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La Ciudad |Llaman a recuperar este año “el tiempo perdido”

Escuelas cerradas: advierten por el impacto educativo a un largo plazo

Menos del 1% de los alumnos bonaerenses tuvo clases presenciales en 2020. Ya antes de la pandemia los niveles de rendimiento y graduación eran preocupantes. La crisis sanitaria, insisten expertos, podría agravar esos índices

Escuelas cerradas: advierten por el impacto educativo a un largo plazo

La vuelta a las clases presenciales, que fueron para muy pocos el año que pasó/archivo

Jorge Garay

Jorge Garay
jgaray@eldia.com

4 de Enero de 2021 | 01:54
Edición impresa

Lo que en marzo de 2020 parecía improbable, hacia el final del año se asumió como una fatalidad inevitable: al cabo de una cuarentena inédita, el ciclo lectivo concluía con la inmensa mayoría de las escuelas cerradas. En una Argentina familiarizada con la suspensión de clases -ya por los problemas edilicios de sus colegios, ya por las huelgas gremiales que dificultan el efectivo cumplimiento del calendario escolar- esta vez el conjuro de una pandemia (junto con las decisiones políticas en consecuencia) alejaba por tiempo indefinido a los estudiantes de las aulas. Aun cuando muchos distritos estuvieron sin circulación viral durante meses, pese a que fueron abriéndose actividades y se avanzó del aislamiento al distanciamiento no se logró conciliar el regreso universal a la presencialidad. De ahí que en el amanecer de 2021 las preguntas vuelvan como un búmeran: ¿Qué impacto tendrá el prolongado confinamiento escolar? Una respuesta rápida de los expertos anticipa mayor desigualdad entre quienes menos tienen.

¿Cuándo y cómo retornarán (todos) los estudiantes a las escuelas? Es una incógnita. La Dirección General de Cultura y Educación bonaerense, que ya fijó el comienzo de clases para el 1º de marzo, no definió bajo qué modalidad. Aunque, ante la consulta de EL DIA, desde esa cartera aseguraron que se trabaja “para que haya clases presenciales en toda la Provincia” y que “seguramente” esto se combinará con esquemas “no presenciales”.

Urge definir un plan cuanto antes, alertan los especialistas. Porque en el año de la pandemia, y al igual que en otros puntos del país, la vuelta parcial de los chicos a los colegios no empezó - y parcialmente- hasta octubre pasado cuando, tras siete meses de aislamiento y varias protestas -a las que se sumaron padres y docentes-, comenzó a desandarse la suspensión decretada en marzo. Al final, según datos oficiales, sobre una matrícula total de unos cinco millones, solo regresaron a la actividad escolar 21.000 estudiantes en 26 de los 135 distritos. Menos del 1 por ciento de la media nacional.

Más educación, menos pobreza

En La Plata, por caso, las clases presenciales brillaron por su ausencia y apenas un puñado de escuelas concretó -como en otras comunas- reencuentros no escolares. Al calor de esa realidad, prendió en la Ciudad el movimiento Padres Organizados que, ante la resignación del año que se iba, empezó a juntar firmas por la garantía de un 2021 con los chicos en las aulas.

Es cierto que, gracias al esfuerzo de docentes y familias, aun asumiendo que la enseñanza en la escuela es irremplazable y pese a las dificultades para sostener la educación a distancia (solo en La Plata, dicen, más de 11.000 alumnos vieron obstaculizada la vinculación virtual con sus docentes), muchos jóvenes pudieron continuar de alguna manera con tareas en sus hogares. Pero al menos 6 de cada 10 no fueron a las escuelas, ni siquiera para intentar la revinculación con sus compañeros y maestros. Es la misma proporción de menores que, según uno de los últimos estudios de la Universidad Católica Argentina (UCA), hoy vive en hogares sumidos en la pobreza.

En la Ciudad apenas un puñado de escuelas concretó reencuentros no escolares

“Más educación significa menos pobreza”, advierte un reciente informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano, sin soslayar que la interrupción de clases que impuso la pandemia, lejos de ser exclusiva de la Argentina, llegó a afectar a unas 177 naciones y a más de 1.300 millones de alumnos en todo el mundo.

Ocurre que en varios de esos países -sobre todo en Europa-, aun transitando la segunda ola del virus y sin la precariedad local, los colegios permanecieron abiertos. En momentos en que un rebrote de COVID-19 parece cada vez más cercano en la Argentina, cabría atender las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y una copiosa muestra de estudios científicos que prueban que las escuelas no son grandes focos de contagio. Y que además, como ha vaticinado Unicef, el extendido cierre de los establecimientos educativos podría dejar una “generación perdida” de niños. Porque, como alertó la canciller alemana, Ángela Merkel, “se han demostrado las dramáticas consecuencias sociales que se producen cuando los chicos no van a la escuela”.

