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Séptimo Día |EL HUMOR, COMPAÑERO DE LA INTRIGA Y EL SUSPENSO

El género policial sigue gozando de buena salud

Volvió a liderar ventas la dama del crimen y el misterio, Agatha Christie. Los detectives inundan vidrieras y pantallas. Ejemplos en la Argentina

El género policial sigue gozando de buena salud

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

8 de Septiembre de 2024 | 07:29
Edición impresa

Al género policial los críticos lo daban por muerto, pero desde hace algún tiempo viene mostrando que está vivito y coleando. La ola renacentista, como se verá, está ahora presionando fuerte en Gran Bretaña, una de las patrias nativas de este género. Un crimen, un robo u otro delito, la acción de un detective, el suspenso, la persecución son los rasgos fundamentales de un género atrapante, al que nunca le falta el ingrediente de unas gotas de humor.

En la Argentina tuvieron hace poco amplia repercusión novelas policiales, entre otras, las de Jorge Fernández Díaz –la más reciente de ellas, Cora, editada por Planeta este año- o de Ricardo Piglia que cultivó a fondo el género como autor y ensayista. Hay algo cautivante en el género, ya que hay algo de Sherlock Holmes en cada uno de nosotros.

Los críticos sostienen que de todos los géneros literarios, el policial es el más joven de todos, ya que pese a que existen unos pocos antecedentes más antiguos, se considera que alumbró ya avanzado el siglo XIX, por obra y gracia de Edgar Allan Poe (1809-184) en su relato de Los crímenes de la Calle Morgue, investigados por el incansable detective Auguste Dupin.

Seguramente que el avance en esa época de los diarios y de las crónicas policiales pusieron leña en la caldera de Poe. La llamada era dorada del género comenzó en el área de habla inglesa, según señala el crítico Román Setton, hacia 1914 (nada menos que cuando se inició la Primera Guerra Mundial) y se habría eclipsado en 1939 (justo cuando empezó la Segunda Guerra). Estas coincidencias extrañas son una característica paradójica del género. Le gusta contrastar con lo real y nunca se sabe bien por qué, pero allí está, porque lo policial tiene también mucho de humor negro, de reacción fantasiosa ante la tiranía de la realidad.

“La historiografía de la literatura policial argentina –dice Setton- ha seguido los dictámenes de Borges en relación con lo policial, quien colocó este modelo de narración como patrón oro del género. Dentro de este marco, los estudiosos, críticos y antólogos del policial (Rodolfo Walsh, Donald A. Yates, Jorge B. Rivera, Jorge Lafforgue, etcétera) consideraron la década de 1940 como el punto inicial de la literatura policial argentina”.

Justamente el estadounidense Donald Yates creyó ver en Seis problemas para Don Isidoro Parodi, el libro de cuentos policiales publicado por Emecé en 1942 y escrito por H. Bustos Domecq, seudónimo de los escritores Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, la piedra fundamental del género en nuestro país.

En este punto coincide con Yates nada menos que Rodolfo Walsh que señala a Seis problemas para Don Isidoro Parodi, como el inicio de la novela policial en la Argentina. La relación Walsh-Borges es digna de mucho más que un párrafo: siempre estuvieron en las antípodas en cuando a su visión política, pero ambos se admiraron, se respetaron y tuvieron siempre una buena relación.

En cuanto a Yates, vale recordar que fue alumno en la Universidad de Michigan de Enrique Anderson Imbert, un intelectual platense que hizo el secundario en el Colegio Nacional para seguir luego una descollante carrera de profesor de letras en las universidades de Tucumán, Córdoba, Buenos Aires y de los Estados Unidos. Con Anderson Imbert y luego Walsh, muy joven conoció la escritura de Borges y quedó asombrado. Lo consideró de entrada superior a Chesterton, vino a la Argentina, conoció a Borges y se deslumbró aún más.

En Seis problemas para Don Isidoro Parodi, Yates ve una influencia novedosa en el género policial, que es la del humor. No dudó en que esos dos autores –Borges y Bioy- eran personas cultas y que usaron un lenguaje popular, ajeno al de ellos, originándose un contraste muy ocurrente entre el drama relatado y el estilo coloquial utilizado.

En el caso de la literatura nacional, a ese estilo de la década del 40 se sumaría luego un talentoso autor que sobrellevó, además, la condición de ser uno de los más injustamente olvidados de la Argentina, como es Manuel Peyrou (1902-1974).

