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Séptimo Día |EL AVANCE DE LOS MÉDANOS EN LA PAMPA

Entre el sueño del agua y la pesadilla del desierto

La literatura, como los pueblos, se asentó junto a los ríos y lagos. El Paraná y el Río de la Plata como fuentes de inspiración. Los escritores de las arenas y la bienvenida de Francisco Umbral a una ministra del Medio Ambiente

Entre el sueño del agua y la pesadilla del desierto

Los ríos han servido como fuente de inspiración para numerosos autores / web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

1 de Agosto de 2021 | 07:15
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La primera frase escrita por Píndaro en sus odas olímpicas fueron estas: “lo mejor, el agua”. El agua fue considerada por la literatura greocolatina como el más importante de los elementos. Sin agua no hay vida. El agua es mejor que el oro y que el sol, afirmó Píndaro. Y el desierto es el peor enemigo, es ausencia de agua.

Un siglo después Platón ratificó la frase de Píndaro en sus diálogos, luego de advertir que el agua se trataba de un bien escaso pero que está al alcance de muchos: “El agua no cuesta nada, a pesar de ser lo mejor, como dice Píndaro”

El agua es primordial en la mayoría de las obras literarias. Los pueblos se asentaron a orillas de los ríos, lagos y cauces de agua dulce. Lo hicieron, después, junto al mar, porque el mar era también el primer camino del comercio. El mar ofreció alimentos y riquezas. Y el agua dulce le dio certeza de vida a las poblaciones y habrá nutrido como hasta ahora a toda creación humana. La poesía de mayor lirismo comparó siempre el agua con el amor.

El río fue una de las metáforas que mejor simbolizó a la vida. En un estudio sobre Antonio Machado, el crítico Domingo Yndurain –“Tres símbolos en la poesía de Machado”- refleja esa relación, ya instalada en Jorge Manrique (“Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir…”. Dice allí que “Mientras Manrique toma el río como unidad, Machado lo hace objeto de diversas concepciones, tendentes a un mismo fin. Por otra parte, en la obra del poeta sevillano, el símbolo se ve enriquecido por una serie de consideraciones metafísicas que intentan definir, poéticamente, los caracteres del río-vida y trata de penetrar en la esencia de la vida”.

Un gran poeta del agua fue el entrerriano Carlos Mastronardi

 

Hay dos poetas de excelencia que hablaron de nuestros ríos primordiales: el Paraná (hoy afectado por una bajante histórica) y el Río de la Plata. Rafael Alberti se asombró sobre la inmensa y eterna realidad del agua en el paisaje argentino, en donde estaba exiliado: “Aquí, si yo hubiera sido/ caballo, solo caballo/ junto al río./ Es tanta la soledad/ del hombre y tan grande el río,/ que aquí si yo hubiera sido caballo, solo caballo/ junto al río./ De pronto, un relincho largo/ Y un galopar infinito,/ para seguir siendo piedra/ del viento y pacer dormido/del otro lado del río”

Y no sobre el Paraná, sino sobre el Plata escribió Borges un poema fundacional y, a la vez, de fragil existencialidad: “¿Y fue por ese río de sueñera y de barro/ que las proas vinieron a fundarme la patria?/ Irían a los tumbos los barquitos pintados/ entre los camalotes de la corriente zaina”.

Un gran poeta del agua fue el entrerriano Carlos Mastronardi, que a su provincia natal le dedicó un poema inolvidable: “Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre/ sus costas están solas y engendran el verano...”.

Ocurre que la mayor parte de la población argentina vive recostada sobre el Paraná y el Río de la Plata. De allí también que la literatura nacional encuentre a muchos poetas y novelistas influenciados por esa presencia. El agua corre como el amor y los sueños en las obras de grandes escritores.

Así, entre muchos otros, rindieron tributo a los ríos y al Delta autores como Sarmiento, Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones, Rafael Obligado, Juan José Saer, Juan L. Ortiz, Baldomero Fernández Moreno, Rodolfo Walsh, Ezequiel Martínez Estrada, Roberto Arlt en sus crónicas publicadas por diario El Mundo, Marcos Sastre y Enrique Wernicke.

Los desiertos también han sido un punto de partida para algunos escritores / web

SUEÑO Y PESADILLA

El Paraná y el Plata dieron y siguen dando para muchos –como también ocurre con los lagos del sur y algunos ríos cordilleranos- la sensación de que la Argentina cuenta con una de las reservas de agua dulce mayores del planeta. Sin embargo, no es así.

Los diez países con mayores reservas de agua dulce en el planeta son, en este orden, Brasil, Rusia, Estados Unidos, Canadá, China, Colombia, Indonesia, India, Perú y Venezuela. Tan sólo en Sudamérica, nuestro país se encuentra detrás de Brasil, Colombia, Perú, Venezuela y Chile. A la Argentina la asiste, sin duda, esa última y maravillosa reserva de agua subterránea que es el acuífero Guaraní. Se estima que este acuífero podría proveer de agua a la población mundial por 200 años.

