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Temas |¿LLEGA EL OCASO DEL SWIPE POR LA CRISIS EN LAS APPS?

Del match al desencanto: la fatiga de las citas y del romance online

Surgen eventos que combinan el contacto presencial con herramientas digitales para generar vínculos más genuinos

Del match al desencanto: la fatiga de las citas y del romance online

Tinder es una de las apps más populares dentro de las citas virtuales / WEB

21 de Septiembre de 2025 | 04:57
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En poco más de una década, las aplicaciones de citas se convirtieron en un fenómeno cultural y en un negocio multimillonario que supo venderse como la vía más directa para encontrar pareja, sexo o, al menos, compañía. Sin embargo, en 2025 atraviesan su peor momento: caída de usuarios, despidos masivos, pérdidas millonarias y un creciente desencanto por parte de quienes alguna vez se entusiasmaron con la promesa de que un simple movimiento del pulgar podía abrir la puerta al amor. Lo que parecía un modelo de éxito asegurado hoy enfrenta un presente lleno de dudas y un futuro que muchos ven con escepticismo.

ALGUNOS CASOS PARADIGMÁTICOS

El caso paradigmático es Tinder, la aplicación que marcó un antes y un después desde su lanzamiento en 2012. En apenas una década logró instalar el swipe como gesto universal del deseo digital, un mecanismo inspirado en un experimento psicológico con palomas hambrientas que picoteaban esperando comida y que los creadores trasladaron al ámbito humano: deslizar hacia un lado significaba rechazo, hacia el otro significaba interés, con la expectativa de que eventualmente apareciera la recompensa de un match. Durante la pandemia de 2020, Tinder y sus competidoras vivieron su boom: con el aislamiento, las citas virtuales y el sexting se multiplicaron, y las empresas vieron crecer sus ingresos de manera desmesurada. Pero el envión duró poco. Según cifras recientes, entre 2024 y 2025 Tinder perdió dos millones de usuarios pagos, el núcleo de su negocio, y tuvo que despedir a un 13% de su personal, unas 300 personas.

La situación no es mejor para Bumble, la aplicación fundada por Whitney Wolfe Herd en 2014 tras abandonar Tinder en medio de denuncias de acoso laboral. Con la promesa de empoderar a las mujeres al darles la posibilidad de iniciar la conversación, Bumble supo posicionarse como alternativa y alcanzó una fuerte presencia internacional. Sin embargo, en los últimos dos años acumuló pérdidas por más de mil millones de dólares y recientemente redujo su plantilla en un tercio, es decir, unas 240 personas. Grindr, la app orientada a la comunidad LGBT, tampoco escapa al panorama: si bien no perdió tantos usuarios pagos, registró pérdidas de 140 millones de dólares en el último período. La burbuja de las citas digitales, que parecía infinita, empezó a pincharse.

LOS DRAMAS

El problema es doble. Por un lado, el modelo de negocios muestra señales de agotamiento. Las apps dependen casi exclusivamente de las suscripciones, que ofrecen beneficios como los “super likes” o la posibilidad de ver quién puso un “me gusta”. Pero los millennials, que fueron su público central, muestran altos niveles de frustración: un estudio citado por Forbes indica que el 80% ya se siente “quemado” por la experiencia, en parte por la fatiga de deslizar, en parte por la decepción de encuentros que no cumplen las expectativas. A esto se suma la constatación de que gran parte de los usuarios miente: la edad, la altura o los hobbies figuran entre las falsedades más frecuentes. Esa mezcla de frustración y engaños erosiona la confianza en las plataformas y empuja a muchos a abandonarlas.

Por otro lado, el romance mismo parece estar en crisis. Las generaciones más jóvenes, los centennials, no se sienten atraídos por el formato. Prefieren buscar vínculos en otros espacios digitales: partidas de videojuegos, chats en streams, foros de cine como Letterboxd o comunidades en Discord. Allí, los lazos surgen a partir de intereses compartidos y no de una mecánica de catálogo interminable. El amor, en este caso, emerge como derivado de una interacción genuina y no como producto de un algoritmo que mide compatibilidades.

LOS CONDICIONANTES

La situación económica también juega un papel clave. En países como Reino Unido ya se habla de la “inflación de las citas”: salir a cenar, tomar algo o pagar un taxi se volvió un gasto difícil de sostener. Las consecuencias impactan no solo en los usuarios, que reducen sus encuentros, sino también en los bares, restaurantes y todo un circuito que giraba alrededor del dating. Incluso en la Argentina, la referencia a la caída en la venta de preservativos que hizo Daniel Scioli en 2016 vuelve a cobrar actualidad: cuando hay crisis económica, también cae la frecuencia de los encuentros amorosos.

Ante este panorama, las empresas buscan reinventarse. Match Group, dueño de Tinder y de más de 40 aplicaciones, lanzó Hinge, que se presenta como “la app diseñada para ser eliminada”, con la promesa de favorecer vínculos duraderos. Otras iniciativas intentan diversificar: Bumble creó una versión para hacer amigos y otra para contactos laborales; Tinder incorporó un chat que permite practicar conversaciones de seducción y recibir una evaluación del “nivel de levante”; nuevas apps como Bris organizan citas directamente en bares, evitando el chat previo. También proliferan las plataformas de nicho: OurTime para mayores de 50, Upward para cristianos, Gliden para relaciones no monógamas o incluso Raya, reservada a celebridades y círculos exclusivos. Sin embargo, ninguna parece haber encontrado todavía la fórmula que devuelva frescura a un sector que acusa signos de saturación.

En el fondo, la crisis de las aplicaciones de citas revela una tensión más profunda. Vivimos en una era donde nunca hubo tantas posibilidades de conectar con otros, y al mismo tiempo nunca resultó tan difícil construir vínculos sólidos. La lógica del swipe, basada en la inmediatez y la sobreoferta, terminó trasladando al amor la misma dinámica de consumo que rige otros aspectos de la vida digital: probar, descartar, reemplazar. El amor se volvió un producto que compite por la atención en un mercado saturado.

Quizás no se trate solo del ocaso de un modelo de negocio, sino del síntoma de algo mayor: la dificultad contemporánea para sostener relaciones en un mundo atravesado por la lógica de la velocidad y el descarte. Las apps de citas, en su auge y en su declive, no hicieron más que poner en evidencia la pregunta de fondo: en tiempos de algoritmos y pantallas, ¿cómo reinventar el amor para que vuelva a dejar huella?

1 Frustración de los usuarios: el uso constante de los gestos de deslizamiento genera cansancio y desmotivación, y la baja cantidad de matches provoca rechazo y decepción.

2 Problemas económicos y modelo de negocio agotado: la dependencia de usuarios pagos y suscripciones no logra sostenerse; las empresas registran pérdidas millonarias, despiden personal y aumentan los costos para los usuarios que permanecen.

3 Mentiras y expectativas incumplidas: la falsedad en perfiles —edad, altura, hobbies— y la sobrepromesa de experiencias generan desconfianza y desencanto entre los usuarios, especialmente entre millennials.

4 Cambio cultural y búsqueda de vínculos fuera de las apps: las generaciones más jóvenes recurren a otros espacios digitales, como videojuegos, foros y comunidades en línea, donde el vínculo surge a partir de intereses compartidos y no de algoritmos.

 

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Tinder es una de las apps más populares dentro de las citas virtuales / WEB

El famoso “swipe” es la forma de poner “me gusta o “no me gusta” en las apps de citas / Pexels

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