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Vivir Bien |GENTE DESCONECTADA

La legión de los desconectados

En sintonía con la tendencia global, cada vez más platenses dejan las redes sociales, prefieren no usar WhatsApp y algunos evitan el celular. Pantallas adictivas versus libertad y creatividad. ¿Es posible una la vida offline?

La legión de los desconectados

YAEL LETOILE
Por YAEL LETOILE

1 de Septiembre de 2019 | 08:37
Edición impresa

Los gurúes digitales de Silicon Valley crían a sus hijos lejos de las pantallas. Es que la preocupación por la exposición exagerada a los dispositivos y aplicaciones que ellos mismos crearon, va ganando consenso entre los expertos y, como un boomerang, se extiende a nivel global.

Pese a eso, Argentina es uno de los países latinoamericanos donde más teléfonos inteligentes hay por habitante: 39,9 millones de usuarios únicos de teléfonos celulares, según un estudio elaborado por la Mobile Marketing Association. Además, está entre los mejores rankeados con mayor audiencia en Facebook (32 millones de usuarios) y en Instagram (15 millones de usuarios) de acuerdo a un informe publicado en febrero.

Especialistas en cultura digital aseguran que el dilema no es estar dentro o fuera de las redes sino encontrar ese delicado equilibrio que nos permita convivir con y no depender de.

La tecnología hoy atraviesa nuestras actividades cotidianas. Desde una simple compra a través de Mercado Pago hasta el uso del GPS para transitar en la ciudad, por eso, es casi imposible la vida offline.

Con todo, la legión de los desconectados suma adeptos a nivel mundial y local: cada vez más personas aseguran ser más independientes, creativas y felices fuera de las redes sociales. ¿Será? Veamos.

“Prefiero escuchar la voz del otro. Te llamo o te mando un SMS y cuando no quiero hablar no atiendo”

Matías Jalil
Empleado inmobiliario

 

DESCONEXIONES

Matías Jalil tiene 41 años, trabaja en una inmobiliaria de La Plata y tiene un Iphone pero no usa WhatsApp ni redes sociales. Nunca tuvo. “Prefiero escuchar la voz del otro. Cuando quiero comunicarme, te llamo o te mando un SMS y cuando no quiero hablar no atiendo”, defiende.

A diferencia de Jalil, a Agustín Haedo (27), estudiante de informática y programador, las redes se le habían vuelto un vicio. “Hacía una especie de zapping con los muros de Facebook y lo usaba como un inventario o una biblioteca musical”, dice sobre el uso que le dio hasta 2016 a la red creada por Mark Zuckerberg.

Si nunca pisó Instagram –la red social del momento– es porque recién estaba naciendo cuando él decidió bajarse de las redes, WhatApp lo atrapó. “Lo tengo en silencio lo máximo posible y lo uso principalmente para charlar con la gente que no tengo cerca: familia, pareja, trabajo, facultad”, enumera el joven, oriundo de Rauch.

A la legión de los sin redes pertenece también Edgardo Lugli (57) empleado estatal que tuvo celular sólo cuando un jefe se lo exigió para que realizara una tarea de supervisión en el interior de la provincia. ¿Facebook, Instagram, Twitter? No le interesan, prefiere “relacionarse mirándose a los ojos y no en forma virtual”.

La experiencia con las redes de Laura Priotti –empleada platense de 47 años, dos hijos de 25 y 23– fue distinta. Hace poco más de un año le robaron el celular estando en Rosario, lejos de los chicos. Entonces se las arregló para estar comunicada a través de las redes sociales o del teléfono de algún amigo y se dijo: cuando vuelva a La Plata lo repongo.

Ya en la Ciudad, pasó tres días sin el aparato y pensó mejor: “No lo necesito”. Y sobrevivió. No sólo sobrevivió, sino que recuperó calidad de vida al no tener el celular. “Dormía mejor y tenía más tiempo para vivir”, reconoce y da un ejemplo: “tengo un latido extrasístole que mejoró cuando dejé el celu”.

Distinto es el caso de Juan José Guiamet (62), profesor de la UNLP e investigador del Conicet y de Silvana C. (47) psicoanalista, quienes nunca tuvieron ni tendrán celular, a riesgo de parecer “una rareza o un acto de esnobismo” en el caso de él, mientras que para ella “no es necesario estar comunicada todo el tiempo. Me alcanza con el teléfono fijo”.

DISPAROS A LA DESCONEXIÓN

El lento abandono de las redes sociales, la dosificación del uso de las aplicaciones en los teléfonos y hasta la posibilidad de prescindir totalmente de las pantallas no es fácil, no sólo porque –ahora se sabe– dar dosis de dopamina a los usuarios estaba en diseñado en los orígenes de la plataforma, según reconoció Sean Parker, creador de Napster y parte del equipo inicial de Facebook.

La idea de estar “desconectados” o fuera de las redes le resulta insoportable a la mayoría de las personas que habitan las redes. Jalil no recuerda un sólo evento social, reunión familiar o encuentro con amigos, donde no le reclamen que se sume al servicio de mensajería más popular del planeta, con 1500 millones de usuarios en todo el mundo.

La última vez fue por un tema laboral. Alguien le dijo a través de las respuestas predeterminadas del dispositivo: mandame WSP. Después, personalmente, la misma persona se acordó que Jalil no usaba esa red social y le preguntó si tenía un problema. Más comprensivo, el tipo le mostró su celular: 1000 mensajes nos vistos en WhatsApp y 900 correos en la bandeja de entrada. “Los respondo en casa cuando llego”, le dijo.

