Esteguy, el piloto platense que está esperando a su escritor

La Plata tuvo un aventurero, un soñador que se enroló como voluntario en la Primera Guerra Mundial en la que combatió por Francia, enfrentada con sus aliados Inglaterra y Rusia, a los que se sumó luego Estados Unidos, contra la entonces poderosa Alemania, acompañada por Italia y el imperio austro-húngaro. Pero en nuestra ciudad ha sido, casi, un desconocido.

Voló en su pretérito De Haviland de dos asientos y luchó en los cielos franceses y alemanes. Participó en la encarnizada Batalla de Saint Mihiel que se libró del 12 al 15 de septiembre de 1918, cuando sólo tenía 21 años de edad.

Fue reconocido y condecorado, volvió a la Argentina y al poco tiempo, terminada la Gran Guerra que se había iniciado en 1914, se enroló por España para luchar en la llamada “segunda guerra de Marruecos”. Allí murió, a los 25 años de edad, cuando cumpliendo una acción de guerra su avión, se supone, fue arrojado por una tormenta contra una montaña, el 22 de octubre de 1922. Es decir, en pocos días se cumplirá el centenario de su muerte.

Juan José Esteguy (1897-1922) medía 1,90, pertenecía a una familia francesa que vino a La Plata en los años de la fundación, tenía ojos azules, era apuesto y sus descendientes platenses, al mirar las fotos que conservan, dicen que “se parecía a Gary Cooper”, aquel mítico actor de Hollywood. A poco de llegar a Francia tramitó y obtuvo la entonces llamada “permisión de vuelo” pues contaba ya con dos brevet, el civil y el militar.

Juan José Esteguy pertenecía a una familia francesa que vino a La Plata en los años de la fundación

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Fue enrolado en la academia de Pau. “Está para más”, dijeron sus superiores. Su destreza como piloto, ya entreverado en combates aéreos hizo que le otorgaran el grado de teniente. Fue herido en combate, cayó, se le semicongeló el pie y la convalecencia, que fue larga, concluyó con su retorno a La Plata, en donde inicia nuevas empresas. Se dedica a llevar pasajeros hasta Montevideo en su avión, un Dorand Renault. Los franceses afincados en nuestra ciudad los admiran. Los enrolados en “La Gauloise” –uno de los centros culturales y sociales más importantes de la cuidad- le llamaban “notre Esteguy”.

Esteguy debió haber sido también uno de los primeros aviadores platenses que surcó los cielos de su ciudad. Sus familiares y quienes hoy lo estudian coinciden en que la pasión aeronáutica lo desveló, que su fervor era tan fuerte que alcanzó a fundar una empresa para trasladar por vía aérea mercaderías y cartas, y que además llevó pasajeros a Montevideo en aquellos aviones, biplanos y elementales.

Se dice que aquel hijo de franceses venidos a La Plata también creó el primer aeroclub en la zona de El Dique –al que bautizó El Cóndor- y que permaneció funcionando hasta mediados de la década del 50.

En ese entonces otro soñador, el porteño Jorge Newbery –mucho más famoso que Esteguy- sorprendía con sus hazañas en avión y en globo. Esteguy avisó: “le voy a pedir al presidente Yrigoyen que me compren un avión con suficiente autonomía para cruzar la Cordillera”. Quería salir de La Plata y aterrizar en Valparaíso. Juntó quince mil firmas de apoyo, pero no le compraron ese avión.

RECUERDOS FAMILIARES

“Toto, que así le decían a Juan José Esteguy, era hermano de mi madre, Elena Esteguy y provenía de una familia de la recién fundada La Plata, hijo de padres franceses. Mi tío era bilingüe y su fama la adquirió al enrolarse voluntariamente en dos guerras, a favor de Francia y luego de España en su guerra en territorio marroquí”, dice ahora Horacio Marín Esteguy.

“Cariño, respeto, admiración, eso es lo que siento”, sintetiza este médico psiquíatra al preguntarle por su tío. “Partió para Francia en noviembre de 1916 y recordemos que nuestro país permaneció neutral durante la Gran Guerra y que recién en abril de 1917 se produjo la entrada en la escena de la guerra de Estados Unidos”. No eran vientos favorables los que soplaban entonces para Francia y sus aliados.

“Había en su acento un dejo de desesperanza y desencanto”

Alude a las dificultades existentes para reunir más antecedentes de su “tío guerrero”, aún cuando muestra muchas cartas que el aviador envió a su madre: “No existe una sola postal en las que estén ausentes las expresiones “querida mamá y hermanos”, “besos”, “miles de besos”, “los quiere Toto”. Añade que “tuvo el tino y el temple de omitir en sus cartas los horrores de ambas guerras”.

