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El marido de la reina: un esposo sin título ni corona

La monarquía cuenta con algunas diferencias nobiliarias en cuanto a género que se siguen aplicando desde la Edad Media, cuando comenzaron a formarse las primeras casas reales

El marido de la reina: un esposo sin título ni corona

La princesa Victoria de suecia se casó con el personal trainer Daniel Westling

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

17 de Abril de 2022 | 07:45
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En nuestro último encuentro el homenaje póstumo al príncipe Felipe de Edimburgo nos sirvió como excusa para plantearnos cómo debe ser nombrado el esposo de una reina. Porque nos resulta natural decir “reina Máxima de los Países Bajos” o pensar en Sofía y Letizia como si fueran reinas “de toda la vida” pero lo cierto es que ninguna de las tres lo son, sino que ostentan ese título porque se casaron con un rey. Sin embargo, nunca pensamos en el marido de Isabel II como el rey Felipe de Inglaterra. Los maridos no reciben, en general, este tratamiento.

A priori, parecería que es un privilegio para las mujeres en desmedro de los hombres, pero que los lectores no se engañen. No darle a los cónyuges masculinos el título de rey es más bien una cuestión machista.

En la Edad Media, era casi improbable que una mujer accediera al trono

 

En la Edad Media, época en que comenzaron a formarse las monarquías tal como hoy las conocemos, era altamente improbable que una mujer accediera al trono. Por lo tanto, la palabra “rey” se utilizaba para nombrar al máximo gobernante de un reino. Por su carácter hereditario y por suponerse que un rey era el ejemplo a seguir en cuanto a valores familiares, muy pronto la figura de su consorte adquirió relevancia. Así fue como comenzó a llamarse “reina” a la esposa del monarca pero siempre teniendo en cuenta que era un título inferior, concepto que aún hoy prevalece y por el que no se le dice “rey” al marido de jefas de estado por derecho propio en los países monárquicos.

También en el pasado hubo casos en que aunque una mujer fuera reina por derecho propio, a su marido se le aplicaba el iure uxoris, una locución latina que significa ‘por el derecho de su mujer’, y éste se convertía en rey y era así superior a su esposa. El caso más conocido es, en el siglo XV, el de la reina Juana de Castilla quien heredó el título de su madre, Isabel la Católica, pero que nunca pudo gobernar ya que, no bien casarse, su marido, Felipe de Habsburgo, fue nombrado rey iure uxoris de Castilla.

La reina Beatriz y Claus van Amsberg

España es, en realidad, uno de los pocos países en que, en los últimos siglos, un consorte fue nombrado rey. Nos referimos al marido de Isabel II, hija mayor de Fernando VII, quien reinó por derecho propio entre 1833 y 1868. Isabel había sido obligada a casarse con Francisco de Asís de Borbón, un primo a quien todos llamaban doña Paquita debido a sus amaneramientos. El escritor Pierre Luz, que bien lo conoció, decía de Francisco “es pequeño, delgado, de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. Le gustaban los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas.” Sin embargo, a pesar de su aparente debilidad, luchó con uñas y dientes para ser nombrado rey consorte y como los ministros del gobierno no tenían idea de cómo proceder, lo logró. Conservó el título pero su escasa voluntad para la función pública y la baja performance en el lecho de la reina convirtieron su título en una cáscara vacía.

Juana de Castilla nunca pudo gobernar porque su marido fue nombrado rey iure uxoris

 

Contemporáneo a Francisco de Asís fue el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha quien, en 1840, se casó con Victoria I, una prima Hannover que desde hacía tres años era la soberana del Reino Unido. El tío de ambos, el rey Leopoldo de los Belgas, tenía grandes esperanzas para su sobrino y lo convenció de que Victoria era una joven manipulable a la que fácilmente podría convencer para que lo nombrara rey y gobernaran en forma conjunta. Pero nunca lo logró. Fue un gran compañero y hasta un buen amante pero no participaba de las reuniones con los primeros ministros ni tomaba decisiones más allá de temas administrativos de palacio o la educación de los hijos. Y la única concesión fue que la dinastía pasara a tener su apellido.

Enrique Laborde de Monpezat se casó el 10 de junio de 1967 con la princesa Margarita, heredera al trono de Dinamarca

El siglo XX ya nos encuentra con varias reinas con derecho propio y, por lo tanto, varios consortes a los que les costó encontrar un lugar y una función en la corte.

Enrique Laborde de Monpezat se casó el 10 de junio de 1967 con la princesa Margarita, heredera al trono de Dinamarca. Él era un francés, hijo de conde, que había tenido una vida intensa como diplomático y soñaba con desarrollar un papel institucional de relevancia en su país de adopción. Pero en 1972, cuando su esposa se convirtió en reina, se sintió desplazado a un segundo plano y, sin pelos en la lengua, hizo público su descontento. “Hoy a la mujer se le da el título de reina, pero el marido de una reina no se convierte en rey, por lo que la relación de pareja queda desequilibrada a ojos de la opinión pública y eso es traumático”. Hay algo de injusticia pero también hay un dejo de complejo de inferioridad y celos. Y cuenta de esto dan los berrinches que cada tanto le agarraban por no poder lograr lo que quería. El primero fue cuando en 2002 no fue a la boda de Máxima y el príncipe Guillermo Alejandro porque prefería, dijo, quedarse a reflexionar sobre su vida. Luego, para el cumpleaños número 75 de su esposa, dejó plantada a ella y a las testas coronadas europeas que habían ido a los festejos. Puso una gripe como excusa pero se lo vio ese fin de semana de vacaciones en Venecia.

