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Bautismos reales: eventos familiares que dejan huella

Las criaturas llevan trajes históricos, sus padres, padrinos y abuelos eligen las mejores ropas y las anécdotas se encargan de transformarlos en momentos históricos para las coronas

Bautismos reales: eventos familiares que dejan huella

Bautismo del príncipe Archie, hijo de Meghan y Harry

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

22 de Agosto de 2021 | 08:04
Edición impresa

El delicado equilibrio entre lo institucional y lo social, entre lo privado y lo público, mantiene alerta a los integrantes de las casas reales europeas a la hora de definir cada una de sus apariciones. Algunas casas, como la holandesa, son muy celosas de su intimidad pero hacen un gran despliegue en los actos públicos; otras, como la española, se dejan fotografiar fuera de sus actividades institucionales pero son bastante parcos en sus posados oficiales y las grandes celebraciones son solemnes pero no cálidas. Quienes mejor manejan el asunto son, sin duda, las casas reales escandinavas. Es raro que pase una semana sin tener fotos que ellos mismos comparten. Niños, mascotas y jardines son protagonistas permanentes de sus redes sociales. Y, más allá de estas escenas cotidianas, son famosos por “tirar la casa por la ventana” en los grandes acontecimientos. Compromisos, bodas, fechas patrias, Navidad y hasta funerales son organizados con pompa para demostrar a los ciudadanos que la monarquía sigue tan rozagante como siempre.

El pequeño Julián en brazos del obispo

Sirva esta introducción para que miremos por el ojo de la cerradura un acontecimiento que tuvo lugar en Estocolmo el sábado anterior: el bautismo del príncipe Julián, el nieto más pequeño de los reyes de Suecia. Recordemos que los reyes Carlos Gustavo y Silvia tienen tres hijos: Victoria, la heredera, madre de Estelle y Oscar; el príncipe Carlos Felipe, padre de Alexander, Gabriel y Julián; y Magdalena, quien vive en Miami y es madre de Leonor, Nicolás y Adriana. Son muchos y cada vez que se reúnen forman un grupo tan bello como bullicioso.

El pequeño Julián, protagonista del bautismo, nació el 26 de marzo pasado y, como dijimos, es el tercer hijo del príncipe Carlos Felipe y su esposa, la princesa Sofía. Ocupa el séptimo lugar en la sucesión del trono y es el primer nieto de los reyes que no nace como Alteza Real. ¿A qué se debe esto? A que en octubre de 2019 el gobierno obligó al rey a realizar una reforma que limitara las funciones oficiales de los nietos que no estuvieran en la línea directa de sucesión. Así es como los únicos que conservaron tratamientos y manutención por parte del estado son la princesa heredera, Victoria, y sus hijos. También mantuvieron su estatus los otros hijos del rey, Carlos Felipe y Magdalena, pero no los retoños que tienen con sus respectivas parejas.

Todo hacía pensar, entonces, que el bautismo de Julián, iba a ser un acto privado del que tendríamos, como mucho, una foto oficial. Pero no. Los suecos saben que nos encanta espiarlos y nos han regalado un acontecimiento que, aunque limitado por la crisis sanitaria, ha sido precioso. Por empezar, asistencia completa. Estaban los reyes, sus tres hijos y todos los nietos quienes, con sus trastadas, estuvieron a cargo del entretenimiento. Y aquí vemos las primeras y verdaderas diferencias entre unos y otros. Mientras que los hijos de la princesa Victoria, Estelle y Oscar, no se movieron de su asiento y se mostraron juiciosos y expectantes como si ya tuvieran plena conciencia del papel institucional que les espera como reina y hermano de reina, los hijos de Carlos Felipe y de Magdalena, quienes ya no pertenecen al ámbito institucional, alborotaron la ceremonia. Saludaron sin protocolo a sus abuelos, corretearon por los pasillos de la Capilla Real, charlaron, jugaron y poco caso hicieron a los tímidos intentos de sus padres de ponerlos en vereda. La única que pudo mantenerlos sentados por 5 minutos fue la niñera quien estaba ubicada en tercera fila presta a poner orden si el asunto se desmadraba.

Foto de familia del bautismo del príncipe Julián de Suecia

Claro que no fueron los únicos que hicieron travesuras. Johan Dalman, el obispo encargado de bautizar a Julián, no se limitó a tirar agua en la cabecita del niño sino que lo alzó tan alto como le dieron sus brazos, lo zarandeó, lo estrujó, lo hizo bailotear y, en definitiva, lo preparó para no tener vértigo si decide seguir al padre como piloto de autos de carrera. Julián ni se inmutó y bien podríamos pensar nosotros que semejante sacudón es una costumbre sueca pero a juzgar por la cara de espanto que puso la reina Silvia y los comentarios de la princesa Estelle, nada de esto estaba en la agenda de la ceremonia.

El príncipe Julián es un niño precioso y lucía solemne con un traje de cristianar histórico, confeccionado en 1906 para el rey Carlos Adolfo. Es el mismo que han llevado su padre, su abuelo, su bisabuelo y sus primos. La pila bautismal también es la misma y, siguiendo la costumbre, el agua sagrada proviene del manantial de Öland, el lugar donde la familia pasa sus vacaciones. Ha recibido de regalo un título nobiliario (duque de Halland), un peluche de parte del gobierno y una parcela en un jardín público donde se plantarán flores en su nombre. A su vez en la misma ceremonia el rey le otorgó la orden del Serafín.

