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Toda la semana |Un 2020 muy atípico para las coronas europeas

Balance real: destierros, escándalos y algunas buenas noticias

La renuncia de los duques de Sussex, la expulsión de Juan Carlos de España y el viaje prohibido de los reyes de Holanda, fueron algunos de los malos tragos. Nacimientos y bodas equilibraron la balanza

Balance real: destierros, escándalos y algunas buenas noticias

Los reyes de holanda pidieron disculpas por haber viajado a Grecia en plena pandemia

Virginia Blondeau
Virginia Blondeau

10 de Enero de 2021 | 04:11
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Cuando hace justo un año vaticinábamos desde estas mismas páginas nacimientos, bodas y funerales reales para 2020, nunca imaginamos que todos y cada uno de estos acontecimientos estarían supeditados a esta pandemia que asoló a royals y plebeyos por igual. Todo pareció suceder como en una nube y los días nos parecieron semanas y las semanas, meses.

Sin embargo algo podríamos haber intuido. Después de todo, el año no había comenzado bien en términos monárquicos… en enero ya se había producido el Megxit, tal como se llamó al portazo que dieron el príncipe Harry de Gales y su esposa, Meghan. Quienes los defienden dicen que hicieron bien en huir del ambiente tóxico y asfixiante de Buckingham y los haters dicen que traicionaron a la monarquía que no sólo les dio de comer sino que es la que aún sostiene sus caprichos.

Lo cierto es que la parejita, que aún conserva el título de duques de Sussex, se instaló en California y nunca más volvió a Inglaterra. La excusa es el virus pero lo cierto es que ni siquiera ha transcendido ni zoom familiar ni gesto en común salvo las felicitaciones de cumpleaños desde la casa real a través de Instagram.

A los Sussex no les ha ido bien con las demandas continuas que hicieron a la prensa como tampoco fue bien visto que ellos y sus amigos prestaran colaboración en un libro que es más bien un panegírico de la pareja y justificativo de la estampida. En busca de la libertad, Harry y Meghan y la construcción de una familia real moderna, se llama. Un título incomprensible ya que la familia real-real, la de toda la vida y en cuyo seno nació Harry, es extremadamente moderna, siempre a la vanguardia y reinventándose para no morir. Por otra parte, no dudamos que estén construyendo una familia moderna pero de “real” (en el sentido monárquico del término) tiene poco: viven en una república, no tienen funciones de estado y no representan a la corona. Y ni la reina Isabel II ni Carlos, el día que sea rey, permitirán que los duques abran una especie de franquicia de la corona en Estados Unidos tal como en su momento quisieron hacer en París los históricos y patéticos duques de Windsor quienes, para sostener su tren de vida, cobraban para asistir a cenas y bailes.

La actitud de Harry recuerda un poco a la de su madre. No podemos dudar de las grandes intenciones de ambos y de que de verdad quieren consagrar su vida a acciones de caridad pero recordemos que Diana también vivía un permanente conflicto con la prensa (lo podemos resumir en “te amo, te odio, dame más”, como decía Charly García), que tenía un narcisismo enfermizo y que, al igual que su hijo, destapó, a través de un libro autocomplaciente, su relación con la familia real. Esperamos que los duques de Sussex tengan un final más feliz.

Por lo pronto en unos días se vence el plazo de un año que la reina les impuso para que definan su estatus. Ellos, por fin, han creado su página web Archwell.com con toda una declaración de intenciones y algunos contenidos. Todo hace pensar que en breve tendremos novedades.