La escena lo hizo pensar dos cosas: “No sé si podría tener 900 mensajes sin responder y jamás le dedicaría ese tiempo en mi casa”, dice Matías, “cuando vuelvo de laburar lo último que quiero hacer es chequear el teléfono”. Según él, el 80 por ciento del uso del celular está ligado al trabajo.

Si alguien vincula el celular con el laburo, ése es Lugli. Por imposición de sus obligaciones tuvo que adquirir un aparato y aggiornarse. “Me dicen que soy antiguo y que tengo que adaptarme a las redes sociales, que ahí está todo”, se queja.

Durante el año que estuvo sin teléfono, al igual que Jalil, Laura sufrió el reclamo de familiares, amigos y compañeros de trabajo que insistían: “Dejáte de joder, te presto guita si hace falta, comprate un celular”.

Sin embargo, esas personas fueron solidarias con su desconexión. “Los mismos que al principio se ofendieron o exigían que tuviera teléfono, me prestaban el de ellos para comunicarme con mis hijos cuando estaba fuera de casa o del trabajo”, agradece Laura, quien viaja habitualmente por su militancia gremial.

“En mi entorno lo consideran una rareza, sospecho que algunos pensarán que es un acto de snobismo”, dice el profesor Guiamet sobre la decisión de no tener celular, convencido de que así “evita desarrollar una adicción a lo instantáneo, o sea, la comunicación trivial en tiempo real”.

EL LADO OSCURO DE LAS REDES

Para los outsider de las redes, Facebook, Twitter, Instagram y WhatsApp son una fuente de información innecesaria cuyo consumo genera “dependencia y adicción”, “homogeniza el pensamiento”, “construye realidades” e impide “la sorpresa y sencillez” de la comunicación interpersonal.

“Lo peor de las redes es que generan dependencia y adicción. Es muy difícil la autodisciplina para hacer un uso adecuado, eso produce humanos encerrados en una realidad virtual que se alejan del contacto directo”, opina Lugli, “nos vuelve más autómatas y nos hace perder libertad, estamos permanentemente monitoreados por los que dominan el mundo para decirnos que debemos usar, ponernos o comer”.

En la misma línea, Haedo cree que “las redes sociales te alienan. Homogenizan la opinión de la gente porque están pensadas para eso”, afirma el programador, “si son gratis, es porque el producto terminás siendo vos”.

Para Silvana “las redes sociales distorsionan la realidad. A esta altura de mi vida, prefiero vivir las cosas a que me las cuenten. Que el dólar suba lo siento en mi bolsillo más allá de lo que se diga, que en general responde a intereses. Acá voy a sonar nostálgica pero me quedo con la información y periodismo de antes, que ya casi no se ve”.

Jalil cree que hay un imperativo implícito en WhatsApp por el que la mayoría de la gente cree que la comunicación se produce aunque no haya respuesta. “Tiene que ver con la disposición permanente a estar conectado”, afirma y defiende “yo sigo teniendo sorpresas que no todo el mundo tiene: algo tan sencillo como que un amigo me diga que va a ser papá y darle un abrazo”, pone de ejemplo.

“Esta desintoxicación digital va a ir creciendo cada vez más, de hecho hay entornos educativos que prohíben el uso del teléfono”

Tomás Pérez Vizzón
Especialista en cultura digital

 

DESINTOXICACIÓN DIGITAL

Expertos sostienen que la tendencia a desconectarse de las redes o las pantallas, conocida globalmente como “digital detox”, está creciendo en Estados Unidos y algunos países de Europa y se basa fundamentalmente en la desconexión temporal de dispositivos y redes sociales para reducir el estrés que produce la adicción tecnológica.

“La dependencia no ya a las redes sino al teléfono es un tema serio”, dice acerca de las causas detrás del fenómeno Tomás Pérez Vizzón, periodista especializado en cultura digital y conductor del podcast Todo es Fake.

La exposición a la que alude va más allá de las redes y atraviesa la vida cotidiana. “Por ejemplo, ando en auto y tengo el GPS todo el tiempo prendido para trayectos a los que sé cómo llegar”, explica, “pero el GPS me da información sobre el tránsito, sobre cuál es el camino más corto y cierta seguridad sobre el trayecto más seguro para llegar a destino. Todas estas cosas, que son necesidades y adicciones nuevas, hacen que colapsemos y necesitemos un espacio para respirar por fuera de las aplicaciones”.

En ese sentido, asegura Pérez Vizzón, “la desintoxicación digital va a ir creciendo cada vez más, de hecho hay entornos educativos que prohíben el uso del teléfono y hay espacios para abandonar el celular durante determinado tiempo, porque hay una buena parte de los seres humanos que perciben que les está haciendo mal y eso es un problema”.

Con todo, nuestras vidas son digitales, asegura el experto. “No creo que exista la vida offline por mucho tiempo. Puede haber espacios, momentos, días de desintoxicación pero nuestras vidas con cada vez más digitales porque los gobiernos son digitales, nuestros datos, las transacciones económicas, el sólo hecho de comprar a través de Mercado Pago nos obliga a conectarnos a algo y es muy difícil volver atrás en eso”.

 

39,9 millones
De usuarios únicos de teléfonos celulares tiene argentina, convirtiéndose en uno de los países latinoamericanos donde más dispositivos inteligentes hay por habitante.

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