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Séptimo Día |Tolkien, Camus, Saramago, Hemingway

Grandes creadores cuyas obras fueron mal terminadas por otros

Las producciones inconclusas en el arte y la literatura. Un misterioso visitante en la residencia de Mujica Lainez. La Catedral de Gaudí y el mandato de Franz Kafka, cuyo amigo no obedeció

Grandes creadores cuyas obras fueron mal terminadas por otros

La Catedral de la Sagrada Familia, de Gaudi, en Barcelona, en obra / web

Marcelo Ortale
Marcelo Ortale

9 de Enero de 2022 | 03:52
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Sobre el escritorio de El Paraíso, la residencia de La Cumbre en donde falleció a los 73 años, permanecieron los manuscritos de “Libres del sur”, la novela de Manuel Mujica Lainez que quedó inconclusa. El escritor trabajaba sobre la primera rebelión que se alzó contra Rosas, en 1839, por parte de hacendados de la zona de Chascomús. Años después de la muerte de Mujica Láinez, se dijo que el fantasma de alguno de los personajes históricos de ese libro inacabado recorría de noche la biblioteca de El Paraíso en busca de los manuscritos perdidos, para conocer cuál había sido su suerte.

Esa es tan sólo una de las consecuencias de las obras literarias y artísticas inconclusas, de las muchas que hubo y que seguirá habiendo. La obra no pudo cerrarse, le faltó el epílogo. El autor falleció o desfalleció en su empeño. ¿Acaso no ocurre lo mismo en la vida cotidiana, y es un amor o un proyecto cualquiera los que se apagan?

Un caso tangible de obra artística inconclusa, que linda con lo material y espiritual, es la de la catedral de la Sagrada Familia, del arquitecto catalán Antoni Gaudí, cuya piedra fundamental fue colocada el mismo año en que se fundó La Plata, 1882, y que desde la muerte de Gaudí en 1926 siguió construyéndose lentamente hasta hoy.

El arquitecto condicionó la construcción de la Sagrada Familia a que las obras fueran financiadas por las donaciones de los fieles. Hubo ofertas millonarias en dólares para terminar la majestuosa Catedral por parte de algunos países, como del Japón, pero la obra avanzó siempre a paso de limosna. Y ahora termina de anunciarse que, con la colocación de las torres de hasta 172 metros de altura, el templo quedará en 2030 completado en su totalidad. Ni hablar de las polémicas catalanas y españolas que esa obra inconclusa vino estimulando.

En general ha sido la muerte de los autores el motivo determinante de la falta de final de libros, pinturas, composiciones musicales y obras artísticas en general. El caso de Mozart –ficcionado en la magnífica película “Amadeus” de Milos Forman- expone el dramático destino que puede esperarle al arte a partir de la agonía y muerte de un autor.

La codiciosa actitud del compositor Salieri, cuando en el lecho de muerte de Mozart, procura hacerse del genio mozartiano y completar casi por ósmosis el fantástico “Requiem” –pero que comprende y siente desolado que no puede, que Dios no le dio los talentos necesarios- es un patético testimonio de ello.

Ocurre también que cuando un gran creador muere, las editoriales salen en busca de publicar lo póstumo, lo inacabado por ese genio. Salvo excepciones, se han publicado manuscritos inconexos, aún no ensamblados por el autor. Sin embargo, una sana excepción a esa regla se produjo con la novela inconclusa de Tolkien, escrita a los 22 años de edad, sobre la Tierra Media. Se partió de los cimientos que dejó Tolkien, que nunca pudo finalizarla.

DESOBEDIENCIA

El genial checo Franz Kafka le dejó en herencia buena parte de su obra literaria a su amigo y representante Max Brod, a quien le pidió que quemara esos manuscritos después de su muerte. Cuando Kafka falleció en 1924, Brod no sólo se negó sino que publicó esa obra.

Sin esa desobediencia pudieron haberse abortado textos como “El Proceso”, “La metamorfosis” y “El castillo”, considerados entre las obras maestras de la literatura.

La tarea de rescate no le fue fácil a Brod, un escritor checo de origen judío, que debió peregrinar por toda Europa perseguido por los nazis. El derrotero de la obra de Kafka –ciertamente kafkiano- concluyó recién hace pocos años cuando la Biblioteca Nacional de Israel le dio entrada y cabida oficial a la obra de Kafka.

Los manuscritos de Kafka sufrieron el éxodo. Ocultos en lugares inadecuados, soportaron como pudieron el ataque de la humedad y hasta los arañazos de gatos poco letrados. Sin Max Brod, realmente no sabríamos quién es Kafka”, destacó hace poco el curador de la Biblioteca Nacional israelí.