La fascinación por la soledad, por las arenas quemantes, también tiene sus adeptos

 

Pero lo que ocurre ahora en el Paraná y en la Patagonia cordillerana -y lo que viene pasando desde hace décadas en gran parte del territorio argentino- deja a la vista que los sueños del agua conviven con el temido y estéril sueño del desierto.

La Argentina cuenta con una superficie total de 270 millones de hectáreas, de las cuales unas 100 millones están seriamente afectadas por el fenómeno de la erosión y progresiva desertificación. El avance del desierto se encuentra estimado en dos millones de hectáreas por año. Los datos no dejan lugar a muchas dudas: la Argentina podrá tener muchos más desiertos en los próximos años.

Carlos Mastronardi / web

Este fenómeno que ocurre en muchos otros países pone entre comillas al futuro de la humanidad. Un futuro que está ligado al agua. La próxima guerra mundial –si se desata- será por el agua. Ya no será por el petróleo. Hace cuatro décadas un ex vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldín, lo anticipó: “las guerras del próximo siglo serán por el agua”. Los desiertos y sequías obrarán como disparadores.

Los desiertos de la Tierra tienen también a sus grandes narradores. La fascinación por la soledad, por las arenas quemantes del Sahara se encuentra en libros magistrales como “El cielo protector” de Paul Bowles, que vivió gran parte de su vida en Tánger; en “Tierra de hombres”, de Antoine de Saint Exupery, que al caer su avión en Africa erró tres días en “el país de la sed” con su mecánico, para terminar salvados por un grupo de nómadas; “Desierto solitario” de Edward Abbey, que es una proclama contra la devastación humana de la naturaleza; “Las rosas de Atacama” del chileno Luis Sepúlveda, uno de cuyos relatos trata sobre un cultivador de rosas en el desierto árido y salado del norte de Chile, entre otras obras.

“Hay desiertos que nos contemplan desde el año que viene…”, dice Umbral

 

El agua es amiga del viento y de la lluvia; el desierto es hermano del fuego. Y el fuego es el primer y más antiguo agente de la contaminación ambiental en la tierra. En especial, el fuego que viene devastando bosques, en un proceso perverso de desforestación.

LOS DESIERTOS QUE VIENEN

Francisco Umbral, uno de los más admirables escritores españoles, le escribió una vez al presidente de España agradeciéndole que hubiera nombrado ministra de Medio Ambiente a Cristina Narbona. Lo que dice allí excluye toda ponderación política del texto y se defiende por sí solo. Dice de la funcionaria: “Esperemos que lo haga bien, en un cargo que es tautológtico con su persona, porque toda mujer en sí es un medio ambiente, principiando por el medio ambiente de su vientre, donde nos llevó nueve meses”.

“En esta confusión de ministras que trajeron la paridad por un lado y Vogue por otro, se ha acertado en una cosa, precisamente en ésta. Y es que nos alivia mucho de las noticias meteorológicas la noticia política de que la ministra de la cosa, o sea el Medio Ambiente, es una mujer. Cristina Narbona de la que tampoco sé mucho, pero intuyo lo suficiente, lleva en sí ese Medio Ambiente con que la mujer ambienta nuestra vida. Cristina, a la que no conozco, sabrá llevar y traer calores y fríos, templanzas y destemplanzas, porque eso vienen haciéndolo las amas de casa desde Juana la Loca, que tenía muy aseada su prisión, hasta Janan Harb, la bellísima ex mujer del rey Fahd, que ahora le pide más dinero no para vicios ni manutenciones, sino precisamente para mejorar el Medio Ambiente de su casa, por si el rey la visita. Desde siempre hemos visto a nuestras madres y abuelas abriendo una ventana, cerrando una puerta, estableciendo una saludable corriente de aire en verano y suprimiéndola en invierno, quitándonos y poniéndonos una manta zamorana de más o de menos

Francisco Umbral / web

“Ahora Cristina anuncia que España debe prepararse para un verano de menos lluvias y grandes calores. Parece ser que el Ejecutivo está adoptando un conjunto de medidas ante la escasez del agua y la sequía de un futuro inmediato, porque nuestro futuro se presenta desértico y hay desiertos que nos contemplan desde el año que viene”.

“Hay desiertos que nos contemplan desde el año que viene…” dice Umbral. Le puede estar ocurriendo a nuestro país. Territorios antes ricos en humedad están ahora estériles, cubiertos por pampas medanosas.

Soñar con el agua creadora. Atravesar la pesadilla del desierto infértil. Nos encontramos en la encrucijada de elegir.

 

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