Estudiantes no reacciona, y el empate sin goles con Huracán fue castigado con silbidos

Los silbidos que bajaron desde las tribunas ni bien el árbitro certificó el empate sin goles entre Estudiantes y Huracán, fue la mejor calificación para un partido que muy lejos estuvo de las expectativas que pudieron generar en la previa, más allá de los antecedentes del equipo albirrojo que bajo la conducción de Gabriel Milito se derrumbó futbolísticamente desde que Godoy Cruz le dio vuelta el partido en Mendoza, allá por la cuarta fecha del presente campeonato oficial d Primera, la Superliga.

El ajustado triunfo sobre Patronato no alcanzó para determinar algún tipo de despegue, ya que una semana después tocó fondo en Sarandí, frente al local Arsenal, y en la víspera, aunque volvió a sumar, jugó verdaderamente mal, sin ningún tipo de atributo, porque careció del protagonismo que desde que se hizo cargo pregona su entrenador, quien fue blanco de gran parte de los reclamos que la gente hizo escuchar desde el tramo final del primer tiempo, y con más fuerza en la etapa complementaria.

Hubo que esperar hasta última hora para confirmar la formación del Pincha, y más allá de las sorpresas que mostró cuando la planilla oficializó la lista de titulares, la confusión que instaló Milito pareció hacer foco antes que nadie en los propios jugadores, que ni bien la pelota comenzó a rodar parecieron más preocupados en acertar con las ubicaciones y los movimientos a desarrollar que en el propio juego, que en estos términos perdió la mínima cuota de frescura.

En estos términos, y con un esquema elástico, aunque sin variantes para complicar a los marcadores que esperaban, el Pincha llegó a través de situaciones previsibles, sin sorpresa alguna, con un par de centros levantados para la cabeza de Schunke primero y de Federico González después, más una apertura para la llegada de Castro, que exigió al arquero con un derechazo bajo al primer palo. Poquito, casi nada, frente a un rival cuya única inquietud fue el aguante.

La presencia de Rosales sobre el carril izquierdo, sin aporte alguno, y la confusión que pareció envolver a Gastón Fernández, quien no terminó de interpretar un rol protagónico, fueron la síntesis de un conjunto estudiantil que permitió suponer que está lejísimo de alcanzar una estatura como para suponer una campaña en los términos imaginados en la previa, de la mano de un técnico que comenzó la presente temporada con la ventaja de haber podido conocer, en el tramo final de la anterior, el terreno en el que se tenía que desenvolver.

Para colmo de males, cuando no daba el equipo señales de algún tipo de recuperación, debió sufrir en la despedida del primer tiempo un par de sustos en el arco de Andújar: el primero por un cabezazo de Merolla, que pegó en el palo de la mano derecha del arquero, el segundo, muy similar, tras un tiro libre de Rodrigo Gómez. Fue suficiente como para que desde la cabecera principal se destinara un mensaje para el equipo, de esos que no necesitan explicaciones.

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A Huracán le alcanzó con una defensa de cuatro, afirmada en dos centrales muy sólidos; una línea media de cuatro, con prioridad en el achique de los espacios, para controlar a un Estudiantes al que le costó sacar limpia la pelota desde el fondo y también elaborar juego en la franja central, más por debilidades propias que por el criterio de un rival al que Néstor Apuzzo encarriló tras la salida de Juan Pablo Vojvoda luego de la goleada frente a River en Parque de los Patricios. Con Rodrigo Gómez en la función de media punta, encargándose de mover la pelota, y Chávez como referente de área, aunque lejos de todos, completó un planteo tan simple como efectivo.

Nada cambió en el segundo tiempo, al punto que pronto se ordenó el ingreso de Retegui en lugar de Gastón Fernández. El juvenil que llegó proveniente de Boca logró por un momento inyectarle una dosis de agresividad, que a punto estuvo de convertirse en gol cuando Diego García abrió para Federico González, quien cruzó desde la izquierda, pero no alcanzó a conectar el propio Retegui, y la presión se hizo oír con más fuerza.

Estudiantes era una sombra del modelo soñado por Milito, y en la búsqueda de soluciones, el técnico mandó a la cancha al juvenil Darío Sarmiento, que no desentonó, porque se mostró y trató de agilizar, aunque sin encontrar la llave del gol que necesitaba el Pincha, que a partir de la media hora desarrolló el juego por la izquierda, o al menos es lo que intentó, a través de Iván Erquiaga, con mejor perfil que Rosales, pero lejos también de constituirse parte de un circuito de juego que brilló por su ausencia.

Le faltó también un mayor espíritu a la escuadra albirroja para resolver, por esa vía, un partido que claramente no podía ganar desde el juego, y el final llegó como era de imaginar. Con silbidos, gritos y reclamos que se intensificaron ni bien Huracán llegó un par de veces con jugadas que complicaron la seguridad del arco de Andújar, principalmente un pelotazo largo de Chávez, y para cerrar el partido un clásico en situaciones extremas: el que recuerda a Carlos Bilardo.

“Borombombon, borombombon, es el equipo, del Narigón...”, ese himno que la popular hace bajar cuando el equipo que representa a sus habitantes, o debe hacerlo, no exhibe el adn propio del club, cayó sin piedad en dirección a Milito, y a través suyo a los propios jugadores, ya que si bien es cierto que la estrategia del entrenador no pareció favorecerlos, poco hicieron para modificar un cuadro de situación que los sigue mostrando en un lugar de peligro en la tabla de los promedios.

Esta fue la primera igualdad de Estudiantes en la presente Superliga, un certamen que nació para los albirrojos con un triunfo frente a Aldosivi, una derrota ante Banfield y una victoria categórica sobre Independiente, antes del derrumbe que significó la derrota contra Godoy Cruz, en Mendoza. A esa caída se sucedieron los traspiés frente a Vélez y Boca, una recuperación ante Patronato y el peor partido de todos: la goleada con Arsenal.

Poco desde lo numérico, pero menos desde lo futbolístico, porque después de nueve fechas este equipo de Milito parece estar jugando sus primeros minutos en condiciones que desconoce. Es preocupante, por lo que viene en un campeonato que lo muestra comprometido con el promedio de los puntos, y porque de no dar un salto de calidad su futuro en la Copa Argentina, el otro frente que debe atender, parecería estar en peligro. Lo que no es poco, ya que se encuentra en octavos de final, y el premio mayor es nada menos que la clasificación a la edición 2020 de la Copa Libertadores.

A propósito de esto, el jueves deberá cruzarse con Estudiantes de San Luis, razón por la cual deberá reaccionar sobre la marcha tras los silbidos, gritos, reproches y críticas que lo castigaron ante Huracán.