Decíamos que 2020 no había comenzado tan feliz como esperábamos y es que en España también, en marzo, tuvieron baile: en plena crisis sanitaria, cuando los casos de coronavirus se duplicaban casi diariamente en Madrid, el rey Felipe creyó que era oportuno “repudiar” a su padre. Porque aunque la palabra “repudio” suene a medieval, a historia antigua… eso fue lo que hizo. Le quitó la asignación, renunció a su herencia y, pocos meses después, lo intimó a irse de España. Al principio fue por una mezcla de dos rubros que siempre van unidos en los escándalos: amantes y dinero. La famosa Corina Larsen, amiga íntima de Juan Carlos, aunque nunca en su vida debe haber cocinado, destapó algunas ollas para salvar su pellejo, y Felipe sacrificó la relación con su padre para salvar el propio y el de la monarquía. Pero como si no bastara, parece que el rey emérito se había olvidado de pagar unos impuestos por un regalo que le había hecho un empresario y su hijo lo echó del palacio. El hombre recaló en los Emiratos Árabes desde donde se puso al día pagando los casi 800.000 euros que debía (calculen ustedes de cuanto fue el regalo si esto es lo que pagó de impuestos) y desde donde está negociando su regreso a España. Mientras, la institución monárquica se debilita día a día y, aunque Felipe, Letizia y sus hijas, han tenido una conducta ejemplar y muy activa durante la pandemia, nada parece alcanzar. Desde este lado del Atlántico da la impresión de que poco se los valora: los monárquicos de toda la vida los ven como demasiado plebeyos, los monárquicos juancarlistas no les perdonan la traición al viejo rey y los republicanos se preguntan qué función cumplen si ni siquiera son virtuosos. No parece haber vacuna que pueda salvarlos.

Para cerrar con los escándalos, los reyes de los Países Bajos también aportaron lo suyo. Del primer episodio fueron inocentes y casi podría decirse que víctimas. La casa real no hizo declaraciones pero recordemos que fue muy polémica la portada de la revista Caras en la que aparecía una foto de la princesa Amalia, heredera al trono, y en cuyo epígrafe se hacía mención solapada a sus medidas corporales. La publicación reavivó el tema de los estereotipos de belleza y de cómo se debe proteger a los adolescentes como Amalia de los trastornos alimenticios. Del otro escándalo sí que fueron culpables: en octubre, luego de un verano en que el virus les había dado tregua, los Países Bajos veían como los casos de infectados estaban subiendo y por eso el gobierno recomendó que en las vacaciones de primavera era mejor que todos se quedaran en sus casas, haciendas o departamentos. Pero parece que la recomendación no incluía específicamente palacios y el propio primer ministro autorizó a los Orange a que se fueran a Grecia. No terminaron de desempacar que les dijeron que vuelvan. Su viaje se había filtrado a la prensa y a la gente no les gustó nada. Tanto lío se armó que los propios Guillermo Alejandro y Máxima decidieron pedir perdón públicamente a través de un video. Sabemos que van a tener que remarla, y mucho, si quieren volver a ser tan populares como hasta ahora. La pandemia no los ayudó para nada… el fuerte de la pareja es el carisma, la empatía, el show off. Se mueven como pez en el agua en fiestas, presentaciones, conferencias y visitas de estado y nada de eso pudieron hacer este año de modo que su función se vio bastante desdibujada. Y, la verdad, se han extrañado y mucho los grandes atuendos con que Máxima nos ha sorprendido a través de los años.

Pero no todas fueron pálidas. El nacimiento del príncipe Carlos de Luxemburgo nos alegró el año. Guillermo y Estefanía, sus padres, se habían casado en 2012. Él es el heredero al trono del pequeño ducado, de modo que tener hijos es casi una obligación. Por otro lado, ambos son de familias prolíficas y ultracatólicas de modo que todos pensábamos que en 2020 por palacio iban ya a corretear varios bebés. La casa granducal nunca confirmó ni desmintió si utilizaron método de fertilización aunque tampoco tiene ahora importancia. El pequeño está creciendo fuerte y sano y todos contentos. El que más, seguramente, el príncipe Félix, hermano de Guillermo, ya que con el nacimiento de su sobrino ha dejado de ser el heredero del heredero y puede seguir en su retiro dorado en Francia.

Por suerte las parejas reales no se han acobardado y para este año esperamos algunos nuevos nacimientos ya que el príncipe Carlos Felipe de Suecia y su esposa, Sofía, han anunciado que esperan su tercer hijo y, desde Inglaterra, la princesa Eugenia de York también está en la dulce espera. También hay rumores de los antes nombrados Harry y Meghan quienes en este año terrible han perdido un bebé cuando ella se encontraba promediando el embarazo. Ojalá el rumor sea cierto y sirva para la reconciliación con los Windsor.

