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Deportes |El formoseño falleció en soledad a los 44 años, muy alejado de las luces que supo conquistar gracias al deporte y su carisma

A diez años de la dolorosa muerte de Jorge “El Gigante” González

Con sus 2,30 de altura revolucionó el básquet del Lobo para luego encontrar futuro en la lucha libre. El recuerdo de un inolvidable

A diez años de la dolorosa muerte de Jorge “El Gigante” González

EL DIA

Fernando Alegre

Fernando Alegre
falegre@eldia.com

22 de Septiembre de 2020 | 03:11
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Hay vidas que son inmensas y que parecieran no poder entrar en una sola. Tal es así que algunas, incluso, permanecen instaladas en el recuerdo de quienes hayan sido contemporáneos. Sin dudas, la de Jorge “El Gigante” González, quien falleciera diez años atrás en un centro asistencial de San Martín, Chaco, a los 44 abriles, representa un claro ejemplo de las mismas.

Fue jugador de básquet y hasta llegó a la Selección apenas tres años después de tomar una “naranja” por primera vez. Sin embargo, los problemas con su peso y algunas lesiones lo alejaron de las canchas, por lo que terminó dedicándose a la lucha libre y al espectáculo, lo que lo llevó, incluso, a aparecer en “Baywatch”, la mítica serie de guardavidas de los ´90, con David Hasselhoff y Pamela Anderson.

Con su timidez a cuestas, trajo sus casi 2,20 metros de altura a La Plata en 1983 para jugar en Gimnasia directamente desde su Formosa natal y por recomendación de León Najnudel, artífice de la Liga Nacional, que le veía gran potencial. Y si bien atravesó sus primeros días como un desconocido, rápidamente llamó la atención por su impresionante tamaño y por lo que pudo dar en un Lobo que terminaría ascendiendo a la Segunda División nacional un año después.

Jorge Zulberti, compañero en aquellos años junto a Ángel Cerisola y Alejandro Allegretti, recordó el paso de González por el club.

“Jugué dos años con Jorgito. Y además compartí viajes a Capital cuando íbamos a entrenar con la preselección juvenil Argentina”, remarcó. “Salíamos de acá con él y Ale Allegretti y tomábamos el Río de La Plata. Nos bajábamos en Retiro y de ahí tomábamos el tren hasta Núñez para ir al Cenard”, recordó. “La verdad que andar con Jorge por la calle era increíble por la reacción de la gente cuando lo veía. Se quedaba helada, como con miedo”, sostuvo. “Entrábamos a Retiro a las nueve a tomar el tren, y la gente se iba abriendo como si estuviesen viendo a King Kong”, explicó. “Nosotros estábamos acostumbrados porque convivíamos con él. Íbamos todos los días después del entrenamiento a comer al Chaparral, en la esquina de la cancha de Gimnasia. Y la gente de acá estaba más habituada y se dejaba de sorprender. Pero cuando viajábamos al Interior, era una cosa increíble. Se fue joven, pobre Jorge. Lamentablemente tenía muchos problemas físicos y orgánicos. Una persona muy querible”, destacó Zulberti.

En cuanto a su faceta como jugador, el “Chino” agregó: “Le costaba mucho el traslado. No sacaba la ventaja que podía haber sacado teniendo un poco más de movilidad. Lo que pasa es que cuando estaba abajo del aro, volcaba la pelota parado, sin saltar”, remarcó. “Tenía un lanzamiento aceptable. Lanzaba bien, con buena técnica. Y era un chico inteligente para jugar. Lo que pasa es que le costaba tanto arrastrar su cuerpo que a veces era medio reacio al entrenamiento”.

Otra de las facetas con las que tuvo que batallar durante toda su vida, fue el sobrepeso.

“Najnudel lo llevó a la preselección de mayores en el ´84 u´85 y lo dejó tres meses con Cormillot en el Cenard porque le costaba mucho bajar”, recuerda Zulberti. “Comía alfajores escondido. No hacía la dieta que tenía que hacer. Era un posible talento muy importante para el básquet argentino”, se lamentó.

Por su parte, Alejandro Allegretti también recordó los momentos compartidos con el “Gigante”.

El “Candado” explicó: “A Jorgito lo conocí yendo a jugar a Chaco. Era formoseño pero jugaba en un club de Chaco. Y estaba con sandalias de cuero, porque no tenía zapatillas, y para descansar apoyaba las manos en el tablero. Era impresionante”, destacó.