El traje de bautismo de cristianar fue confeccionado en 1906 para el rey Carlos Adolfo

 

Quienes seguimos la agenda de la realeza recordamos también la solemnidad de los bautismos de los principitos de la Casa Real Británica. Aunque no siempre se han realizado en el mismo templo, sí visten a los niños con el mismo faldón, aquel que la reina Victoria mandó a confeccionar en 1840 para el bautismo de su primera hija. Fueron 64 los niños que lo usaron, incluida la actual reina Isabel. Está inspirado en el traje de novia de la reina Victoria y la gran cantidad de encaje y batista que tiene hicieron necesarias algunas restauraciones hasta que en 2004, luego del bautismo de la nieta menor de la reina, hubo que jubilarlo. Se le encargó a Angela Kelly, estilista y asesora de Isabel II, la confección de una réplica exactamente igual. La monarca se encargó personalmente de supervisar el trabajo y cada puntada era aprobada por ella. El encaje fue comprado en Italia y se lo tiñó con té para lograr el clásico blanco vintage. Así es como a partir de 2007 se comenzó a usar esta réplica. El último en usarlo fue Archie, el hijo de Harry y Meghan, en un bautismo que fue una bisagra en la relación de los duques de Sussex con la prensa y el resto de la familia. El hecho de no haber sido televisado ni que tampoco se hayan dado nunca a conocer los padrinos, sentó muy mal a todos y las caras largas se notaban en la única foto que se distribuyó. Hay rumores que dicen que Harry le pidió prestado el faldón a su abuela para poder bautizar a Lilibet, su segunda hija, pero que la reina se lo negó porque la ceremonia se va a realizar en Estados Unidos y es una pieza histórica que no debe salir del reino.

El príncipe Carlos Felipe y su familia

Pero si hay un bautismo que tiene realmente connotaciones históricas y políticas es el del entonces príncipe Felipe de Borbón, hoy rey de España. Felipe era el primer hijo varón del matrimonio formado por los príncipes Juan Carlos y Sofía quienes vivían en España a la espera de que el dictador Francisco Franco les diera algún tipo de papel institucional y, sobre todo, de que se decidiera a nombrar un sucesor. Como pasaban los días y nada de eso pasaba, Juan Carlos aprovechó el bautismo para jugar sus cartas: nombró padrinos de Felipe a don Juan, su padre, quien estaba exilado en Portugal y era el jefe de la dinastía Borbón, y a su abuela, la ex reina Victoria Eugenia, exilada en Suiza. Ambos necesitaron el permiso de Franco para entrar a España y éste lo otorgó pero limitando el tiempo de permanencia. A Juan Carlos la jugada le salió impecable ya que en sus breves apariciones públicas, los dos padrinos fueron ovacionados por los ciudadanos. Y, como si fuera poco esta presión, Victoria Eugenia le plantó cara a Franco y en pleno bautismo le dijo “General, aquí tiene tres: el padre, el hijo y el nieto. Designe ya un sucesor”. Era el 8 de febrero de 1968. Dos meses después fallecía esta reina y cuatro meses después el príncipe Juan Carlos era nombrado sucesor a título del rey, cargo que asumiría a la muerte de Franco.

Más allá del significado religioso y de los sentimientos personales de quien participa de un sacramento, estos hitos funcionan como enaltecedores de la imagen ejemplificadora que tiene la institución monárquica. Y a veces se toman en ellos las decisiones más importantes.

ESPEJITO, ESPEJITO

Un acontecimiento tan importante como el bautismo del príncipe Julián merecía que su abuela, su madre y sus tías lucieran las mejores galas.

El obispo que bautizó a Julián, lo alzó, lo zarandeó, lo estrujó y lo hizo bailotear

 

La reina estaba elegantísima con un traje de vestido y chaqueta de color celeste; en la cabeza lucía un casquete al tono, todo al mejor estilo Jackie. Además de pulseras de perla y oro tenía en su muñeca las típicas pulseras de mostacillas de plástico de colores que suelen regalar los nietos.

Su nuera, la princesa Sofía, llevaba un vestido de la firma Etro, de color blanco con bordados de flores que le daba cierto aire folk. Le quedaba precioso pero el escote en V demasiado pronunciado era una tentación para el bebé Julián, a quien tuvo permanentemente en brazos, y en más de una ocasión hizo malabares para que el niño con sus manitos no revelara más de lo decoroso. Sofía tiene también muy buen gusto para vestir a sus hijos. Alexander y Gabriel estaban cancherísimos con sus cabellos largos y sus trajes de bermudas y saco sport de lino.

La princesa Victoria eligió un vestido con motivos florales, midi, línea Adele de la firma sueca Malima. Costaba 500 dólares y ya se ha agotado. Estaba realizado en tonos pasteles entre malva y rosado en perfecta armonía con el vestido rosa de su hija Estelle, que fue una de las pocas que no estrenó sino que recuperó un vestido que había utilizado su madre en 1986. Lucía un poco vintage al igual que el atuendo del principito Oscar quien estaba de traje y con un moño demasiado ostentoso.

La princesa Magdalena y su familia

La princesa Magdalena, espectacular como siempre y muy en su estilo, estaba con un vaporoso vestido de Zimmerman con volados y mangas anchas de color blanco y flores color lavanda. También muy a juego con los atuendos de sus niñas: el típico vestido de punto smock, ambos idénticos, en color celeste y confeccionado por la firma Trotters. El vestido de Magdalena ya no está disponible pero los similares rondan los 1.600 dólares y pertenecen a la línea luxury ready-to-wear.

El viento, ese invitado inesperado, puso en jaque el peinado siempre tan armado de la reina Silvia e, incluso, le voló el tocado. Y también puso en evidencia que los vestidos de las princesas estaban muy bien preparados para la lucha contra Eolo ya que, sea porque tenían algún tipo de peso en sus ruedos o porque estaban sostenidos con el forro, ninguno de ellos voló ni dejó al descubierto su ropa interior.

En definitiva, grandes estrenos para un día muy especial.

 

La princesa Victoria y su familia

 

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