Pero sí de “inconclusas” artísticas se habla una mundialmente reconocida fue la Sinfonía Nº 8 de Schubert, más famosa por su nombre coloquial –la “Inconclusa”, ya que el autor austríaco sólo compuso dos movimientos de su obra,

Tal como lo detalló el órgano informativo de la Universidad Nacional Autónoma de México, la compañía de telecomunicaciones Huawei decidió ponerle final y, gracias al software de su modelo celular más reciente, presentó la dichosa sinfonía terminada.

“Hemos emprendido nuestra colaboración más creativa hasta la fecha aprovechando las capacidades de la inteligencia artificial para completar la famosa Sinfonía n.º 8 «Inacabada» de Schubert. Se ha mantenido incompleta durante casi 200 años, así que le encargamos a nuestra IA la tarea de finalizar la sinfonía inacabada más emblemática e interesante de todas,“ anunció la empresa.

Desde la UNAM explicaron que “el algoritmo creado por la compañía se dio a la tarea de analizar el tono, el timbre y otras particularidades de la composición de Schubert, posteriormente con la información recolectada la inteligencia artificial generó dos movimientos más para completar la sinfonía. El productor musical Lucas Cantor colaboró con la firma china para darle los últimos toques y mantener la composición “fiel” al estilo de Schubert”.

DUDAS

Hay casos de dudas, como las que presenta la novela de Harper Lee “Ven y pon un centinela”, traducida al español más de medio siglo después de la versión original. Se cree que lo publicado no dejó de ser un borrador mejorado por los editores. Más allá de esas dudas, “Ve y pon un centinela” vendió en una semana más de millón de ejemplares en Estados Unidos y Canadá.

Existen también interrogantes sobre la autoría total de los libros póstumos de José Saramago y de Ernest Hemingway. En el caso de este último se habla de “El jardín del Edén”, publicado en 1986, veinticinco años después de la muerte de su autor. Se sospecha que el libro es un híbrido elaborado por los editores, que formalizaron una suerte de simulacro de autoría, modificándose párrafos, utilizando técnicas de copia.

Albert Camus tuvo también su novela inconclusa -“El primer hombre- hallada en una valija que estaba dentro del auto deportivo en el que el escritor perdió la vida en 1960, en un accidente ocurrido cerca de París. Se decidió completarla y para ese trabajo se acudió a la hija del escritor, Catherine, que logró su publicación en 1994. Se trató de otro borrador mejorado, que alcanzó buena venta.

¿Quién ha sido el verdadero autor de estas obras? Vladimir Nabokov, sintiéndose morir, la pidió a su esposa que destruyera su novela “El original de Laura”, en la que estaba trabajando. Muere el autor y poco después muere la señora, de modo que la decisión recayó sobre el hijo, Dimtry, que no acató el mandato paterno. El libro se publicó, mal corregido, con inclusiones forzadas por los editores. Algo parecido le pasó al novelista David Foster Wallace con una novela que dejó sin terminar.

TAMBIÉN POR DESINTERÉS

En las redes sociales se está produciendo un fenómeno extraño: la publicación de poemas o ensayos cortos que se atribuyen a determinados autores y cuyos textos, en realidad, sólo procuran imitarlos. Es una costumbre curiosa, ya que los autores de tales imitaciones no buscan ganar dinero. Y además, si hubiera algo de ingenio en esos escritos, el crédito va para los famosos a quienes se imposta.

Víctimas mayoritariamente elegidas o, si se quiere, eventuales beneficiarios de este nuevo género digital son autores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Federico García Lorca o Eduardo Galeano, entre pocos otros. En algunos casos existe una intencionalidad, un dolo, consistente en atribuirle a esos escritores la elaboración de textos que vienen a medida para criticar a algún político de actualidad. ¿Vieron, lo anticipó Borges o Cortázar...?, sería la única y supuesta “ganancia”.

Pero en la mayoría de los ejemplos aquí mencionados, se trata de textos que reflejan opiniones sobre el amor, la vida, la muerte u otros temas despojados de toda finalidad ideológica.

La explicación de esta suerte de género masivo o masificado, la da el más personalista de los escritores, Miguel de Unamuno. El sostienme que hay en suspenso sobre la sociedad un sentimiento gregario, un clima dominante y que de él se sirven los intelectuales y artistas. La cantera de cada uno se encuentra en lo colectivo.

Hay interrogantes sobre la autoría total de libros póstumos de Saramago y Hemingway

En general ha sido la muerte de los autores el motivo de la falta de un final para sus obras

 

 

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