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Una hinchada con aguante: las mamás del fútbol

Con frío y garúa, ráfagas que levantan polvaredas épicas, o en verano junto a una cancha sin sombra, recorren la región de punta a punta y son las hinchas número uno de sus hijos e hijas. Transitan un “apostolado” que va de llevar, traer y esperar a los chicos en sus entrenamientos, a pasar largas jornadas junto al alambrado los sábados, domingos… y feriados. Lo hacen con pasión. Y lo cuentan en esta nota

Una hinchada con aguante: las mamás del fútbol
Cecilia Famá

Cecilia Famá
vivirbien@eldia.com

14 de Agosto de 2022 | 07:25
Edición impresa

“Mi vieja siempre se encargó de llevarnos a fútbol con mi viejo. Nosotros perdimos a mi viejo cuando teníamos 12 años y fue ella la que se encargó de seguir llevándonos a las canchas. Hizo un sacrificio terrible, hasta llegar a jugar en Primera, que siempre me iban a ver, ella con mis hermanos, se hizo cargo de toda la situación. De llevarnos a entrenar, a jugar, de acompañarnos siempre”, recuerda el ex jugador de Gimnasia y Esgrima de La Plata, Lucas “Bochi” Licht, acerca del trayecto recorrido en divisiones infantiles y juveniles, tanto suyo como de su hermano, quien también jugó en GELP, Cambaceres y Villa San Carlos.

Leandro “Chino” Benítez, ex jugador del Pincha, revela una historia muy parecida: “mi vieja siempre me acompañó. Desde chiquito. Empecé a jugar a los 4 años, y ya me acompañaba, y a medida que fui creciendo también. En juveniles también me acompañó a todos lados… tanto a mí como a mis hermanos. En la cancha en que jugáramos, mis viejos siempre hacían el esfuerzo de ir a vernos, tanto a mí como a todos sus hijos. Después tuve la suerte de llegar a Primera y la mayoría de los partidos me fueron a ver, tanto de local como de visitante. Cuando el trabajo se lo permitía, mi mamá siempre estaba presente ahí, viendo a su hijo y apoyando al equipo”. El hermano del “Chino”, arquero, ataja actualmente en Villa San Carlos.

Muchas madres ya se han hecho amigas de tanto compartir las tribunas

“Giuliano tiene 10 años, y juega en la categoría 2012 de fútbol infantil de Crisfa” resume Gisela Maciel, su mamá: “empezó en 2020, porque iba a una escuelita de fútbol recreativo pero quiso empezar a competir. Teníamos buenas referencias del club y nos queda cerca de casa, así que lo elegimos y nos recibieron de diez. Después vino la pandemia y se paró todo, pero de a poquito, cuando volvieron, se armó un lindo grupo de madres”.

“Este año vimos que había mucha gente con linda energía, tratando de hacer cosas por los chicos, y nos dieron ganas de hacerlas nosotras también. Con otras mamás, presentamos una propuesta para armar un ‘roperito solidario’, pedirles a todas las categorías que donaran indumentaria con los colores del club, verde y blanco, y calzado deportivo o botines, para armar un ropero y darles a quienes lo necesiten” dice Gisela.

“Desayunamos en la cancha, almorzamos ahí y si el día está lindo nos quedamos hasta el final”

 

“La subcomisión de madres no existía, así que hicimos la propuesta y la formamos en mayo” advierte Gisela: “el roperito ya está en marcha, la gente se enganchó y colabora. Nosotras ahora tenemos otras ideas. Vamos a ir poniendo objetivos para hacer cosas puntuales por el club y por los chicos entre las 7 madres que integramos la comisión”.

Andrea y su hijo Matías (izquierda) y Pedro con su mamá Carolina (derecha)

“En este momento, estamos haciendo una rifa para el Día del Niño, y todos los padres están colaborando; recibimos el apoyo de todo el club, y la verdad es que en dos meses se armó algo re lindo” agrega la mamá de Giuliano: “lo que hacemos es autogestionarnos, estuvimos vendiendo miel, después la rifa es para la fiesta del Día del Niño… lo que falta lo pone el club, pero ésta es nuestra manera de aportar nuestro granito de arena”. Dice la mamá, entusiasmada por los aportes que pueden hacer a la actividad de sus hijos.

EL MATE, LA CANCHA, LA VIDA

Todas los sábados por la mañana, Sofía Mateos prepara el mate, carga la reposera en el baúl del auto y sale para alguna canchita de fútbol infantil. Su hijo juega en el club del barrio en el que viven ambos, junto a Paulina, su hija menor. Tienen 6 y 4 años. Saben que arranca el fin de semana y tienen plan: ven todos los partidos de las infantiles, porque en el club también juegan los primitos, en otras tres categorías diferentes. “Esta es nuestra vida: el club, el fútbol”, dice la mamá y tía orgullosa.

“Nosotros somos los tres solitos, y amamos el fútbol. Somos todos de Boca. Desayunamos en la cancha, almorzamos ahí, y si el día está lindo nos quedamos hasta que termina la fecha”, cuenta, choripán en mano, mientras reparte hamburguesas y gaseosas a los chicos.

“A veces se gana, aveces se pierde, pero lo importante es que estamos juntos, en familia, compartiendo nuestra pasión”, dice la mamá del zurdito que ya entra a la cancha, vistiendo los colores del barrio.

Leandro Benítez y su madre

Nico, dice, “está todo el día pateando la pelota. Cuando no está en el club, va a la plaza con los vecinos. En la escuela, lo mismo en los recreos. A mí me encanta que le guste. No me importa nada que rompa los pantalones, gaste zapatillas o que lo poco que tenemos lo pongamos en la nafta para ir a todos lados los fines de semana. Esta es nuestra vida”.

