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La época de los festejos colectivos desatados por el Mundial de Qatar. La pasión como inspiradora de la condición humana. Cada uno en busca de su mejor imagen. Definiciones de escritores
MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE
¿Qué chispa es la que enciende y que leños arden en los festejos colectivos? Hace un mes que el mundo futbolístico moviliza millones de personas que se reúnen en forma pública, comparten horas y hasta días con la pasión como inspiradora y aliada, asociándose unas con otros, extraños con extraños y entre todos consuman una celebración común. La central fue en Qatar, pero la fiesta se diseminó hacia los cuatro puntos cardinales, ajena a todas las fronteras… La fiesta, esa es la palabra, según los entendidos.
Una fiesta significa el cumplimiento de ritos, de fórmulas que apuntan a enriquecer el ocio de unos pocos o el de multitudes. En la fiesta cada uno intenta alcanzar su mejor imagen. Nadie acude a una fiesta para desmerecerse. Hay desbordes, claro, incidentes, agresiones. Habrá, como hubo, saqueos a comercios y represiones policiales, pero eso no es la finalidad primera de los festejos.
El Obelisco, ese punto tradicional de reunión, se visitó de celeste y blanco a lo largo de la copa del mundo y llegó a convocar a multitudes / Télam
Se habla de un sentimiento colectivo que busca olvidar la rutina en la que vive y ascender desde el tedio y el anonimato hacia lo alto, hacia algo sublime. Pero la enseñanza aquí sería que el disfrute no puede ser personal, que es preciso compartir con otros esos momentos de magia que sólo el fútbol es capaz de dar. Ver en soledad un partido de fútbol es casi un absurdo, como el de ir solo a un cine.
No es extraño, entonces, que la palabra “fiesta” tenga en nuestro lengua cerca de treinta posibilidades para denominarla: farra, jarana, parranda, pachanga, joda, jolgorio, guateque, juerga, festejo, kermés, bulla, bullanga, bullería, sarao, jaleo, cachondeo, verbena, sandunga, francachela, teteo (en Rep. Dominicana), carrete (en Chile), mica (Costa Rica), arranque (Panamá), tono (Perú), rumba (Colombia), party o pari (anglicismo).
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Todas esas alternativas sumadas –y multiplicadas, por qué no- son las que se vivieron desde hace un mes, cuando se inició en un arenoso país del Oriente el torneo mundial de fútbol que finaliza hoy y que, además, tiene a los seleccionados argentino y francés como a finalistas. La fiesta fue total para, al menos, cinco mil millones de personas. Hoy se llegará a la cumbre más alta, pero también al punto del no retorno, porque no hay más allá. Y en pocas horas más volverá la rutina planetaria, la de un día detrás de otro.
Los arqueólogos detectaron que la primera fiesta de la humanidad tuvo fecha y lugar hace 12.000 años en una cueva de Galilea, al norte de Israel. Se la considera como la primera y más antigua prueba de una celebración numerosa. Lo colectado en el lugar y otras evidencias dejaron en claro que allí, como mínimo, unas 35 personas se dieron un verdadero festín con carne de reses y de tortuga.
El motivo de la reunión no fue deportivo: se trató de un funeral. Se sabe que las ceremonias mortuorias tuvieron costados festivos en muchas civilizaciones. No se celebra la tristeza, sino el tránsito metafísico del fallecido hacia una nueva vida.
La historia universal se ve acompañada por estas celebraciones colectivas, traducidas en banquetes, disfraces, bailes y desfiles como ocurrió con los primeros carnavales, que se iniciaron y consolidaron en Grecia y luego en Roma.
“Me enamoré del fútbol igual que más tarde me enamoré de las mujeres”
Se dice que nacieron como una suerte de irreverencia popular contra los poderosos dioses y de allí su primera naturaleza de fiesta pagana. Sin embargo, el cristianismo ulterior le puso un freno e hizo algo más, al convertir a las fiestas de Carnaval en punto de partida de la Semana Santa y las Pascuas de Resurrección.
Hay una idea predominante en el Carnaval: la de que fue montado para anticiparse a períodos malos y, en el caso del cristianismo, de ayunos y abstinencias. De modo que la interpretación popular imaginó al Carnaval como una manera de juntar fuerzas, realizando grandes banquetes, cometiendo diabluras escondidos en máscaras, beber más de lo posible y entregarse a todos los excesos.
