá, vecina del barrio La Loma. “Él es muy sociable y le encanta estar con otros nenes, el papá lo encontró llorando en un rincón en esos días y yo hice una consulta al pediatra y me dijo que muchos chicos estaban igual”, cuenta.

Al inicio de la cuarentena, Pedro y su mamá pensaban que serían unos días y listo. Había cierta sensación de vacaciones. “Al principio disfrutó de estar en la casa, porque se la pasa pintando y estaba todo bien. Se hablaba del coronavirus, hacía preguntas de la enfermedad en sí, aunque opté porque no haya información dramática como para no angustiarnos todos”, revive como si fuera un recuerdo lejano.

Pero con el tiempo la cosa se complicó. Hubo que hablar con los maestros para que bajaran la intensidad con las tareas porque Pedro estaba de buen humor hasta que tenía que hacer la tarea, terminaba de copiar y ya estaba cansado, describe Silvia. ¿Si hizo consulta psicológica? “No”, ríe la mamá, “volví yo”, dice y reconoce que eso le sirvió para “desdramatizar” un poco y resignificar algunas cosas que veía como retrocesos. Por ejemplo, el hecho de que quisiera volver a dormir con ella. “No te culpes tanto, que sea un plan”, aconsejó la profesional.

“Nos pusimos hablar un montón de sus miedos, de lo que extraña y de los límites que tenemos”

 

Para Lambersky, eso no debería sorprender. “Un chico que tiene tendencia al encierro y al aislamiento le viene bárbaro la cuarentena, pero alguien que está acostumbrado a la presencia de otros chicos y a jugar con los amigos y visitarlos, hacer pijamadas y festejar los cumpleaños, lo sufre y se pone de mal humor”, explica y añade “como todo tiene que ver con la historia de cada uno, hay quienes hacen síntomas, no pueden dormir, se enojan y se ponen demandantes, tienen fobias, sueños angustiantes, tendencia a calmar la angustia comiendo o resistencia a hacer las tareas”.

“No estamos con la cabeza igual, no podemos fingir cierta normalidad. La semana que él levantó fiebre yo estaba re atravesada, y el se lo fumó y por algún lado salió”, dice comprensiva “lo bueno es que nos pusimos hablar un montón de sus miedos, de lo que extraña y de los límites que tenemos: no te puedo llevar a la escuela, ni con otros nenes, pero podemos hacer otras cosas”. Esas charlas le devolvieron un mensaje tranquilizador: “Mami, si algún día te pasa algo contámelo”, dijo el nene.

¿AISLADOS Y FELICES?

“La cuarentena es pulgar abajo y eso no significa que una no comprenda la medida y la importancia de quedarnos en casa”, suelta Luciana Isa, mamá de mellizos, comunicadora y docente, que vive en Gonnet y tuvo que contratar una segunda niñera poder organizar su teletrabajo.

A los nenes, que arrancaron la sala de tres este año, es difícil ponerlos a clases de Zoom con seños y profes, pese a que la invitación es tres veces por semana con recursos y materias variadas, propias de una propuesta de doble escolaridad. “Quizás es un poco excesivo para la edad, pero bueno”, se autoconsuela “todavía les cuesta lo de las llamadas y a veces ni muestran interés cuando hablan con los abuelos”, a quienes no ven desde hace más de dos meses.

“Los más chicos se rebelan contra lo virtual a pesar de que para jugar les encanta”, explica Lambersky, también miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA), “sienten que no lo entienden bien y necesitan mucho el apoyo de los padres para sobrellevar la situación”.

Otros, en cambio, explica la profesional, se entretienen haciendo la tarea porque les gusta lo virtual. Lo importante, es saber que distintas formas de afrontar el aislamiento y eso está relacionado con las características de cada chico, de la familia y de la edad. “También depende del estado de ánimo de los padres, si en la casa están ansiosos o hay peleas, eso va a afectar a los chicos y se les va a dificultar a ellos mismos la convivencia”.

¿Qué podemos hacer los adultos para ayudarlos? Hablar con ellos es fundamental, sostiene la analista. “Explicarles muy bien que estamos en una situación que ha puesto un paréntesis en la vida de todos y que es necesario cuidarse, porque si se contagian es peligroso y que los papás están para cuidarlos, por eso no los dejan salir o solo cuando está permitido”.

Eso y responder las preguntas –en la ochentena y siempre– evidentemente es el camino. Pues cuando un chico pregunta, tenga la edad que tenga, es porque está en condiciones de escuchar una respuesta y el diálogo familiar es lo que aconsejan los expertos en estos casos.

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