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El corazón sobre todo: la solidaridad dice presente en la Ciudad

Una familia destina un presupuesto mensual para dar de comer, todos los martes, a personas en situación de calle. Y cuenta con voluntarios que colaboran con donaciones y en la logística

El corazón sobre todo: la solidaridad dice presente en la Ciudad

La gente se acerca todos los martes a recibir las viandas de Sandra en las cercanías del San Martín

Cecilia Famá

Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com

23 de Mayo de 2021 | 08:34
Edición impresa

Lo dijo Albert Einstein: “Hay dos formas de vivir la vida. Una es como si nada fuera un milagro; la otra es como si todo lo fuera”. Y lo que hace la familia de Sandra Katsinis es un milagro para muchas personas que viven en la calle. Como si fuese Mamá Noel, llega a la puerta del Hospital San Martín a bordo de su camioneta cargada con viandas de comida, ropa y juguetes; caballetes, tablón y mantel mediante, tiende la mesa; y acomoda la cena para que unas 70 personas tengan su plato de alimento esa noche. Luego reparte pantalones, libros infantiles, mantas, juegos, todo etiquetado con un destinatario para cada cosa, personalizado, por talle o necesidad. Cuando todos tienen lo suyo, pregunta “¿quién me convida un pucho?”, y comparte el momento con los que van quedando. Que son muchos, que la adoran, que esperan a “Sandri” y su familia a las 19.30, cada martes. Después, ella sigue viaje: tiene tres o cuatro lugares más a los que llegar. Un complejo de edificios, alguna plaza, rincones urbanos en los que hay gente que espera también su milagro semanal.

Costó un poco hacer esta nota. Porque a Sandra no le gusta que se la pueda ver como “figuretti”, porque tampoco le interesa ser parte de movidas políticas ni religiosas. “No tengo nada en contra de la iglesia ni de la política, pero tampoco tengo mucho a favor” reflexiona: “nosotros somos una familia que desde hace años destinamos un presupuesto mensual a ayudar a personas que necesitan una mano. Sabemos que hay un montón; cada vez más. Por suerte, también contamos con muchas personas que nos ayudan. Para mí es algo normal cocinarles todos los martes junto a mis hijos, y después salir a repartir. Muchos tienen mi celular y me avisan lo que están necesitando. También me invitan a los cumpleaños de los nenes o a tomar mate un sábado a sus casas. Y si puedo, voy, porque son parte de mi vida”.

Milagros muestra el baúl del auto lleno de comida y donaciones

Si escucharla emociona, más lo hace verla en acción. El martes pasado, EL DIA compartió la jornada con la familia para poder contar de primera mano lo que hace, y cómo lo logra. Los demás días de la semana, las personas en situación de calle reciben ayuda de otras fuentes. Grupos religiosos, o agrupaciones políticas, les acercan sándwiches, sopa, café. Y el Municipio cuenta con un programa dentro de la secretaría de Desarrollo Social, desde el que brinda asistencia (ver aparte).

LOS MARTES MILAGROSOS

Sandra es salteña. Hace 18 años se fue a vivir a Quilmes y desde hace tres está instalada en La Plata junto a parte de su familia. Tiene 6 hijos, de entre 10 y 30 años. Ella es profesora de Educación Especial, pero hace más de dos décadas años que no ejerce. “Siempre he ido a hogares de ancianos a leer cuentos, o a hacer actividades con niños a institutos. Pienso que todo lo que te gustaría hacer, tenés que hacerlo. Que, si todos hacemos un poquito por alguna persona, en total es un montón. Por eso, cuando tuve que ponerle un nombre al grupo, sobre todo para agradecer a las personas que colaboran, y subir fotos para que vean que lo que donaron llega a la gente, le puse “Grupo Hacer La Plata”. Porque no hay que pensar tanto, hay que hacer”, dice convencida.

