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ALEJANDRO CASTAÑEDAafcastab@gmail.com
Es cierto. A la Poli se le suele escapar algunos chorros y de tanto andar entre malandras a veces se contagian. Es cierto que algunos vigilantes le brindan más protección a los malos que a los buenos y que vuelta a vuelta se le traspapelan dólares o merca en las mudanzas. Y cierto también que a la hora de chocar patrulleros y darle trabajo a los chapistas, son incansables. Todo es así, pero convengamos que, como está la cosa, tienen faena de sobra y que también saben cumplir tareas que exigen más solidaridad que puntería, una cualidad que se potenció con la llegada de una policía femenina que le ha dado sensibilidad extra a una fuerza más familiarizada con el empujón que con los buenos modales.
Y esta semana, una de ellas dio un ejemplo: Celeste Jacqueline Ayala, una mujer policía que estaba de servicio, hizo un alto en su faena y terminó amamantando en el Hospital de Niños de la Ciudad a un bebe abandonado que lloraba de hambre. La calle está durísima y abundan atracos y balazos, pero ellas nunca se sacan el uniforme de madre. Y los pechos de Celeste, que en más de un patrullaje le habrán hecho frente a la violencia, esta vez brindaron alivio, brazos y comida a un “N.N masculino”, recién llegado al mundo, hambriento, gritón y demandante.
Quizá la misión última de los guardianes del orden sea ésta: combatir por supuesto a tanto bandido que anda suelto e imponer presencia más o menos tranquilizadora en zonas aventureras. Pero también echar una mano a los que andan por la buena senda, porque sino toda su faena estará dedicada a los malvados. Y al final, no vaya creer, de tanto andar entre el pillaje se les pega alguna que otra mala costumbre y pierden la mano para la solidaridad y la ayuda. Y entonces, sólo se amamantan ellos.
Esta semana llegaron, como todas las semanas, noticias contradictorias sobre un andar policial tan accidentado como el de otros gremios. Por un lado, se dieron más datos sobre la temible “banda del comisario”, un equipo de uniformados que, siguiendo los pasos de alguna empresa prestadora de servicios, se había dedicado con éxito a la recaudación y al apriete. Y por el otro, comenzó a ventilarse el juicio que les siguen a los asesinos de General Rodríguez, una banda de facinerosos a la que algunos pesos pesados de Seguridad le habrían facilitado la escapada y que acabaron baleando a dos policías de Ranchos. La rápida respuesta de Celeste Ayala contrastó fuertemente con tanta canallada. La foto muestra a una agente decidida y nutritiva que, al escuchar el pedido de auxilio, desenfundó su teta y superó la emergencia. Su conducta mostró los cambiantes rostros de esa fuerza y confirmó de paso el poder contradictorio de un mundo donde faltan celestes y sobra hambre.
Al oír el llanto del bebé, la policía Celeste Ayala desenfundó su teta y superó la emergencia
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Fue otra semana entre bolsos, dólares, arrepentidos y altos precios. Crece el riesgo país en un país donde lo único que no crece es el país. La crisis se nota en coimas, decepción y bolsillos. Y sobre todo en ese desfile de empresarios y funcionarios en la pasarela del sobreprecio. La imagen de ese bebé pidiendo alguna teta que lo salve, es una foto del país. Hagamos un paréntesis entre tanto saqueo oficial para valorar el accionar de esta mami vigilante siempre en guardia. Su acto, entrañable y sagrado, nos enseñó que hay que ir hacia lo más chiquito para poder encontrar algo de grandeza. Hoy, cuando el rol de madre está tan tironeado por pañuelos multicolores, fue una de ellas la que hizo a un lado cartuchera y teléfono para mostrar que debajo de ese chaleco, que aleja la muerte, estaba la vida esperando.
Aplausos para un colectivo callejero al que nunca se le complica un parto. Aunque esta vez la cosa fue más allá. La protagonista de esta historia es numeraria en el Comando de Patrulla berissense, aspirante a bombera de la ciudad ribereña y mamá de dos nenas. Ante el llanto de un bebé, Celeste Jaqueline Ayala no dudó en responder al mandato que le dictó su maternal instinto. Su acto es un ejemplo. Debajo de ese chaleco, la mamá tenía otras armas de salvataje. Entre tantos que se cuelgan de la teta del Estado para sustraerle de prepo hasta la última gota, Celeste hizo obra sin esperar retornos.
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