Hace poco menos de cuatro años el escritor Héctor Monacci emprendió y conquistó una proeza editorial, al rescatar a Peyrou del olvido y publicar sus obras completas, en diez volúmenes imperdibles.

En cuanto al origen del género policial en la Argentina, los críticos no dejan de mencionar a cierta literatura gauchesca como antecesora intelectual de la novela o cuento policiales. Asi el crítico Gerardo Pignatiello, menciona a muchos escritores nacionales que, cuanto menos, anticiparon las reglas básicas del género.

Alfred Hitchcock / Web

Pignatiello creyó encontrar un anticipo del detective arquetípico en las figuras del rastraeador y del baqueano que describió Sarmiento en el Facundo. Al primero Sarmiento lo presenta como un agudo y perspicaz detective de huellas, de ruidos y vientos, que le otorgan un saber enigmático y por cierto que eficaz. Y al baqueano lo describe como a un majestuoso topógrafo, lector sabio del terreno, del gusto de los pastos, de las humaredas o polvaredas que pueden predecir una tormenta o un malón.

“Sarmiento es, junto con otros de sus contemporáneos (Esteban Echeverría e Hilario Ascasubi, por ejemplo), de los primeros en tratar lo criminal de modo literario”, aseguró el crítico en un artículo titulado “Facundo y los orígenes del policial campero argentino”.

LA DAMA DEL MISTERIO

Agatha Christie (1890-1976), también llamada “la gran dama del crimen y del misterio”, está ofreciendo desde el más allá un nuevo y sorpresivo final para lo que podría ser otro de sus relatos: se ha puesto de moda otra vez. En Inglaterra, hay un boom con sus narraciones, muy buscadas por chicos de entre 12 y 15 años de edad.

 

Un crimen, un robo o la acción de un detective son los rasgos de un género atrapante

 

La legendaria escritora vendió más de 4.000 millones de libros, traducidos a más de cien idiomas, con obras suyas en el cine, el teatro y la televisión. Se prepara en estos meses una serie de Netflix, para narrar una de las historias de la escritora más leída.

En cantidad de ejemplares vendidos, sólo la superan la Biblia y Shakespeare. En el cuarto lugar, muy lejos de la Christie, viene otra mujer, J.K. Rowling, con la espectacular saga de Harry Potter y 350 millones de ejemplares vendidos. Hay que reflexionar: dos mujeres entre los cuatro autores más leídos en la historia de la humanidad.

Pasaron más de cien años de su primer libro y los ingeniosos detectives de la Christie, Hércules Poirot o Miss Marple, siguen encontrando lectores culpables o inocentes hasta debajo de las camas.

Agatha Christie / Web

Hace pocos meses se estrenó en Estados Unidos y en numerosos países la película Misterio en Venecia, una tercera adaptación de un libro de Agatha Christie hecha por Kenneth Branagh. Las dos anteriores fueron Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo, que recaudaron juntas más de 500 millones de dólares.

Si de cuentos se trata, hay que leer “Diez negritos”, en donde la intriga por saber quién es el autor de una sucesión de crímenes en una isla es tan urticante como devastadora. Uno imagina a los lectores puestos de pie al llegar al final, porque el suspenso les impide seguir sentados en las últimas páginas.

Hay algunos añadidos parar cerrar esta incompleta reseña. Le pertenecen a ese maestro del suspenso policial en el cine que fue el director Alfred Hitchcock, que en sus elencos –aún en películas terroríficas-solía poner a grandes actores “pacifistas”, como lo fueron, por ejemplo, Cary Grant y James Stewart, y de actrices bellas, rubias y frágiles como Grace Kelly y Tippi Hedren, madre de Melanie Griffith. Pues bien, esos actores glamorosos o débiles, como Anthony Perkins, se veían, de pronto, envueltos en sombrías intrigas y el contraste era enriquecedor.

El tema es que tanto en el set como en su vida cotidiana, Hitchcock cultivaba el género policial Le encantaba subir en un ascensor de un rascacielos de Nueva York, de esos que van siempre llenos, y lo hacía junto con alguna otra persona a la que le contaba una historia intrigante.

El resto de los pasajeros paraba las orejas. Y cuando estaba por llegar el desenlace, el director de cine pedía permiso porque debía bajarse en ese piso. En una oportunidad, ya caminaba por el pasillo y una de las personas que iba en el ascensor se asomó desde el interior y le dijo: “Señor…señor, quedamos todos intrigados…¿Podría contarnos el final de esa historia?”. Eso que hacía Hitchcock era para demostrar que el suspenso y la curiosidad forman parte de la vida cotidiana.

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