“Beni arrancó fútbol en una escuelita de infantil, en EFI, un poco antes de cumplir 4 años. Lo mandamos para ver si le gustaba el deporte… y sí, le encantó. Así que al año y medio, cuando vimos que necesitaba otro tipo de exigencia, o entender mejor lo de las posiciones, empezamos a buscar clubes por nuestro barrio. Tuvimos algunas malas experiencias, y por recomendación llegamos a Beto Avalos, en Gonnet” repasa Mariela Luna, periodista y emprendedora.

“La verdad es que el club se convirtió prácticamente en nuestra segunda casa”

 

“Hace cuatro años que está jugando ahí y estamos re contentos. La verdad es que se convirtió prácticamente en nuestra segunda casa. Vamos tres veces por semana a los entrenamientos. Nos vamos turnando, con mi marido, porque tenemos otra hija y hay días en que se superponen los deportes. Pero el que va, lo acompaña y se queda las dos horas de entrenamiento, los martes, jueves y viernes” aclara.

“Los fines de semana, Beni juega los sábados en una liga y los domingos en otra. Domingo de por medio viajamos, por lo general lo hacemos en familia ambos días. Tanto él como nosotros tomamos la responsabilidad de darle la prioridad a sus partidos, a sus entrenamientos, porque así se lo fueron inculcando desde el club y nosotros también. Los fines de semana se convirtieron en ‘fútbol, fútbol, fútbol’” admite Mariela: “le hemos explicado a la familia y amigos que ya no hay tantas reuniones para los almuerzos, ni sábados libres, y que a los cumples a veces llega más tarde, y a veces no llega. Los de fútbol, se organizan siempre en base a los partidos, así que a ésos puede llegar bien” .

Lucas Licht, junto a su mamá

“Él ha tomado su responsabilidad de darle prioridad al fútbol; lo acompañamos en eso y estamos muy contentos en poder hacerlo. En lo que le guste, siempre lo vamos a acompañar. Y él disfruta muchísimo. A veces le va bien, a veces mal y se angustia, pero lo contenemos, como con todo en la vida. Me encanta verlo jugar, verlo compartir con sus amigos. Me gusta verlos crecer. Los conocemos de tan chiquitos, que me encanta ver cómo se van formando y aprenden cada vez más”.

“Después de tantos años de este sentido de pertenencia con el club, y de compartir tantas horas en los entrenamientos, o los fines de semana, o los viajes domingo por medio, a veces se pasan muchas horas ahí. Y fuimos formando un grupo de padres súper lindo. Todos nos llevamos bien con todos. Con algunos hay más afinidad, y nos juntamos a comer, los nenes se quedan a dormir en nuestras casas, hacemos algunas escapadas juntos… participamos de los cumpleaños. A lo largo de los años eso se ha ido afianzando, porque la pasamos bien juntos. Encontramos gente linda con la que se pueden compartir cosas más allá de los partidos y la cancha”.

“No hay fines de semana libres, y cuando dijeron que había una semana de vacaciones de invierno, nos organizamos una escapadita a la Costa. Tenemos un vínculo hermoso con las familias”, dice Mariela, sobre la relación que estableció con Mariana, Julieta y Natalia.

“Perdimos a mi viejo cuando tenía 12 años y mi mamá siguió llevándonos a las canchas”

 

“Somos amigas, tenemos un vínculo más allá de la cancha. Entre nosotras y con los nenes, con los hermanos, todos. Yo tengo un hermano más grande, pero no jugaba al fútbol. Mi marido sí trae esto de familia; llevaba esta vida con sus hermanos. Escucho las historias de mi suegra, de cancha en cancha, porque eran cuatro varones, así que tiene tanto para contar… Siempre digo que soy una bendecida de poder acompañarlo. Mucha gente te dice ‘estás loca, no tenés fin de semana, te vas de acá para allá…’ y sin embargo nosotros estamos muy agradecidos de poder hacerlo. Y mientras a él le guste, lo vamos a hacer y de mil amores”.

Mariela, está firme cada fin de semana en las gradas viendo cómo juega Beni

LA IMPORTANCIA DEL DEPORTE

“El hecho de que las mamás animen a sus niños a hacer ejercicio le estará permitiendo que disfrute de otros valores. En concreto, le estará ofreciendo que goce de beneficios que lo acompañarán durante toda su vida”, dice Martina Sosa, psicopedagoga.

“El deporte es una estupenda herramienta para desarrollar tanto los músculos como los huesos. No menos importante es que el ejercicio ayuda a conseguir que los menores vayan mejorando sus habilidades sociales”, agrega la experta en Infancia.

“En la cancha en que jugáramos, mis viejos siempre hacían el esfuerzo de ir a vernos”

 

“De igual modo, hay que destacar que cualquier disciplina de este tipo sirve para aprender un sinfín de valores. Y más aún si las prácticas o las competencias son compartidas en familia. Esto estrecha los vínculos entre padres e hijos y además transmite a los chicos mucha seguridad, y confianza en sí mismos” finaliza la experta: “la experiencia de compartir lo que ellos les gusta, apoyarlos, hacerse el tiempo de acompañarlos, charlar sobre lo que a ellos les pasa, tanto las alegrías como las frustraciones, consolidan un vinculo. Desde el amor y la compañía, los padres ofrecen herramientas que ayudarán al crecimiento de esos chicos. Para siempre”.

Gisela y Giuliano, inseparables en la cancha

 

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