Al ver esos documentos se advierte algo común en aquellas épocas: la letra y la sintaxis impecables de quien las remitía.

Cabe agregar que, por cuerda separada, dos platenses, Daniel Ceccherelli y Juan Pedro Cendoya están investigando la vida del aviador. “Estamos buscando elementos para realizar un trabajo histórico sobre esta personalidad extraordinaria”, dijo el primero de ambos.

Algunos historiadores han puesto el acento en el hecho de que nuestra ciudad osciló siempre entre las ciencias duras y las humanísticas, con prevalencia de las primeras. Las primeras facultades fueron las de ingeniería, las de las ciencias duras.

De La Plata son los llamados cinco sabios: Juan Vucetich, Florentino Ameghino, Carlos Spegazzini, Alejandro Korn y Pedro Bonifacio Palacios, más conocido como Almafuerte. Una buena representación humana del dilema platense: cuatro racionalistas y sólo un soñador, el último, Almafuerte.

CRÓNICAS

Cuando los restos de Esteguy volvieron a la ciudad y recibieron sepultura en el cementerio local, EL DIA publicó una extensa crónica fechada el 25 de junio de 1925 acompañada por una foto que muestra la multitud presente siguiendo al cortejo.

“Fueron imponentes las exequias del aviador Juan José Esteguy” es el título. La bajada de ese título dice; “El pueblo se asoció en forma amplia a los actos de homenaje organizados. En las ceremonias hizo acto de presencia el Poder Ejecutivo”

Un anónimo cronista escribió: “Desde ayer descansan en nuestra ciudad los restos del aviador argentino Juan José Esteguy, fallecido en Africa el 23 de octubre de 1922. Sus exequias han constituido una ceremonia impresionante, en la que estuvo asociada podría decirse la ciudad entera, que concurrió en masa a rendir el último homenaje al valiente compatriota caído en tierras lejanas, de las que fue devuelto a su país por el pueblo hispano, cuya causa fuera a servir con decisión y arrojo desde los campos de batalla de Marruecos”.

La crónica da cuenta de la presencia del entonces gobernador Cantilo, del embajador de España, Marqués de Amposta, de ministros y de otras personalidades que asistieron al funeral en la iglesia de San Ponciano.

Agrega la noticia de EL DIA: “Una bandera argentina, enlutada con un crespón, cruzaba la carroza en su parte superior. Un público enorme apiñado en las veredas y aceras rendía su homenaje al paso de los restos del caído”.

También recordaría a Esteguy el diario El Argentino, pocos días después de su muerte: “Nunca más” nos dijo como al acaso al momento de estrecharnos las manos en la víspera de su partida para España, al preguntarle si volveríamos a vernos pronto. Y nos parece estar viéndolo ahora. Era en la hora primera de una madrugada, cuando pasó a darnos la despedida que su fatalismo previó como la postrera”.

“Nunca más”. Había en su acento un dejo de desesperanza y desencanto. Pareciera que la angustia y el dolor implacable de un drama íntimo, dictaban desde el fondo de su corazón la respuesta fatalista. Morir aquí o allá, lo mismo da”.

“Las expresiones ‘querida mamá y hermanos’, ‘besos’, están presentes en sus postales”

Dice más adelante: “Nunca más le volveremos a ver surcar nuestro cielo, con esa su intrepidez que le hiciera ser un niño mimado de nuestros deportistas. Nunca más será con nosotros el arriesgado piloto que nos hiciera conocer en vuelos inolvidables las múltiples sensaciones del arriesgado incursionar por los aires, por sobre la ciudad nativa”.

LA LITERATURA

La aviación naciente a principios del siglo pasado se vio acompañada de inmediato por la literatura. La aviación no dejó de fascinar a muchos escritores. En un trabajo del estudioso alemán Wolfran Nitsch (“Más que un medio de locomoción, ética y estética del avión en la literatura moderna”, se dice que “si para varios poetas y novelistas modernos el avión es “más que un medio de locomoción”, como observa el poeta piloto Saint-Exupéry, lo es a la vez por razones éticas y estéticas. Por un lado, se celebra el aeroplano como un medio de acción que posibilita transgredir los límites del mundo y de sí mismo; por otro, se presenta como un medio de percepción que permite ver la tierra y el cielo de una manera distinta”

No sólo Saint-Ex fue aviador y admiró a sus colegas. También fueron admiradores de los pilotos Vicente Huidobro, Manuel Chaves Nogales, Claude Simon, Roberto Bolaños, Paul Claudel, Andre Gide, Jean Paul Sartre y Ernest Hemingway y muchos otros. Entre nosotros, el piloto platense Juan José Esteguy, el personaje Esteguy, está esperando a su escritor.

Juan José Esteguy