El Carnaval como fiesta global tuve también una característica especial, en el sentido de que fue la primera en incorporarse a las costumbres del continente americano. En ese sentido los carnavales de Brasil –con su sambódromo como estadio de excelencia- los de Uruguay con sus murgas, los de nuestro norte, los de Perú, México y el de Gualeguaychú, el más reconocido en la Argentina, sirvieron para que las sociedades americanas debutaran en uno de los festejos populares más resonantes.
En distintos puntos del país multitudes acompañaron cada paso que fue dando la selección en Qatar / Télam
No todo fue color de rosa en los festejos por los triunfos argentinos en el Mundial. Luego de ganarle a Croacia 3 a 0 un grupo de fanáticos se trepó al alero de un local de comida rápida en el distrito de Moreno, saltaron y el techado se vino abajo. En realidad, se cayó sólo un costado –cuyos ocupantes no sufrieron lesiones graves- mientras que el otro costado permaneció en su lugar, al igual que los hinchas que siguieron saltando.
Los arqueólogos detectaron que la primera fiesta de la humanidad se dio hace 12.000 años
Un accidente similar ocurrió en otro distrito del Conurbano, con grupos de personas festejando en el techo de una parada de micros. Al ceder la construcción, los fanáticos cayeron a plomo sobre gente que se encontraba esperando en el refugio y de milagro tampoco hubo heridos.
En el Obelisco una persona decidió subir por el mástil de una enorme bandera argentina. Se lo vio trepar una altura equivalente a los cinco pisos de un edificio lindero, sobre calle Cerrito. El hombre llegó hasta lo más alto, agitó la bandera en son de festejo y descendió luego los más de veinte metros que había ascendido.
Pero hubo un episodio casi íntimo, el caso del hincha Maximiliano, que movió a justificadas coberturas televisivas. Joven, fornido, estaba viendo el partido por TV de Argentina contra Países Bajos y cuando Lautaro Martínez convirtió el cuarto penal argentino y decidió el resultado, Maximiliano salió corriendo hacia el balcón para gritar el gol y no advirtió que estaba el ventanal cerrado.
Aquí terció la mujer, que explicó que Maximiliano se desborda siempre en los festejos. Y como el accidente le causó múltiples y serias heridas en la frente, en la nariz, en el hombro, en el brazo y una pierna, junto con su familia –y con el consentimiento de Maximiliano- para el partido con Croacia decidieron atarlo a una silla, fajando su cuerpo con papel film. Verlo festejar los goles agitando la parte inferior de sus piernas, única zona del cuerpo que le habían dejado libre, evidenció hasta donde puede llevar la pasión en el fútbol.
Claro que también hubieron balas al aire que causaron heridas, saqueos en algunos centros comerciales, entre otros desórdenes que no empañaron –hasta ahora- la buena conducta de la mayoría de los fanáticos argentinos.
La esquina de 7 y 50, colmada de hinchas de la Selección / Dolores Ripoll
Como gotas dispersas, deportistas y escritores dejaron frases que procuran desentrañar el misterio del fútbol. El cronista deportivo y ex jugador Quique Woolf dijo alguna vez: “Cómo vas a saber lo que es el amor, si nunca te hiciste hincha de un club; cómo vas a saber lo que es el placer, si nunca diste una vuelta olímpica de visitante”.
Desde la literatura expresó el uruguayo Eduardo Galeano: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”.
El novelista británico Anthony Burgess viajó hacia el mismo Génesis y afirmó: “Cinco días son para trabajar, como dice la Biblia. El séptimo día es para el Señor, tu Dios. El sexto día es para el fútbol”.
A su vez, el talentoso y amenazado Salman Ruschdie sostuvo que “vale, publicar un libro y lanzar una película está muy bien, pero que el Tottenham le gane 3-2 al Manchester United no tiene precio”.
“Me enamoré del fútbol igual que más tarde me enamoré de las mujeres: de repente, inexplicablemente, sin crítica, sin pensar en el dolor o los trastornos que traería consigo” definió por su parte Nick Hornby, graduado en Letras en Cambridge y escritor.
El novelista mexicano Juan Villoro da en una tecla perfecta para transmitir el tono del fútbol: “El fútbol es un instrumento para que el tiempo retroceda colectivamente hacia la tribu e individualmente hacia el niño. Tenemos mucho de niños cuando creemos en los héroes, cuando pensamos que nuestro equipo es el mejor de todos, cuando nos ilusionamos contra toda esperanza”.
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