La futura docente Carolina (der.) delante del ranchito donde vive sin luz ni agua junto a su bebé y su abuela de 82 (mujer canosa). Las acompaña la madrina ensenadense Lorena (buzo azul y blanco). Recorre 50 kms por día a través del monte para poder estudiar - el dia
Carolina (22) se levanta todos los días a las cuatro y media de la madrugada. Sale a buscar leña, enciende el fuego y pone la pava sobre las brasas. Prepara mate cocido y tortillas asadas, que serán desayuno, almuerzo y cena. Lo comparte con su abuela de 82 años. Su hijo Ulises, de apenas uno, aún duerme en el ranchito de adobe, sin luz ni agua potable, donde viven los tres. A las cuatro de la tarde se sube a su motito y emprende el viaje desde su pequeño pueblo, Simbol Pampa, hasta Villa Atamisqui (ciudad situada 121 kilómetros al sur de la capital de Santiago del Estero). Allí cursa el profesorado de geografía, que ya está por terminar. Viaja 25 kms de ida y otros tantos de vuelta. Regresa a las once de la noche, después de atravesar el oscuro monte y angostos caminos de tierra. O barro si llueve. Ulises ya duerme otra vez. Ella cena mate cocido y tortilla. Luego descansa un poco.
Cuando la vecina de Ensenada Lorena Gómez se fue de vacaciones al norte en 2002, descubrió la durísima realidad de cientos de chicos y formó la asociación “Presente, padrinos de escuelas rurales”, Carolina tenía apenas 7 años.
Merced a los padrinos de nuestra región tomó clases, por primera vez, en un aula de material. Nunca le faltó un guardapolvo, útiles, libros. Pudo seguir la secundaria. ¿Y después? Decidió seguir estudiando contra viento y marea. Jamás bajó los brazos, pese a que Ulises crecía en su panza cuando ya cursaba en el instituto de formación superior. Muy pronto será docente. Como otras 14 chicas becadas por los padrinos de Ensenada, La Plata, Berisso.
Quince jóvenes mujeres luchadoras que eligieron la educación como camino para superarse y para darle una mejor vida a sus hijos. Eligieron ser maestras y profesoras haciendo un esfuerzo gigantesco, pues nacieron, crecieron y viven entre profundas carencias.
CAMA, COMIDA... MAESTRA
Con frío, con lluvia, con calores terribles, Yisela (21) supo recorrer, mediante precarios medios, los 60 kms que separan a su pueblo santiagueño natal, La Paloma, de la ciudad de Loreto donde cursa el magisterio.
Ciento veinte kilómetros por día: imposible. Entonces, en un momento decidió instalarse en esa localidad.
Estudiar en Loreto o en Santiago capital se vuelve muy pero muy difícil para los humildes jóvenes que viven en el campo. Es que tienen que pagar pensión y para ellos es muchísimo dinero. Yisela es hija de un hombre que “trabajó en todas las cosechas a las cuales lo llamaron”. Y cuando “el cuerpo no le dio más se ocupó de sus animales”, cuenta Lorena Gómez.
La joven trabaja de empleada doméstica “cama adentro” a cambio de una cama y comida. Con ello y la beca de Presente siguió adelante. Sólo los domingos puede ir a visitar a los suyos. Hoy, con el pecho inflado de orgullo, exclama “ya casi soy maestra”.
SIN LUZ, SIN AGUA... MAESTRA
Yamila tiene 22 años, como Carolina. Ya está en 4º año de la “carrera de maestra jardinera”. Vive en un paraje de Salavina, también sin luz y sin agua (salvo la de lluvia o la que de tanto en tanto lleva el municipio y vuelca en tanques comunitarios). También en un rancho de adobe y paja. Con su mamá y su niña de 2 años. Tienen un ingreso mínimo que ni siquiera cobran todos los meses.
Pero todos los días viaja hasta Añatuya para cursar. Anda y desanda 40 kms -en una motito “viejita, pero que me lleva”- caminos de tierra que con cada lluvia se vuelven intransitables. Entonces “hay que llegar hasta donde se puede y luego seguir a pie”, dice.
Hace un año que recibe la beca de Presente (asociacionpresente@yahoo.com.ar). Con ella paga la nafta de su humilde pero fiel vehículo de dos ruedas y compra los libros.
Carolina, Yamila y Yisela. Sólo tres historias entre 15. Quince futuras maestras de la vida.
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