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Séptimo Día |PERSPECTIVAS - LA CONVULSIONADA VIDA POLÍTICA ARGENTINA

El fin del partido militar

El último alzamiento militar de los “carapintadas” fue en diciembre de 1990, durante el gobierno de Carlos Menem. El operativo “Virgen de Luján” fue liderado por Seineldin

El fin del partido militar

Balza con el ex presidente Carlos Menem, que lo mantuvo como jefe del Ejército por ocho años / Archivo

RICARDO JAÉN
Por RICARDO JAÉN

15 de Diciembre de 2019 | 07:02
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Dos civiles y dos militares serán protagonistas decisivos por las consecuencias de las acciones de las que fueron víctimas en las primeras horas del último alzamiento militar, conocido como los “carapintadas”, el 3 de diciembre de 1990.

Estas acciones cerraran un ciclo de sesenta años donde “el partido militar” hegemonizó la vida política en la Argentina y cuyas consecuencias, aunque atenuadas por el paso del tiempo, aún perduran.

Pero volvamos a la crónica.

Dos periodistas, Fernando Carnota quien cubría para radio Mitre y Jorge Grecco para la ya desaparecida revista Somos, por distintas fuentes sabían que en la madrugada del 2 al 3 de diciembre era posiblemente la “hora cero” del llamado Plan de Operaciones Virgen de Luján (cuarta etapa del Operativo Dignidad) cuyo ideólogo y líder excluyente era el coronel Mohamed Alí Seineldín preso en San Martín de los Andes, quien había armado algo parecido a un estado mayor conformado por coroneles, capitanes, tenientes y una fuerte corriente de simpatía en los suboficiales, elemento a la postre sería letal para las ambiciones de los sublevados.

Ninguno sabía de la existencia del otro, quizás Carnota con su auto llego primero a las cercanías del Edificio Libertador y fue así como quienes tomaron el edificio de forma “casi cinematográfica” le notificaban del comienzo de las acciones.

Finalmente, Grecco identifica el auto de radio Mitre uniéndose a la vigilia y la observación de los hechos que ya eran la principal noticia en la Argentina y de la cual ellos habían sido los hombres de la primicia.

Empezaba a amanecer.

Nada había pasado allí aún, más que la toma del edificio, y sin embargo, aunque ellos no sabían, se habían ya producido dos terribles asesinatos que habían quitado toda posibilidad a que las Fuerzas Armadas apoyaran a “los cruzados”.

Pasada las dos y media de la mañana en el departamento de Belgrano, el teniente coronel Hernán Pita quien era el segundo jefe del Regimiento de Patricios, había recibido minutos antes una llamada alertándole que “le habían tomado el Regimiento” y en combinación con el Jefe de operaciones, Mayor Federico Pedernera, se dirigieron a recuperar su unidad.

Tres horas más tarde, al borde del mástil de la Plaza de Armas, rematado con dos balazos en cara y cuello junto a su camarada y amigo, también con un balazo en la cara, yacían boca arriba los cuerpos de Pita y Pedernera.

La sospecha de que fueron literalmente ejecutados, después de parlamentar, por suboficiales empezó a correr por las unidades militares y desalentó a quienes “observaban” e incluso a quienes estaban en la conjura.

Los carapintadas habían usado sus armas por primera vez desde su alzamiento en la Semana Santa antes de cualquier represión del gobierno.

Mientras se desarrollaban las acciones, en el gobierno habían tomado noticia oficial a las 3.30, cuando despiertan a Alberto Kohan, de una sublevación que no solo conocían en detalle, gracias al eficiente trabajo de Hugo Anzorreguy al frente de la SIDE, sino que esperaban que dieran el primer paso y que quedaran al descubierto todos sus “simpatizantes”.

El Presidente Carlos Menem se había anticipado ya en mayo de ese año cuando nombro como Jefe del Ejército al General Martín Bonnet y se colocó de segundo jefe quien sería “su gatillo” para terminar con el futuro levantamiento, Martín Balza.

