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Séptimo Día |DEBORAH EISENBERG

La posibilidad de un escape

Taj Mahal, el primer libro de cuentos de la autora estadounidense traducido por estos días al castellano, plantea de modo original el cruce de vidas y memorias en fuga

La posibilidad de un escape

Volver al territorio de la infancia es uno de los riesgos narrativos que Eisenberg afronta con oficio y enorme fruición / Diana Michener

6 de Septiembre de 2020 | 07:55
Edición impresa

En “Taj Mahal”, la escritora estadounidense Deborah Eisenberg narra duelos, viajes y recuerdos con protagonistas que retoman su pasado con elocuencia y valentía para proyectarse en nuevos lugares en los que pueda ser resignificada su memoria.

Eisenberg (Chicago, 1945) es profesora de la Universidad de Columbia. Este es su primer libro de cuentos traducido al castellano -tarea ejercida por Federico Falco- y es además el más reciente título de la editorial Chai.

“Es cierto que escribir ficción me lleva mucho tiempo. Sin duda, esa es en parte la manera en que lo hago”, señala la autora sobre los cuentos que se publicaron en inglés bajo el título “My duck is your duck” y que fueron escritos a lo largo de doce años.

“Cada buena pieza de ficción es una criatura viviente de su propia clase y no otra”

Deborah Eisenberg,
escritora

 

En ese sentido, asegura que no le interesa “en absoluto empezar con un esquema, por ejemplo, o un plan y luego tratar de cumplirlo”, y explica: “Es más bien un proceso de localizar un camino hacia alguna pequeña luz interna parpadeante y seguirlo. Alguien me comentó una vez que escribir es mi forma de pensar sobre las cosas, y creo que eso es bastante acertado. No me refiero a ‘pensar’ en el sentido de resolver rompecabezas intelectuales. Me refiero a ‘pensar’” en el sentido de exploraciones mentales y sensoriales de todo tipo”.

Las historias de Eisenberg despliegan con sutileza la persistencia de la infancia en la vida de adultos que intentan resignificarla, en algunos casos retomando contactos con los amigos de un abuelo que fue responsable en la crianza, como en el cuento que da título al libro en su edición en castellano, o en otros, como en “Tachar y seguir”, volviendo al espacio habitado en esa etapa de la vida para recordar a esas tías que fueron aliadas de la protagonista y le supieron mostrar otros mundos ante las imposibilidades de sus padres.

“Para mí cada historia encapsula su propio mundo y considera cuestiones inherentes a ese mundo. Pero, por supuesto, si un lector disfruta encontrando elementos comunes a los personajes, me parece bien”, afirma la autora, que es también ganadora del premio Faulkner y de la beca Guggenheim.

De esta manera, la infancia se va instalando como una memoria que persiste en estos universos y en la que no son necesariamente los padres o las madres los cuidadores, ya que en muchos casos hay tíos o tías, amigos de estos padres que funcionan como presencias indispensables y marcan a estos personajes.

Ante esa lectura, Eisenberg explica: “En realidad, nunca lo pensé. Pero se me ocurre que muy a menudo la relación entre un padre y un hijo está bloqueada desde muy temprano en la vida de un niño - de hecho, en mi opinión, suele estar determinada antes del nacimiento- por las expectativas inconscientes de los padres, las esperanzas, los miedos, etc. Así que un retrato de la relación entre un niño y un padre puede ser algo confuso, incluso claustrófico. Tal vez una relación más distante permite un poco más de lo inesperado, un poco más de libertad”.

Los relatos pueden leerse también como nouvelles que van creciendo a medida que los personajes se desplazan, enhebran itinerarios imprevistos y potencian la posibilidad de narrarse ante un otro como una herramienta para retomar un pasado doloroso e intentar descomprimirlo.

Para Eisenberg no hay reglas inviolables y considera que “la ficción es muy flexible y espaciosa”, por eso no le interesa detenerse en la definición de un género para clasificar sus universos de ficción.

Las historias despliegan la persistencia de la infancia en la vida de los adultos

 

“Bueno, para hacer algunas generalizaciones, porque una historia no necesita el gran andamiaje de una novela, una trama propulsora para sostenerla: se presta a ser más destilada y esencial, o más estratificada, o más efímera, o más intensa, o todas esas cosas. Es probable que una buena historia exija más de sus lectores, en mi opinión, que una novela y requiera un compromiso más activo. Pero en realidad, esas son generalizaciones, y francamente, nunca he entendido realmente la idea de género en la ficción”, destaca.

En esa línea sostiene que “hay gente que dice que una historia debe tener un arco, o que una historia debe hacer esto o aquello, o tener este o aquel atributo - ¡pero no veo por qué una determinada pieza de ficción debe ajustarse a las reglas que alguien ha extrapolado de otra pieza de ficción!”.

En su opinión, “si una obra de ficción es buena, es buena en sus propios términos”, así que apunta que, fundamentalmente para ella, “una historia es una historia porque tiene menos de x número de páginas o palabras, una novela es una novela porque tiene de x a x número de páginas o palabras”, y concluye: “cada buena pieza de ficción es una criatura viviente de su propia clase y no otra”.

Los viajes se convierten en una posibilidad de escape para algunos de los personajes de este libro, pero también funcionan como pequeños movimientos que permiten encuentros como sucede con los protagonistas de “Tu pato es mi pato”, “La capacidad de combinar” o “Recalculando”.

“Nunca me di cuenta, pero creo que tienes razón - que estoy obsesionada con la idea de escapar, o la posibilidad de escapar- y con esos movimientos en que pasas por delante de algo familiar, como un árbol que ves con frecuencia y que de repente un rayo de luz impacta sobre una de sus hojas y se convierte en algo completamente extraño y desconocido”, reflexiona Eisenberg.

Los cuentos que componen “Taj Mahal” plasman itinerarios en los que el azar irrumpe para dar fuerza a personajes que conmueven por su desamparo pero que no se quedan instalados en la pérdida sino que la habitan para poder resignificarla.

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