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¿Planificar el 2021 es posible?: cómo reorganizar la vida ante la incertidumbre

Aunque sepamos algo más de la pandemia de coronavirus y cómo debemos comportarnos, 2020 nos dejó en claro que todo puede cambiar de un momento para el otro. Herramientas para bajar expectativas y ser más flexibles

¿Planificar el 2021 es posible?: cómo reorganizar la vida ante la incertidumbre

Este año, lo ideal es planificar teniendo varias opciones

31 de Enero de 2021 | 09:15
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El año pasado, a esta altura, estábamos planificando nuestro 2020. Seguramente, si hoy revisamos aquellos planes, la mayoría vería que cambiaron más de una vez a lo largo del año.

Los chicos sólo fueron algunos días a la escuela. Muchos estuvieron unas semanas sin trabajar hasta que se adaptaron poco a poco al teletrabajo. Las actividades deportivas y recreativas quedaron puertas para adentro y la rutina se vio alterada de un momento para otro.

Nos vimos obligados a vivir en condiciones de alta incertidumbre. Siempre hay algún nivel de incertidumbre, sin embargo, los niveles que confrontamos en 2020 superaron posiblemente cualquier situación inesperada de años anteriores.

“Estamos ante una crisis crónica mundial, pero hay que tomarlo con calma, no desesperarse y ser muy creativos”

Alberto Álvarez,
psicoanalista y psiquiatra

 

Ahora, si bien tenemos un poco más de información sobre la pandemia de COVID-19 y cuáles son las medidas sanitarias que mejor funcionan para evitar los contagios, la normalidad no ha vuelto a ser lo que era por más que la vacuna ya se esté aplicando.

¿Cómo hacemos entonces para organizar el año? ¿Hay que hacerlo? ¿Qué se puede hacer para manejar la angustia de la incertidumbre y continuar con la vida cotidiana?

“La pandemia produjo un efecto disruptivo a nivel mundial. Trajo aparejada sensación de caos y desconcierto. Como sociedad hemos pasado por etapas de estupor, de negación y de impotencia. Quienes se quedaron esperando que volviera la anterior `normalidad´ pusieron el tiempo en pausa y experimentaron la frustrante sensación de que fue un año perdido. Aparecieron muchos miedos, que se intentaron procesar de diferentes maneras: a la enfermedad, a la muerte, a la incertidumbre laboral y económica, a la inseguridad, a la pérdida de seres queridos. Miedo a futuras catástrofes y también a que vuelva la forma de vida anterior en sus aspectos destructivos. Parecería que la etapa actual -y las futuras- estarán signadas por el aprendizaje y la construcción de nuevas herramientas para afrontar una realidad que se presenta como muy diferente a la conocida.

El que nos toca es un momento de profundo cambio de `paradigmas´. Formamos parte de una sociedad en “duelo” (cabe aclarar que los duelos no son solo procesos individuales), que intenta procesar muchas pérdidas -a reunirse en multitud libremente, a deambular sin restricciones, a abrazar, a cierta estabilidad laboral, a cierta tranquilidad en relación a la salud, a ver los rostros “completos” de los otros y a mostrar el propio, etc.- a la vez que debe transitar por un proceso de adaptación activa a la nueva realidad”, dice María Fernanda Rivas, licenciada en psicología y psicoanalista.

La especialista cree que a partir de lo sucedido, el mundo comenzó una acelerada transformación que involucra a las ciencias, a la tecnología, a la educación, a la salud y a los vínculos.

“Nos enfrentamos ante el desafío de poder aprender a tolerar la incertidumbre”

 

“Estas transformaciones son acompañadas de incertidumbre en relación al futuro y esto cuestiona ciertas leyes universales y afecta las posibilidades de predicción que permitía la anterior `normalidad´. El mundo era más sencillo antes de la pandemia, porque nos resultaba más conocido”, destaca Rivas y agrega: “desde el paradigma de la complejidad se piensa que los sistemas complejos (y la familia y la sociedad lo son) tienen la capacidad de adaptarse a nuevas condiciones. A esto se denomina `autoorganización´. Se considera que los sistemas `en caos´ no irían hacia la destrucción sino que tendrían la capacidad de autogenerarse permanentemente”.

Para Alberto Álvarez, psicoanalista y psiquiatra, “la incertidumbre es el efecto que predomina y es bastante lógico, porque no hay nada cierto con respecto al futuro. En realidad nunca lo hubo ni lo hay, ya que el futuro se va construyendo día a día en articulación con el pasado y el presente. Yo diría que de alguna forma el secreto de planificar en esta situación, es hacerlo a corto plazo. Hay que bajar las expectativas y organizar cosas a uno o dos meses. Porque sino no sirve, no sabemos todavía qué va a pasar”.

Álvarez subraya un punto importante: “tenemos la creencia de que podemos controlar la vida. Esto -la pandemia de coronavirus- nos vino bien para darnos cuenta que lo que tenemos en la cabeza es ir por lo certero, y eso no existe. Todo estaba `controlado´ y en realidad eso era pura omnipotencia de creer que nada iba a pasar y que la tecnología suplía todo, y no es así”.