En su paso por el Lobo, Allegretti y González compartieron categorías Inferiores, por lo que las anécdotas de aquel momento también vinieron a la mente.

“Tuve la suerte de compartir mucho con él. Jugábamos juntos en Juveniles y volvíamos de un viaje a Buenos Aires. Y habíamos juntado naranjas que, una vez arriba del micro, le tirábamos a la gente y a los autos. En una nos siguieron, nos cruzaron el auto y nos pararon el colectivo. Y, para no tener quilombo nosotros, lo hicimos bajar a Jorgito. La cara de susto que puso la gente cuando lo vio”, recordó entre risas.

en primera persona

Pablo Esper Di Cesare es actualmente Presidente de la Asociación Civil de Preparadores Físicos del Básquet Argentino. Sin embargo, años atrás, compartió mucho tiempo con el “Gigante”. De hecho, resultó ser compañero de habitación en una concentración, por lo que vivió en carne propia las dificultades que siempre debió afrontar.

“En el Cenard compartimos habitación en el ´87. El primer problema que tenía Jorge era que no entraba en las camas cucheta. Usaba dos, en forma de ´T´, para que le puedan entrar las piernas”, afirmó. “Como compañero de habitación era muy callado, muy reservado. En esa época justo salió ese famoso artículo en la revista ´Libre´, en el que habían titulado que las chicas le escapaban por el tamaño de su miembro, o algo así, lo que él me juraba nunca dijo”, destacó.

“El promedio de vida de quienes sufren mi enfermedad es de 45 años. El que más vivió llegó a los 50. ¿Qué puedo esperar entonces del futuro? Nada”

 

“Me acuerdo que ahí fue cuando empezó a tener sus primeras zapatillas, porque no tenía calzado. Calzaba 56 y medio y se las tenían que mandar a hacer”, explicó Esper Di Cesare.

“Estuvo ahí un tiempo para ir al Instituto Mogilevsky para tratarse de una operación de rodilla. Pero el problema que había era que Jorge no tenía en qué ir cuando estaba con el yeso. Le habían alquilado un Ford Fairlane verde y le habían sacado el asiento delantero para que pudiera entrar”, contó. “Y cuando ya le habían sacado el yeso, y podía doblar la rodilla, nos tomábamos el 28. Pero la gente rara vez le daba el primer asiento, que era para los de necesidades especiales. Y él parado, en posición normal, aun agachándose, la espalda le daba contra el techo. Entonces un día se enojó, se puso en el foso de la puerta trasera y le decía a la gente que si quería bajar, bajara por adelante porque no le daban el asiento”, recordó con gracia.

“En ese momento en el Mogilevsky también se rehabilitó ´Pichi´ Campana de una rotura de ligamentos. Y era un gran desafío porque él excedía en tamaño a la maquinaria”, explicó. “Si quería usar una mancuerna, no le entraba en la mano. Entonces usaba la barra corta de bíceps como mancuerna. Cuando tenía que hacer pecho, bancos y barras le quedaban chicos. Entonces Don Adolfo (Mogilevsky) lo hacía colocar en la prensa de piernas horizontal. Y Jorge movía toda la estructura de prensa para ejercicios de pecho”, remarcó. “Cuando había que elongarlo, lo colocábamos sentado en una camilla, cerca a una pared. Y con los kinesiólogos apoyábamos los pies y lo abrazábamos para empujarlo para adelante como si fuese un pack de forward. Fue una experiencia extraordinaria”, sostuvo.

últimos años

Tras varias temporadas en Liga Nacional y una chance con Atlanta Hawks (equipo que lo drafteó), que nunca pudo ser tal, González se dedicó a la lucha libre en la World Championship Wrestling (WCW), de Estados Unidos, donde le fue muy bien y llegó a ser reconocido internacionalmente como el “El Gigante”.

“Cuando regresa de la lucha en Japón, que se va a El Colorado, su pueblo, lo contacto para venir a Pehuajó”, recordó Esper Di Cesare. “Hablo con él y me dice que me agradecía, pero que estaba con debilidad”, sostuvo. “Le habíamos ofrecido ponerle avión y traerlo en una camioneta especialmente diseñada. Pero ya le había avanzado mucho la diabetes. Estaba en la silla de ruedas y no se paraba”, remarcó. “Me contó que le rechazó notas a Susana Giménez porque tenía miedo de caerse. Era un gigante con un corazón tan grande como él. Buenísimo. Una persona muy callada y muy educada, que algunos no supieron respetar”, concluyó.

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