Con esto, Menem se aseguraba tener poder de represión efectivo y utilizar el conato para reforzar el poder de su figura presidencial, en un país todavía sin la convertibilidad, con hiperinflación y con la inminente llegada de George Bush como símbolo de un realineamiento internacional con los EEUU.

Algunos números del levantamiento pueden servir para poner en contexto histórico la magnitud del problema militar: siete focos de insurrección, 1300 efectivos alzados frente a los 400 de Semana Santa y 800 en Villa Martelli.

Pero además una característica, que Balza supo aprovechar muy bien para adentro de la fuerza al caracterizarla de “sovietización”, de creciente adhesión de los suboficiales a los alzamientos.

Por ello, la fuerte sospecha de la ejecución de oficiales por parte de suboficiales en Patricios, puso en guardia a la institución militar en consonancia con el discurso del segundo jefe del ejército.

Todo se había salido de control en los sublevados.

En Boulogne, un tanque carapintada aplastó a un colectivo de la línea 60 donde murieron 5 personas y hubo más de 20 heridos. Toda gente que iba a trabajar. Víctimas y héroes a la vez.

Mientras tanto, alrededor de las diez de la mañana, un disparo de FAL, en realidad el primero de una ráfaga, que según cuenta el propio Fernando Carnota: “Me sacó un pedazo de hueso, rozó mi cabeza y salió. Las esquirlas de ese tiro le dieron en el hombro a Jorge Grecco”.

Sí faltaba algo, el ataque a mansalva a dos periodistas sumados a todos los hechos de sangre que se empezaban a conocer por parte de los carapintadas, con una amplia cobertura de todos los medios, Menem le trasmitió a Balza y a la Fuerza Aérea que había llegado la hora de reprimir y terminar con los sediciosos.

Curiosamente o no tanto, con armamento que había intervenido en el conflicto de Malvinas, del cual los carapintadas se reivindicaban como “héroes”, la artillería dotada con cañones de 105 arraso el Regimiento de Patricios y dos A4C Skyhawk comenzaron hacer pasada de aproximación sobre el Edificio Libertador haciéndole conocer sus cañones de 20 milímetros.

Todos los jefes del alzamiento carapintada se entregaron rápidamente en los siete focos cuando vieron que el gobierno tenía a su mando el poder de fuego de todas las fuerzas. Por supuesto, todos ilesos.

Oficialmente, después de 18 horas de haber comenzado la asonada, a las 21 horas Gustavo Obeid se rinde y las fuerzas leales recuperan el Edificio Libertador.

Esas 18 horas de locura de un movimiento militar, en el que si había alguna duda cuales eran sus ideas, la contraseña acordada era: “Diós y Patria”, dice.

Y escucha siempre la misma respuesta: “O muerte”.

ALGUNAS APOSTILLAS

En el episodio de los asesinatos de Pita y Pedernera, curiosamente el Congreso tardo siete años en darles una medalla a estos dos militares que murieron como héroes en la defensa del estado de derecho. Fueron los propios familiares quienes debieron pedir los respectivos ascensos a Coronel al Presidente Menem dado la tardanza.

En el ataque a los periodistas la pericia balística determino que salió de un primer piso de una distancia de no más de 100 metros.

Eso coloca al Edificio Guardacostas, la sede de la Prefectura pero que nunca fue tomado por los rebeldes, aunque siempre se dudó mucho del grupo Albatros quien había apoyado levantamientos anteriores. De cualquier forma la investigación judicial determino que fue “fuego amigo”.

El saldo de ese 3 de diciembre de 1990 fue de 13 muertes (5 civiles/ 8 militares) y más de 160 heridos.

Este fue el “último precio” que hubo que pagar para terminar definitivamente con el “partido militar”.

 

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Balza con el ex presidente Carlos Menem, que lo mantuvo como jefe del Ejército por ocho años / Archivo

Fernando Carnota herido, dentro del móvil de Radio Mitre

Grecco resguardándose del tiroteo carapintada

Mohamed Alí Seneldín

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