Y el colmo fue cuando le dijo a Margarita que si no lo nombraba rey en forma inmediata, no quería que sus cenizas descansaran en el mausoleo conjunto que con tanto empeño ambos habían diseñado y construido. Así terminó la aventura de Enrique quien, en 2016, renunció a su título de príncipe consorte y se retiró de la vida pública con una demencia senil cada vez más notoria. Falleció en 2018 sin título alguno. Fue cremado y sus cenizas llevadas a Francia de modo que su lado del mausoleo quedará vacío para siempre.

El príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, marido de la reina Juliana

Los Países Bajos son el reino que más historial de consortes masculinos tienen. Desde 1890 hasta 2013 las titulares fueron reinas pero sus maridos nunca pretendieron convertirse en reyes ni tampoco tener papeles preponderantes dentro del estado.

El príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, marido de la reina Juliana, fue un hombre con grandes contradicciones y los escándalos lo persiguieron aún después de su muerte, acaecida en 2004. Coqueteó con los nazis primero pero luego luchó para los Aliados en la Segunda Guerra Mundial; estaba muy unido a su esposa pero eso no le impidió tener amantes y procrear hijos a los que reconoció post mortem, y, sin escrúpulos, participó en negociaciones turbias para obtener negocios con beneficios propios y para la corona. Se dice, incluso, que en su vista a Argentina en 1951, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, propició venderle al gobierno armas y pagó sobornos para que una empresa holandesa construyera una línea férrea. Nunca fueron comprobadas estas cuestiones, pero lo que sí se sabe, por boca de Perón, es que fue atendido como un rey y que ese tratamiento no fue correspondido ya que cuando el ya ex presidente tuvo que exilarse, Bernardo no respondió a su pedido de ayuda. “Este hombre tenía obligaciones conmigo. Cuando fue a la Argentina, yo le traté con todos los honores. Esperaba que Bernardo fuese un caballero por su condición de alemán pero vi que ni siquiera merecía ser alemán. ¿Quién es el príncipe Bernardo? ¡Una mierda, como decimos nosotros!” dijo el General.

Francisco de Asís de Borbón, se casó con Isabel II de españa, su prima, y fue nombrado rey consorte

Otro alemán fue el hombre elegido por Beatriz, la hija de Juliana y Bernardo, para casarse. Se trata de Claus van Amsberg. Claus había pertenecido a las Juventudes Hitlerianas y por eso el gobierno holandés fue bastante reticente a aprobar este matrimonio pero la princesa enamorada no quiso echarse atrás. Beatriz recordó esta polémica treinta y cinco años después cuando su hijo mayor, Guillermo Alejandro, tuvo que convencer al Parlamento de que lo dejaran casarse con Máxima Zorreguieta a pesar de que el padre de la joven había sido funcionario de un gobierno de facto en Argentina. Finalmente, en 1966, Beatriz y Claus contrajeron matrimonio y cuando en 1980 ella se convirtió en reina fue un gran compañero aunque de escasa relevancia en asuntos de estado debido a su débil salud. No tuvo, ni por asomo, afán de protagonismo pero lo recordaremos siempre por el consejo que le dio a Máxima, su futura nuera, el día de su compromiso: que aprendiera a la perfección el neerlandés, un idioma que a él le había sido esquivo.

Los Países Bajos son el reino que más historial de consortes masculinos tienen

 

Con el fallecimiento, hace un año, del príncipe de Edimburgo no quedan hoy en Europa príncipes consortes pero no será así por mucho tiempo. La princesa Victoria se convertirá en reina cuando su padre fallezca o abdique y Suecia tendrá que decidir si Daniel Westling, su esposo desde 2010, será conocido como príncipe o rey consorte. Vale aclarar acá que aún en pleno siglo XXI Victoria no la tuvo fácil: estuvieron nueve años de novios hasta que el rey Carlos Gustavo dio el consentimiento para que se casaran. Parece que no le gustaba el muchacho porque era un simple personal trainer pero Daniel supo ganarse su aprobación al convertirse en un empresario exitoso y enarbolar la bandera del deporte como base para la formación de los niños. La elección de Victoria fue la adecuada ya que forman la pareja más popular de la familia real.

Victoria no es la única que será reina en un futuro más o menos inmediato. Aguardan su turno Leonor en España, Catalina-Amalia en los Países Bajos, Isabel en Bélgica e Ingrid Alejandra en Noruega. Aún son solteras pero, en su momento, será un desafío para los gobiernos de estos países y para la sociedad, darle un título a sus consortes que se adecúe a los nuevos tiempos y en los que no haya ningún tipo de discriminación. Algunos de estos países se han planteado lo que pasaría si estas princesas decidieran casarse con una mujer. Ya los primeros ministros respectivos han dicho que poder, pueden. Lo que nos plantea una nueva situación… la esposa de, por ejemplo, Leonor de España ¿será princesa o reina consorte? Queridos lectores… el futuro ya está aquí y si las monarquías quieren sobrevivir tendrán que acompañar e incluso adelantarse en sus decisiones para acompañar la construcción de una sociedad más igualitaria sin dejar de lado la tradición.

 

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