“Pienso que si todos hacemos un poquito por alguna persona, en total es un montón”

 

¿Cómo es un martes en la vida de Sandra y su familia? En general, empieza a gestarse en los días previos. Ella va pensando el menú en base a lo que obtuvo como donación, y lo que falta, lo compra. Cocina el mismo menú para todas las viandas, lo que hace al desafío mucho más exigente. “Siento que no está bueno que uno tenga una cosa, y el otro, otra. Me gusta que se sientan iguales, con las mismas posibilidades. Si hay algo muy rico, hay para todos. Si hay algo normal, también. ¡Qué lástima que vinieron hoy, que tenemos milanesas con ensalada! Porque el martes que viene hacemos un locrazo para todo el mundo. Y hace poco hicimos empanadas salteñas... También me gusta que siempre haya postre... A veces una fruta, pero mucho mejor un postre elaborado, como el de chocolate de hoy”, se entusiasma con solo decirlo. Y ni hablar cuando sale a entregar las viandas y ve la cara de quienes las reciben.

Es martes, y son las 16. Sandra ya llegó de trabajar en la capital federal -junto a su esposo, son comerciantes- y tiene en el patio los cajones de vegetales que le acercó un grupo platense que hace cultivos ecológicos y que la ayuda semanalmente. Ella limpia la lechuga, mientras su hija Milagros fríe milanesas de pollo. Hay 17 kilos de carne para freír.

En las instalaciones de una ex estación de servicio se sirve la mesa para entregar la comida de cada martes

Sobre la mesa del comedor, hay 130 postres de chocolate ya listos y envasados. Los acercó una voluntaria que ayuda así: los martes que puede, prepara postres. En esa mesa hay una torta de cumpleaños, hermosa, con chocolatines de decoración y mucha crema. Es para uno de los chicos que van esta noche. Le van a cantar el feliz cumpleaños, va a apagar la velita (que llevan aparte, así no sopla la torta, porque hay que cuidarse del coronavirus) y también va a recibir regalos: los tés de frutas que le gustan y otras cosas ricas. Además, va a llevarse el centro del pastel de cumple.

Es bueno aclarar que la casa de Sandra es un hogar de clase media, sin lujos, austero, que huele a limpio, que está súper ordenado y que tiene el garage atiborrado de bolsas de ropa, juguetes, panes y todo lo que le acercan cotidianamente. “A veces no entra el auto, pero no importa. Cuánto más hay, mejor. Con la pandemia es mucha más gente la que necesita ayuda. Estábamos entregando 60 a 70 viandas y ahora son 110 a 130, cada martes”, advierte.

En un pasillo, Josefina e Isidro, los más pequeños de la familia, limpian las conservadoras en las que se van a ir las viandas. Les pasan un trapo con lavandina. ¿Les gusta hacer eso? “Sí, es entretenido”, dice Isidro, quien interrumpió su partida de Minecraft a pedido de su mamá, para ponerse a hacer esa actividad. Jose va a salir también a la noche, con el spray de alcohol, para ponerles en las manos a todos cuando hagan la fila para la cena.

Josefina e Isidro, los más chicos, también ayudan a armar las viandas

“Este es un trabajo de equipo”, explican. El team se completa con su marido Claudio, que se encarga de todo lo usado de la cocina; Flor, otra de las hijas que vive en Quilmes, que viene algunos martes a ayudar y Ramiro, que carga la camioneta y selecciona la ropa y el calzado.

En eso llega a la casa Leo Zaracho, un cocinero platense que da una mano con las proporciones para las viandas, consigue algunas donaciones y fue quien se acercó al diario para contar el trabajo del Grupo Hacer La Plata y señalar la necesidad de visibilizar la tarea de Sandra y su familia, que es enorme. Leo mira las verduras; hay verdeo para el locro de la semana que viene, pero hay otras cosas que se van a echar a perder. Así que lo que no va a las ensaladas del día, se va en bolsitas para entregar después de la cena. Todo llega a la gente. Sin excepción.