“Tenemos a favor las experiencias derivadas del camino recorrido, el entender un poco más de qué se trata, de saber cómo cuidarnos”

María Fernanda Rivas,
Licenciada en psicología y psicoanalista

 

“Hubo al principio mucho miedo y terror, que paralizaba a las personas. Yo vi mucho miedo paralizante, a la muerte propia y a la de los familiares, que en muchos casos se concretizó. También mucha gente que no pudo ver a sus familiares, eso angustió mucho, sobre todo a quienes vivían solos. Ahora, aunque está todo más abierto, hay incertidumbre, porque es algo mínimo lo que funciona. Esta es una apariencia de normalidad que no es tal. Esto va a seguir funcionando bien si se continúa con los cuidados”, cuanta el especialista y propone ser un poco más flexibles.

“Hay que tener, como dicen los brasileños `juego de cintura´, es decir, saber que lo que planificamos en el momento luego puede que no funcione y estar abierto a que las cosas puedan modificarse. Hay q estar abiertos a los cambios, no cerrarse, no obsesionarse con los planes, porque no se sabe nada”.

No se trata de no planificar nada y dejar que la vida “nos pase”, sino “reducir la expectativas. Tampoco llenar la alacena porque se termina el mundo. Estamos ante una crisis crónica mundial, pero hay que tomarlo con calma, no desesperarse y ser muy creativos: los cambios pueden venir de cualquier lado y hay que adaptarse. Yo diría que se tiene que dar un juego de apertura y cierre de los planes. Este primer tiempo va a pasar eso, como con la escuela en Europa, que abrió y luego volvió a cerrar. Esa es una modalidad que hay que tenerla muy presente”, explica Álvarez.

LOS DESAFÍOS

¿Cómo era el consumo en 2001? ¿Cuáles eran los hábitos? ¿Cuáles se mantienen hasta hoy?

No podemos negar que el COVID está siendo una disrupción importante en nuestra sociedad. Pero tampoco hay que decir que fue la única en los últimos 20 años y tampoco será la única en los próximos cinco años.

Las incertidumbres y los riesgos son inherentes a nuestra realidad, y no es de hoy. Sin embargo, hoy no respondemos a los riesgos como lo hacíamos hace 20 años.

La diferencia de timing entre los riesgos de 2021 y hace 20 años es muy notable. Hoy en día es muy probable que un riesgo previsto se materialice incluso antes de tener un plan de acción.

“Tenemos la creencia de que podemos controlar la vida. Eso es pura omnipotencia”

 

“Nos enfrentamos ante el desafío de aprender a tolerar la incertidumbre de un mundo sobre el cual se ciernen amenazas que antes resultaban impensables. El virus COVID-19 puso de manifiesto los efectos de la globalización y el maltrato al planeta. Se incorpora a esto la variable de que sabemos que los virus pueden mutar. Se habla de `convivir con el/los virus´. Se mencionan mucho en estos tiempos palabras como `resiliencia´ y `reinventarse´, términos que aluden a capacidades para convertir vivencias traumáticas en fuerza impulsora y creativa. Las personas parecen estar viviendo más el `día a día´, creando formas de organización no tan abarcativas. Parece estar disminuyendo la exigencia que antes recaía sobre la planificación de los numerosos actos que forman parte de la vida cotidiana”, dice María Fernanda.

Claro que no todo es negativo, y para esta especialista, “luego de casi un año de haberse instalado esta nueva realidad, tenemos a favor las experiencias derivadas del camino recorrido, el entender un poco más de qué se trata, de saber cómo cuidarnos y cuidar a los demás y también cuáles son los efectos de elegir no hacerlo. Hoy no se sabe aún con certeza si comenzarán las clases, si podremos vacunarnos todos, si la vacuna será efectiva, si podremos viajar como antes lo hacíamos, si trabajaremos en forma presencial o remota...”

“La incertidumbre es el efecto que predomina y es bastante lógico, porque no hay nada cierto con respecto al futuro. En realidad nunca lo hubo ni lo habrá”

Alberto Álvarez,
psicoanalista y psiquiatra

 

Los expertos citados recomiendan panificar pequeñas cosas, ir de apoco y sabiendo cuáles son las prioridades. “Cuando hay apertura se deben planificar los contactos para no quedar aislados y en el terror, porque sentirse solo afecta negativamente. Si se planifican encuentros o salidas con cuidados, todo estará bien; porque lo que quedó en evidencia es que el contacto humano es lo esencial. Mantener los vínculos, convivir y trabajar, porque somos seres sociales. Había una pantalla de sociabilidad, pero de los vínculos verdaderos nos habíamos olvidado. Lo que importa es lo que hacemos para otros. En nosotros está el otro, somos porque tenemos esa ayuda del otro desde que nacemos”, enfatiza Alberto.

No hay problema en comprar una agenda o poner un organizador semanal en la puerta de la heladera. Pero escribamos allí con algo que pueda borrar lo anotado, porque como siempre, aunque como nunca, es muy posible que las cosas no salgan como las planeamos.

 

 

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