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Séptimo Día |CERVANTES Y SU DEFENSA DEL GUERRERO

Hoy son misiles y drones, antes fueron los garrotes

La historia de la humanidad atada a las armas. Los misterios del primer crimen, el de Caín. Varones y mujeres sumados a los combates. El puñal de Borges

Hoy son misiles y drones, antes fueron los garrotes

Caín matando a Abel ( Gaetano Gandolfi, 1734-1802 )

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

26 de Marzo de 2023 | 06:34
Edición impresa

Ahora mismo se podría apretar un botón desde un despacho aséptico y disparar un misil de largo alcance, que detona su carga a 8 mil kilómetros de distancia. Se cree que Corea del Norte tiene más de mil misiles con distintas capacidades de destrucción y muerte, que pueden llegar a los Estados Unidos. Que también tiene los suyos para responder o lanzarlos antes. Miles de ojos electrónicos y de aviones espías vigilan el espacio. Nos toca este tiempo.

Menos audibles, ya que sólo zumban como abejas, y casi invisibles, los drones se sumaron en los últimos años al armamento humano. Hoy revolucionarios, por su condición original de “civiles” –se los empleaba muchas veces para curiosear la vida amurallada de artistas de la farándula o de magnates-, en Ucrania se hicieron conocer como armas letales. Pequeños, casi invisibles, manejados a distancia, pueden desatar un diluvio mortal de granadas.

El mundo está dado vuelta, lo dijo Discépolo. Existe una estimación sobre la cantidad mundial de armas existentes: son más de mil millones, una cifra que es un 32 por ciento más alta que la estimación anterior de 2006.

Mientras tanto, según el proyecto Google Books el total mundial de libros estaría en los 170 millones de ejemplares disponibles. Es decir una cantidad sensiblemente menor a la de las armas.

Es cierto que los libros y las armas no se parecen en casi nada, pero también es verdad que los dictadores del mundo le tienen más miedo a un libro que a un arma de fuego. Los perseguidos de Farenheit 451 son los libros. Y en la realidad de muchos países totalitarios, hay más escritores y lectores presos que fabricantes de armas en los calabozos.

Hoy son misiles, drones, baterías, tanques, aviones, submarinos. Antes de lo atómico, antes de lo cibernético, las armas fueron más humanas. Nunca humanitarias, pero sí humanas por manuables. Durante siglos hubo que pelear cuerpo a cuerpo, con corazas y yelmos en el mejor de los casos, ya cuando el progreso daba sus primeros pasos. Porque antes de ese antes las luchas eran a cara y cuerpo limpios, con palos, con garrotes, con piedras.

Pero antes de esa edad pretérita de la Tierra, antes de ese inicio de las guerras, Caín había matado a Abel. Ningún texto sagrado, ni la Biblia ni el Corán, dicen con qué armas el hermano mayor mató al menor. Técnicamente, a ese homicidio –el primero de la historia penal- le faltó un elemento que integra el cuerpo del delito: el arma. Es claro que estaba Dios el omnisciente, que fue quien sin más trámite lo encaró al agresor y, pasando por alto cualquier chicana procesal, lo acusó y condenó por el fratricidio.

En cuanto a lo que vendría a ser la justicia humana –que, como se sabe, se toma sus tiempos- nueve siglos después alguien aseguró que Caín había usado una quijada de asno para matado a golpes a Abel. Sin aclarar en qué fuentes había bebido esa información.

Y también nueve siglos después, o sea en el XVIII, el artista italiano Gaetano Gandolfi pintó aquel primer crimen de la humanidad. En el cuadro se afirma y aprecia con claridad que el arma homicida fue la mandíbula inferior de un asno. Pero nunca se supo realmente cuál fue el arma empleada, si es que no fueron las meras manos de Caín.

LOS ESCRITORES y LAS ARMAS

Si bien la mayoría de los escritores denigran a las armas, en especial a las de guerra causantes en la historia de matanzas y genocidios, algunos las defienden. Uno de estos últimos no es poca cosa: se trata de Cervantes, el maestro de las letras, que fijó su posición en varios de sus textos.