“Estábamos entregando de 60 a 70 viandas y ahora son entre 110 y 130, cada martes”

 

¿Qué le hace falta al grupo? Hoy en día, Sandra y los suyos tienen una gran necesidad de contar con un freezer o heladera. Porque hay donaciones que son frescas y no entran en el refrigerador. Ella les pide ayuda a los vecinos, que a veces tienen lugar, y otras veces, no. También recurre al club 9 de Julio, donde muchas veces cocinan. Queda en 21 entre 69 y 70. “Ahí cocinamos varias veces y hay lugar. Les pagamos la luz, pero lo podemos hacer en estos tiempos porque ellos están sin actividad. Si no, sólo tenemos mi casa”, admite Sandra.

DE REPARTO, PERO PROTAGÓNICOS

A las 19 del martes, ya está todo listo para salir a la calle. A Sandra le llegan varios mensajes en el día, preguntando a qué hora llega, contándole que necesitan tal o cual cosa... desde calzado hasta mantas, colchones, ropa de chicos, pañales. Ella va viendo lo que hay; y lo sube, minuciosamente etiquetado con un destinatario, en la camioneta.

Llega al barrio del Policlínico alrededor de las siete y media. Y acomoda su vehículo en la antigua estación de servicio situada frente a la entrada principal del hospital, por calle 1. El sereno del lugar saca el tablón y los caballetes. Ella pone el mantel, y la gente -ya hay mucha esperándola- empieza a hacer la fila. La presencia del diario altera un poco la rutina: las susceptibilidades de exponerse al escrutinio público, o peor, al policial, están a flor de piel. Pero cuando explicamos que estamos haciendo una nota para intentar que a Sandra le llegue más ayuda, todo vuelve a la normalidad.

Se nos acerca una señora con su hijito de 5 años, contándonos que el nene tiene una enfermedad congénita y necesita mucha ayuda. Vive en una pieza que le da su mamá, que “se llueve cada dos por tres”. Dice que necesitan “desde un poco de membrana hasta pañales, este es mi cuarto hijo, los otros tres se me murieron de la misma enfermedad que tiene él”. Desgarra. El chiquito, expresándose a tientas, como se lo permite su retraso madurativo, se hace entender. Quiere foto.

Un joven nos detiene para contarnos “lo genia que es Sandra”, lo mucho que los ayuda, que es un ángel. Una señora mayor se aleja, no quiere saber nada. Se parece a la abuela de la película “Coco”, nos había dicho Sandra. Y así es. Espera su cena en la fila, con el tapabocas puesto. Josefina aplica alcohol, mano por mano.

Después de la cena, viene la parte de Mamá Noel: salen de la camioneta las bolsas con ropa, juguetes y libros. Se reparte todo. Y ese día también hay cumpleaños: así que se enciende la velita, se canta el Feliz Cumpleaños, se piden los deseos... El agasajado vive con su mamá en una pensión, está feliz con su torta. También tiene un pequeño retraso, y más de 20 años. “La calle golpea mucho” -revela Sandra- “trae muchos problemas. Ahora le estoy enseñando a leer a una mamá y a su nene de 14 años, que tiene un problema madurativo. Van aprendiendo bastante. No sabían ni una letra”.

Termina el cumple y la familia de Sandra saluda y se sube a la camioneta. Falta un par de paradas: una, cerca del Parque Saavedra, donde le llevan la comida a dos varones adultos. Uno se había vacunado el día anterior contra el Covid. Festejaron. El otro estaba en medias, porque le habían robado las zapatillas. “Sandrita, si me conseguís más medias, buenísimo”.

Ella promete y luego cumple. Hace. “Porque hay que hacer”, insiste. Nos despedimos a las 22, ella va a hacia otro lugar “al que es mejor que no vaya el diario”, aclara. Agradece. Contagia las ganas de ayudar. El Grupo Hacer La Plata es una revolución amorosa, de solidaridad concreta. Quienes quieran colaborar, “con lo que sea”, pueden ponerse en contacto por medio de sus redes sociales: grupohacerlaplata. “Crea algo que siembre la revolución en tu corazón. El resto vendrá solo”, dice Elizabeth Gilbert. Sandra, y su familia, están en eso.

Sandra y toda su familia junto a Leo, con los productos donados

 

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