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Policiales |La historia de Mabel silvestri y una propiedad en conflicto

Tiene 89 años y para recuperar su local viajó desde El Bolsón

Enfrentó a los presuntos usurpadores y le aseguró a EL DIA que vino “para quedarse”. Hace 30 años se fue de La Plata y se vio obligada a volver junto a su hija de 59, en auto

Tiene 89 años y para recuperar su local viajó desde El Bolsón

Mabel con la canasta de mate y la misma reposera con la que hizo frente a los usurpadores / dolores Ripoll

Marcelo Carignano

Marcelo Carignano
mcarignano@eldia.com

9 de Abril de 2019 | 05:15
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Hace una semana Mabel (89) recorrió en un Volkswagen Voyage, junto a su hija Graciela (59), los 1.721 kilómetros que separan El Bolsón de La Plata; entró en el galpón que había comprado 45 años atrás “con el dinero de una herencia” y enfrentó -sentada en una reposera- al hombre que, según denunció a las autoridades, usurpa el lugar desde hace al menos dos años.

“Le pedimos varias veces que se fuera, pero no se quería mover. Así que le dije ‘de acá no me muevo hasta que te vayas’ y me fui a sentar en el fondo”, le contó la mujer ayer a EL DIA. En esta oportunidad y con la misma silla, se había establecido en el frente del local, situado en 60 entre 20 y 21.

El inmueble se “divide” en cuatro secciones. En la entrada se ubica la recepción/oficina; luego una suerte de depósito con vehículos herrumbados y desprovistos de algunas autopartes; a continuación un sector con acceso a la terraza y un pequeño taller, subalquilado a un mecánico que acompañó a la familia en todo momento; y por último se extiende el patio.

Cristian Almada, sobrino nieto de Mabel, fue quien la puso sobre aviso de lo que ocurría. Le refirió, además, cómo se vivía un ambiente “de miedo” en el barrio, algo que ella pudo verificar cada vez que intentó comunicarse cara a cara con algún vecino. Graciela fue la encargada de tocar los timbres en las casas linderas para conocer de primera mano esa situación, mas se encontró con la negativa de los moradores. “No quieren hablar porque muchos fueron víctimas de robo y señalan como responsables” a personas que circulaban por el taller de GNC, explicó.

Esa tesitura llegó a tal nivel que, conforme a lo expresado por Graciela, los frentistas cuyas casas rodean el galpón “colocaron cámaras de seguridad que dan” hacia la edificación en cuestión. Asimismo, sobre el acusado pesarían “más de 60 denuncias” por falta de habilitación del local. E incluso, por delitos. Respecto a este punto, este medio intentó contactar a la Comuna para corroborar si en ese espacio trabajaban sin habilitación, pero no tuvo respuesta.

Por otra parte, testigos dicen haber visto cómo “limpiaban los tubos de gas en la vía pública”.

UN DÍA AGITADO

El sábado, como se informó ayer, un enfrentamiento entre ambos grupos alteró la tranquilidad del barrio. A Cristian, conforme manifestó, ya lo habían amenazado antes: “vamos a volver a cagarte a tiros y a prender fuego todo”, aseguró que le gritaron el día anterior, cuando la Policía llevó adelante el desalojo del establecimiento.

Esa vez, fue el mecánico acusado quien llamó a los efectivos. “Llegó un patrullero y los agentes nos dijeron que nos teníamos que retirar, pero yo les contesté que de acá no me movía”, señaló Mabel. Como le aclararon que debían clausurar el lugar porque “no contaba con habilitación”, la mujer terminó obedeciendo y se retiró, con la intención de retornar.

Recién durante ese episodio que incluyó corridas, heridas de arma blanca y un joven haciendo estallar una puerta ventana con su cuerpo, Mabel sintió miedo. El griterío se hacía sentir en la calle y, de tanto en tanto, una cuadrilla pasaba a la carrera por la cuadra y golpeaba con palos las persianas metálicas. “Nos van a terminar matando”, pensó, mientras “temblaba de pies a cabeza”, detalló.

La escaramuza se extendió por algunos minutos y culminó recién con la intervención de las autoridades. El fiscal penal Juan Menucci (UFI Nº 5), que investiga la causa, mantuvo una serie de entrevistas con los protagonistas y testigos del hecho para determinar qué responsabilidades le cabe a cada parte. Desde ese sábado violento, el local permanece custodiado por efectivos policiales.

Según informó una de las partes, el conflicto con el inquilino -por una supuesta falta de pago- comenzó en 2017. Según indicó la dueña, “pasó más de un año y este hombre nunca nos quiso abonar el alquiler. El año pasado vinimos, le iniciamos una denuncia por usurpación y ahora nos enteramos de que estaba archivada. Así que la tuvimos que radicar de nuevo”.

En medio de esa puja de intereses, quedó la figura de un joven mecánico que le subalquiló una parte de la edificación al presunto intruso. “Yo no sabía nada de esta situación”, aseguró, mientras retiraba los vehículos que tenía en reparación. Graciela, por su parte, advirtió que “nos ayudó en todo momento y se quedó al lado de mamá ni bien se enteró de lo que pasaba”.

HERENCIA QUE FUE INVERSIÓN

Mabel vivía con su esposo Marcelo Moran en una casa de la vereda opuesta al galpón. En la década del 80’ decidieron seguir los pasos de su hija y se mudaron de provincia.

Partieron hacia Río Negro, pero dejaron familia y valores materiales en la Ciudad.

Hace años, antes aún de que la mujer adquiriese la propiedad -“con una herencia que me dejó mi papá”, mencionó-, allí funcionaba un corralón. “Mi marido importaba maderas para venderlas y los dueños anteriores se lo ofrecieron para que lo usara de depósito. Después le preguntaron si lo quería comprar y así fue como empezó todo”, señaló.

El tiempo pasó, y una vez se hizo con el galpón, Mabel lo alquiló a inquilinos que instalaron comercios de diversos rubros.

En 2014 se lo arrendaron a un hombre que tampoco pagaba en término y que, aseveraron, estuvo implicado en una causa de drogas. Uno de los sujetos que trabajaba en aquella firma quien hoy se encuentra en litigio hoy por la locación.

“Vamos a seguir teniendo problemas con este hombre, porque él quiere eso, litigio, es muy conflictivo. Quiere sacarnos plata”, se quejó Graciela. Y añadió: “Esto estaba impecable, ahora está todo abandonado, sucio, no sé cómo hacía para trabajar en estas condiciones”.

Mabel, en tanto, levanta la vista. “Vinimos para quedarnos a solucionar este problema. Yo, hasta que no quede todo claro, no me pienso mover”, afirmó desde su reposera.

El galpón fue adquirido con una herencia legada por el padre de Mabel

 

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Mabel con la canasta de mate y la misma reposera con la que hizo frente a los usurpadores / dolores Ripoll

En el taller, un policía camina entre los autos / dolores Ripoll

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