El encanto de las obras de arte inconclusas

En el campo de la música se conoce el dramático y emotivo del Requiem que compuso Mozart

La editorial Lumen editó en julio del año pasado una colección de once libros con escritos de Silvina Ocampo, parte de cuyos textos inéditos fueron renovados, comentados y anotados por el crítico Ernesto Montequín, albacea de la ex esposa de Adolfo Bioy Casares, al cumplirse el 120 aniversario de su nacimiento. De modo que los libros de Ocampo volvieron a ocupar las vitrinas de las librerías.

Se trató de una experiencia inusual, que no sólo le da plena vigencia a una autora -que no dejó de interesar a lectores y cuya obra inquietante sigue en pie-, sino que se emparenta con la tradición de las obras de arte que quedaron inconclusas y que de pronto sobreviven por la mediación de sucesores y admiradores.

En los libros, pero también en la pintura, en la música o en la arquitectura hay un encanto especial en las obras inconclusas, cuyos autores murieron antes de acabarlas.

Las tapas de los once libros de Silvina Ocampo / Web

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En el caso de la obra de Silvina Ocampo le pusieron títulos a material que no lo tenía, se armaron como libros muchos originales que habían quedado dispersos, se reconstruyeron manuscritos, en otras palabras y tal como dice la crítica Romina Magallanes, se realizó un proceso que “confiere a los textos póstumos sentidos nuevos, no preexistentes al montaje, que, asimismo, se proyectan, reconfiguran y transforman a la obra publicada, dotándola de nuevas legibilidades”.

Hermana de Victoria, una de las mujeres intelectuales más activas y fuertes durante décadas en el país, casada con el exitoso Bioy Casares y amiga de Borges, Silvina quedó como eclipsada durante años hasta que en los últimos tiempos fue rescatada por las investigaciones académicas y por este gesto del albacea y la editorial.

“Cuando me he enamorado, me he entregado por completo. He sido sincera y he esperado que los otros también lo fueran conmigo. Pero los otros nunca son sinceros, nunca terminás de conquistarlos; siempre se reservan algo que uno no imaginaba”, dijo ella en una entrevista

Silvina Ocampo instaló su intimidad en la cara oculta de la Luna, amó al amor y sin quererlo se convirtió en una escritora intemporal y fascinante. Esta posteridad, la de ahora, le da presente y proyección en la literatura.

JANE AUSTEN

El caso de la novelistas inglesa Jane Austen (1775-1817) debiera figurar en la Guía Guinnes, ya que dos de su libros –Los Watson y otra de sus obras, Saditown- quedaron inconclusos y hasta la fecha, en el caso del primero, no dejaron de añadirle finales tanto literarios como cinematográficos. El talento de Austen, admirado por el entonces Rey Jorge V, fue comparado al de Shakespeare.

En el caso de Los Watson, dejó inconclusa la novela en 1805 por la tristeza que le dio el fallecimiento de su padre. El primer final literario, posterior a la muerte de la escritora se debe a su sobrina Catherine Hubbak. Ella dijo que su hermana le contó que la escritora le había anticipado cuál sería el final del libro, de modo que un día se decidió, tomó la pluma, describió ese final y tituló el libro como The Younger Sister.

Lo cierto es que a lo largo de más de dos siglos se sucedieron siete ediciones de Los Watson con finales diversos. Las tres últimas corresponden a Joan Coates (1957), Joan Aiker (1996) y Helen Baker (2008). Es como si en la literatura británica existiera un género especial consistente en darle la puntada final al libro que dejó inconcluso la pretérita Austen.

Austen dibujó con sarcasmo –con un consistente feminismo- una época en la que las mujeres se ocupaban sólo de artesanías y eso la exasperaba. Fue una precursora en la necesidad de intensificar la educación de la mujer.

En una de sus obras aparece este texto revelador: “Todas pintan, forran biombos y hacen bolsitas de malla. No habré conocido a una que no sepa hacer todo esto, y estoy segura de que jamás me han hablado de una chica por primera vez sin referírseme lo talentosa que era.” (…) “Una mujer debe tener un amplio conocimiento de música, canto, dibujo, danza, y lenguas modernas para merecerse esa palabra (talentosa); y, aparte de todo esto, debe haber algo en su aire y en su manera de andar, en el tono de su voz, en su forma de relacionarse con la gente y en su expresión, de no ser así, no merecerá completamente la palabra”.

GAUDI

En Barcelona se vive y respira el encanto de una catedral, la Sagrada Familia, diseñada por el genio del arquitecto catalán Antonio Gaudí (1852-1926) que recibe cada doce meses a más de 5 millones de turistas al año y que permanece inconclusa desde que se inició su construcción en 1882, el mismo año de la fundación de La Plata.

A pesar de no haber sido termina, es considerada desde su misma creación como uno de los monumentos arquitectónicos más creativos y relevantes de la historia. En su interior no hay una sola línea recta y sobre este punto dijo Gaudí: “la recta es del hombre; la curva es de Dios”.

Gaudí trabajó cuarenta años en la ejecución de la basílica y murió antes de completarla, arrollado por lento tranvía barcelonés. Desde entonces sus seguidores continuaron trabajando en la Sagrada Familia, que se financia exclusivamente por donaciones. Se busca en este caso respetar a ultranza el diseño de Gaudí.

Hace poco tiempo una empresa de Japón ofreció millones de dólares para terminar la obra rápidamente, pero la población de Barcelona se negó porque quiso seguir al ritmo de las donaciones. En la actualidad el creciente ingreso por entradas que pagan los turistas aceleró los trabajos y esperan finalizarla para 2026.

La Sagrada Familia / Web

MOZART

En el campo de la música –además de la consabida sinfonía Inconclusa de Franz Schubert- se conoce como ejemplo dramático y emotivo del Requiem que compuso Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y que no pudo concluir.

Se sabe que pocos meses antes se presentó en su hogar un desconocido, vestido de negro y con un antifaz, que le encargó a Mozart que compusiera una misa de réquiem. Le adelantó un dinero, iniciándose a partir de allí una relación tormentosa por los incumplimientos del músico, requerido para otra tarea por el teatro de Praga para que escribiera una opera, La clemencia de Tito.

Una leyenda no probada dice que el personaje de negro (llamado Franz Anton Leitgeb) era un enviado del conde Franz von Walsegg, músico aficionado cuya esposa había fallecido. Este hombre quería que se interpretara el réquiem como de su autoría, es decir pretendía sostener que la misa era obra suya.

El episodio está retratado en la película Amadeus, de Milos Forman, en la que se asegura que, muerto Mozart, el que completó la creación fue el compositor italiano Antonio Salieri, una suerte de rival envidioso del talento de Mozart, aunque esta última versión es considerada falsa.

Otra versión señala que el morir el compositor el 5 de diciembre de 1791 y dejar el Requiem inconcluso, fue su mujer Costanza la que buscó al compositor Franz Süssmayr, su discípulo, para que lo concluyera. Y se añade que Costanza le habría pagado a Süssmayr para que no revelara su intervención.

Sea como sea, en la inmensa mayoría de los casos –no sólo los mencionados aquí sino muchos otros que corresponden a intelectuales y artistas de todos los tiempos que dejaron inconclusas sus obras- el talento de estos creadores pudo generar –luego de su muerte- la inercia suficiente para que sus trabajos tuvieran un punto final por encima del decoro, una ejecución completa de la obra, una encantadora nota última que las convierte en patrimonios de la humanidad.