En Bélgica también este año se agrandó la familia aunque no como hubieran deseado. Hace unos años que una muchacha, Delphine Böel, pretendía ser reconocida como hija del rey Alberto. Dicen que, incluso, el viejo rey abdicó en 2013 por si el escándalo llegaba a mayores. Lo cierto es que llegó y la justicia le dio la razón a Delphine, de 52 años, quien a partir del 1 de octubre es Su Alteza Real Delfina de Sajonia Coburgo, princesa de Bélgica. El rey Felipe, su medio hermano, la recibió en el palacio y más tarde lo hizo su padre, Alberto, y la reina Paola. Pusieron todos su mejor cara y, aunque no sabemos si fueron sinceros, salieron con dignidad del entuerto.

Otros acontecimientos felices fueron las bodas. La que más pompa y circunstancia prometía era de la princesa Beatriz de York, nieta de la reina Isabel y hermana de Eugenia. Bea debía casarse el 29 de mayo con 150 invitados en Saint James y con recepción en el palacio de Buckingham pero el COVID-19 se lo impidió. Todo parecía indicar que esperaría a que la pandemia pasara pero sorprendió a todos cuando se anunció, el 18 de julio, que había contraído matrimonio en la capilla del palacio de Windsor con la sola presencia de sus familias cercanas y dos invitados de lujo: su abuelos, la reina Isabel de 94 años y el príncipe Felipe de 99. Y no solo esa fue la sorpresa. La reina le prestó uno de sus más mágicos vestidos: una verdadera joya de tafetán de seda con incrustaciones en diamantes que Isabel había estrenado en 1961 para el estreno de la película Lawrence de Arabia y la tiara Fringe que había usado para su propio casamiento. Bea tuvo, a pesar de los contratiempos, una boda de cuentos de hadas.

Aunque conmocionados, hay que decir que las familias reales tuvieron un año apacible. Se guardaron en palacio los reyes mayores y los más jóvenes adquirieron mayor protagonismo. Tal fue el caso de los duques de Cambridge en Inglaterra quienes en un momento fueron los únicos en actividad presencial representando a la corona. No olvidemos que el príncipe Carlos fue uno de los primero royals en tener COVID-19 y se recluyó por unas semanas. Tampoco tuvieron agenda los reyes de Suecia ni de Noruega ni la reina de Dinamarca, todos mayores de 80 años. El príncipe Alberto de Mónaco también tuvo el virus pero en apariencia lo sorteó sin dificultades. No sabemos si algo tuvo que ver la situación que vivieron pero su esposa, la princesa Charlene, ha estado presente en la mayoría de los actos oficiales y se los ve más felices que nunca. Una alegría entre tanta tristeza.

Tal como expresaron reyes, reinas y príncipes soberanos en su discurso de fin de año, la esperanza es la palabra que nos guía en este 2021. Además del agradecimiento eterno a integrantes de los sistemas de salud y a la solidaridad de la gente, todos hicieron hincapié en un único deseo: recuperar nuestra forma de vida, aprender de lo sucedido y confiar en nuestras fuerzas para construir un mundo mejor.

Guillermo y Máxima de Holanda pidieron perdón por haber viajado a Grecia

En enero se produjo el Megxit: el portazo que dieron el príncipe Harry y su esposa, Meghan

En marzo, el rey Felipe creyó que era oportuno “repudiar” a su padre por sus escándalos

Otro acontecimiento feliz fue la boda de la princesa Beatriz de York, que usó un vestido de su abuela

 

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Los reyes de holanda pidieron disculpas por haber viajado a Grecia en plena pandemia

Hace un año, Harry y Megan dejaban la corona británica

Alberto de Mónaco y charlene participaron de varios actos OFICIALES

Felipe de España, Letizia y sus hijas, han tenido una conducta ejemplar y muy activa durante la pandemia

Estefanía y Guillermo de Luxemburgo, con el pequeño príncipe Carlos

La reina de Dinamarca no tuvo agenda real durante la pandemia

La boda de la nieta de la reina de Inglaterra, Beatriz de York

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