Desigualdad, baja graduación y peores rendimientos

¿Qué impacto podría esperarse entonces en un sistema educativo como el argentino que, ya antes de la pandemia, sufría sus urgencias?

Por lo bajo hay quienes temen un escenario con mayores niveles de deserción, alumnos a los que les costará recuperar el ritmo de estudio (por ejemplo aquellos que en 2020 empezaron primer grado a la distancia) y también maestros que se verán confundidos en medio del extravío.

“Los problemas que este cierre ocasiona afectan a todas las comunidades, pero las consecuencias son graves para los niños desfavorecidos y sus familias. Es importante evitar que se agraven aún más nuestras grandes diferencias educativas”, aseveró el director del CEA, Alieto Guadagni, y remarcó que “el confinamiento perjudica más al rendimiento de los niños de las familias humildes, con menos acceso a los recursos tecnológicos para reemplazar el cierre de las escuelas”.

Dentro de ese grupo, subraya el citado informe de la Universidad de Belgrano, “es probable que algunos niños y adolescentes que hoy enfrentan escuelas cerradas no vuelvan a ellas”, lo que configura “un grave riesgo, ya que las escuelas son un instrumento necesario para promover la movilidad social”.

Ya en 2019 los resultados de las pruebas Aprender -realizadas en el último año del secundario- arrojaban un doble llamado de atención: por la gran desigualdad social y los bajos conocimientos de los alumnos, sobre todo en Matemáticas.

Mostraban, por ejemplo, que el 46 por ciento del total de los alumnos no contaba con un elemento más que indispensable para el aprendizaje virtual: una computadora.

En La Plata más de 11 mil alumnos vieron obstaculizado su vínculo virtual con sus docentes

Aun antes de que el coronavirus suspendiera la vida, la graduación escolar -también la universitaria- era baja y desigual, recuerda el estudio del CEA al citar datos del Ministerio de Educación que dan cuenta de que, pese a que la enseñanza secundaria en la Argentina es obligatoria desde 2006, sólo el 43,5 por ciento de los 818.182 alumnos que ingresó a primer grado en 2007 culminó el nivel secundario en el tiempo estipulado, es decir, en 2018. Pero mientras en el sector privado 70 de cada 100 jóvenes egresaban en 2018, en el sector estatal la proporción bajaba a la mitad, con apenas 35 graduados sobre 100.

Ahora bien, ¿con qué preparación terminan estos estudiantes el secundario para después ingresar, permanecer en la universidad y hacer frente al mercado laboral?

Volvamos a Aprender 2019. Vale insistir en que el 72 por ciento de los alumnos del último año escolar tiene los rendimientos más bajos en Matemáticas. La situación, que se agudiza año tras año, tiene mayor impacto en el nivel socioeconómico más bajo, donde el 64 por ciento de los alumnos saca las peores notas, contra el 24 por ciento de los que proceden de hogares más acomodados.

Entre 77 países, la Argentina se ubica 65º en Ciencias; 63º en Lectura y en el 71º en Matemáticas

También los resultados de la última prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), que en 2018 evaluó a adolescentes de 15 años, evidencian una situación crítica. Entre 77 países, la Argentina se ubica en el lugar 65 en Ciencias; en el 63 en Lectura y en el 71 en Matemáticas, por debajo de Chile, Uruguay, Costa Rica, Perú, Colombia y Brasil y muy rezagado con respecto a los alumnos chinos, que lideran el ranking.

Un modelo regresivo que urge revertir

Sin vueltas, el creador y máximo responsable de PISA, el alemán Andreas Schleicher, lo advirtió en una entrevista reciente: “La Argentina era uno de los países más inequitativos en términos educativos y con la pandemia eso se acentuó aún más”, dijo, y que si ya se observa una merma en los aprendizajes, a largo plazo “las desigualdades en la escuela se traducirán en desigualdades mayores en el mundo laboral por las distintas cualificaciones, lo que conllevará a desigualdades sociales más grandes”.

“La mayoría de los pobres tiene trabajos precarios y poco calificados o están desocupados porque carecen de un buen nivel educativo”, completó Guadagni, para quien “la realidad nos está alertando que nuestro sistema educativo avanza hacia la consolidación de un modelo socialmente regresivo, situación que se agrava por esta pandemia global”. Por eso, instó a “implementar una política educativa de calidad y con inclusión social, para asegurar la retención escolar en igualdad de oportunidades”, entendiendo que “nada es más importante en la escuela que el futuro de los alumnos” y que el año lectivo que se avecina impone un imperativo: “Recuperar el tiempo perdido”, en todos los niveles.

 

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