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Por AMILCAR MORETTI
Lo que perdura en “La pantera rosa” es su fuerte sentido de incomodidad y contrariedad esenciales tanto en el inspector Clouseau como en el dibujo que mantuvo vigente la idea. Es la antigua y vital tradición de Buster Keaton y la “slapstick” del principios del siglo XX en que la inadecuación del hombre frente al mundo es esencial, total, ontológica (propia del “Ser”). No se puede “Ser” Humano sin esa incapacidad “natural” frente a las circunstancias y las cosas, más aún las creadas por el propio humano. No solo no pueden controlarse las circunstancias –no dependen de uno solo- sino ni siquiera los objetos producidos por el hombre (la desintegración del átomo, por ejemplo, o la producción industrial de inmanejables caos ambientales). No hay víctimas tan claras de las dos últimas etapas del capitalismo como Clouseau y la pantera color rosa. En su deseo de lograr un orden controlado son contrariados por el caos, un imperio que no reconoce leyes, y si hay unas pocas regularidades en él, se basan precisamente en su “azarosidad”. ¿Cómo prever lo azaroso? Y más complejo todavía, con un pensamiento racional siglo XVIII, con una explicación para cada cosa, cómo hacer frente a lo inmanejable que genera una incomodidad existencial como característico de ser-en-el-mundo como ser ontológico. No es torpeza lo que caracteriza a Clouseau o contrariedades casuales las que acechan –como víctima o generador- al dibujo de la Pantera. Se trata de algo más profundo: el humano no está hecho para este universo escénico que ha creado con la llamada cultura. Hoy mismo no se distingue con claridad Naturaleza de Cultura, genética –entre otros factores- por medio. Aún las religiones se desbarrancan o se advierten incapaces de dar una respuesta si no es un dogma impuesto por la fuerza. Las contrariedades siguen a Clouseau y a la Pantera porque son inadecuados por esencia: el mundo –no ya el natural, sino el de la cultura- son incontrolables. Si embargo, hay algo bien freudiano en esta representación: tanto Clouseau como el dibujo no son solo Apocalípticos –como esos planos inclinados que sorprenden y en los que apenas puede hacer equilibrio Carlitos Chaplin- sino a la vez de una irrenunciable Esperanza. Ni el célebre comisario, ni la Pantera Rosa, ni Chaplin ni Keaton y toda su especie se han doblegado nunca, nunca se han quebrado, siempre lo intentan de nuevo con una voluntad que es la de Prometeo que renace aunque los buitres le coman las tripas una y otra vez o como Sísifo, que no se entrega y sube una y otra vez la piedra hasta la cima de la montaña para verla despeñarse. Ante tamaño empecinamiento con la esperanza alguna vez los dioses han de renunciar.
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