En el “Discurso de las Armas y las Letras” le hace decir al mismo Don Quijote que el hombre de armas es superior al de letras. Habla de semejanzas y divergencias entre el camino de las armas y las letras y Don Quijote se pronuncia por la supremacía de las armas, ya que el trabajo del soldado, pese a ser físico, está inspirado en defender a las leyes y hacer justicia para que haya paz.

“Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, vaguidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a estas adherentes, que en parte ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que al estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida”

Otro español pero casi de nuestro tiempo, que peleó por la República en la Guerra Civil española, Miguel Hernández, portó armas, escribió poemas en favor de los fusiles libertarios, aunque también advirtió: “Tristes guerras/ si no es amor la empresa./ Tristes guerras./ Tristes armas/ si no son las palabras.// Tristes, tristes.// Tristes hombres/ si no mueren de amores./Tristes, tristes.”

 

También Borges exaltó las armas. Sobre todo las espadas, las dagas, el cuchillo orillero

 

“Mi arma principal es la plegaria muda”, dijo Gandhi. Antes Cicerón expresó: “Las leyes callan cuando las armas hablan”. Y Flaubert formuló esta advertencia: “No le demos al mundo armas contra nosotros, porque las utilizará”.

También nuestro clásico, Borges, exaltó las armas. Sobre todo las espadas, las dagas, el cuchillo orillero. En un breve cuento o ensayo poético titulado “El puñal”, encuentra que la finalidad intrínseca del arma, está en ella y no en la intención humana.

“En un cajón hay un puñal”, empieza el texto. Dice que es un puñal forjado en Toledo que Luis Lafinur le regaló a su padre. “Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano”, cuenta. Está en el cajón desde hace tiempo, pero “otra cosa quiere el puñal”, afirma. El puñal sueña en los puñales que mataron a César, “quiere matar, quiere derramar brusca sangre”.

Drones turcos que una Ucrania en la guerra ante Rusia

En un cajón del escritorio que fue de su padre, entre borradores y cartas, interminablemente “sueña el puñal su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres”. Termina Borges: “A veces me da lastima. Tanta dureza, tanta fe, tan impasible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles”.

HISTORIA VARIADA

La literatura fue dejando testimonio de la evolución de las armas. Al tosco garrote de las cuevas, le siguieron las flechas, las espadas, los tridentes griegos, los trirremes griegos y romanos, los dardos selváticos, los carros antecesores del tanque. Pero no sólo hubo varones en las contiendas, sino incontables heroínas.

Se puede hablar de Artemisia de Caria, una aristócrata cretense que apoyó al rey persa Jerjes en su intento por conquistar a Grecia. Combatió durante la segunda guerra médica (480-479 a de C.) y a la par de los varones en la batalla de Salamina.

Rodoguna de Partia, hija del rey parto Mitríades (171-138 a de C.), quedó a cargo de su imperio luego de una rebelión, se puso al frente de las tropas y espada en mano combatió en primera línea.

 

Pero no sólo hubo varones en las contiendas, sino incontables heroínas

 

Se dice que en Roma el arma de los varones para cometer homicidios fueron el puñal y la espada, mientras que el arma de las mujeres romanas fue el veneno. Locusta, la amante de Nerón, fue una verdadera especialista y la más clásica de todas fue Lucrecia Borgia, sobre quien ahora los nuevos historiadores salen en su defensa. Veinte siglos después una mujer argentina, Yiya Murano, se armó con masitas de cianuro y una tarde de te en su casa envió al otro mundo a tres de sus amigas, a las que les había sacado dinero para colocar en una supuesta mesa que les daría ganancias.

Jorge Luis Borges

Y para volver a las mujeres épicas, cómo no rescatar, entre tantas otras, a Juana de Arco (1412-1431), la Doncella de Orleáns, aquella joven campesina considerada para siempre la libertadora de Francia por su papel durante la etapa última de la Guerra de los Cien Años.

Juana conquistó batallas memorables y enfrentó sin temor alguno a la fuerte dominación inglesa. En 1803 Napoleón la declaró “símbolo nacional de Francia”. Fue beatificada en 1909 y declarada santa en 1920, convertida en uno de los nueve santos patronos de Francia. Ella batalló, con las armas limpias que buscan liberar y no esclavizar.

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