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La Ciudad |Silvia Abiuso

La dama que le saca música al tesoro del Sagrado Corazón

Es organista desde hace más de 30 años. Desarrolla su arte con un instrumento alemán que lleva más de un siglo en la basílica

La dama que le saca música al tesoro del Sagrado Corazón

En La Plata hay pocos organistas. Silvia Abiuso es la del Sagrado Corazón y ejecuta también uno electrónico en Nuestra Señora de Luján / d. ripoll

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

10 de Septiembre de 2022 | 02:37
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Del otro lado de las pesadas puertas hay sol, hay viento y hay ruido. De éste, un olor a madera que remite a libros o a barricas; algo así como a un perfume del tiempo. La luz es la que tiñen los vitraux. Y, en el centro de la escena, como un rey mudo y olvidado, el instrumento guarda silencio bajo la tela con arabescos de su funda. En su voz hay tantos timbres como orquestas enteras y ojos que lo adivinan sin verlo, desde la nave principal de las iglesias.

Silvia Abiuso enciende las luces en el primer piso de la basílica del Sagrado Corazón de Jesús y se acerca como de memoria a ese órgano tubular que toca desde hace más de tres décadas. Hoy ella tiene 58 años, es docente y una entre los poquitos organistas que hay en La Plata, pese a que la historia local está ligada con estos instrumentos: varios se instalaron pocos años después de su fundación, en 1882, y entre 1900 y 1930 la ciudad acuñó un verdadero patrimonio organístico.

La historia de Silvia también se enredó desde temprano con este modo de ejecutar y escuchar la música.

“Empecé a estudiar piano en el conservatorio Gilardo Gilardi a los 15 o 16 años”, recuerda Silvia, “pero ya en el segundo año tuve al maestro Carlos Bellisomi” (ver aparte), quien le contagió la pasión por este instrumento y la impulsó a pedir que le permitieran estudiarlo antes de tiempo, ya que le exigían “una cierta cantidad de años aprobados en la carrera”. El “sí” de las autoridades le cambió la vida para siempre: “Me entusiasmé tanto que me dediqué a esto”.

“Únicos e irrepetibles”

Hacia 1985, Bellisomi –profesor durante 60 años en la Cátedra de Órgano del Conservatorio –convocó a su puñadito de alumnos a tocar en las misas del Sagrado Corazón, en diagonal 73 y 9, para que pudieran estudiar con otros órganos que no fueran el electrónico con el que practicaban en el Gilardo Gilardi. “Buscábamos órganos tubulares –suma Silvia-; particularmente fui varios años a Nuestra Señora de la Piedad, la iglesia del Seminario Mayor”.

“En ese momento no éramos más que cuatro o cinco alumnos”, rememora Silvia (ella se recibió en 1990), número que el paso del tiempo no alteró demasiado: “Actualmente seremos en La Plata cinco o seis organistas”. Abiuso adjudica esto a varios factores: “No se conocen las características del instrumento; es muy difícil de tocar, ya que hay que leer tres pentagramas de manera simultánea y coordinar las manos con los pies; y, para estudiarlo, por lo general hay que ir a las iglesias”, lo que demanda tiempo y traslados para hacer las prácticas varias veces por semana.

El órgano es uno de los instrumentos más antiguos. Se cree que sus primeros predecesores se construyeron en la antigua Grecia, en el siglo III AC. “Es un instrumento de viento, tiene un fuelle que transmite el aire de manera constante a las distintas familias de tubos”, explica Abiuso; algunos de los cuales “son de madera, otros de metal, algunos están tapados, otros abiertos. La mayoría de los órganos tienen muchos rangos, con distintos timbres, tonos y volúmenes que el ejecutante puede usar individualmente o combinados, mediante controles llamados registros. “Esas familias de tubos reciben distintos nombres y son las que le dan las características al instrumento para que suene; no es simplemente bajar una tecla. Tiene que accionar un registro para que, a través de un mecanismo de transmisión neumática, electromecánica o mecánica, el aire llegue a los tubos y suene. Esa combinación de tubos y de registros es lo que le da la sonoridad tan amplia”, que imita flautas, trompetas, oboes y tantos otros, completa la organista. Por eso, suele decirse que ejecutar un órgano es como tocar una orquesta entera.

Un órgano de tubos tiene uno o más teclados y una pedalera. Y cada teclado controla su propia división o grupo de registros. La ejecución requiere de tres pentagramas, “uno para cada mano y otro para los pies, porque la pedalera, que se toca con tacos y puntas, generalmente en clave de fa, tiene teclas para toda una escala cromática”, detalla Silvia.

Silvia está convencida de que cada uno de estos instrumentos es único e irrepetible

El órgano Laukhuff del Sagrado Corazón de Jesús se instaló en 1917 en la tribuna de la primera galería, arriba de la entrada principal del templo, y fue inaugurado el 29 de junio del mismo año. Sin embargo, se calcula que es uno de los más antiguos entre los cinco órganos tubulares de La Plata, ya que no se compró directamente en la fábrica, si no a un particular. “Posiblemente sea de fines del siglo XIX”, estima Abiuso, convencida de que cada uno de estos instrumentos es “único e irrepetible”, porque “cada fábrica lo construye según la acústica y las condiciones arquitectónicas del sitio donde va a estar emplazado”.

Desde las entrañas

Silvia invita a escuchar el instrumento y observar cómo “respira” su fuelle mientras ella ejecuta con las manos y los pies. Después, con la ayuda de una silla trepamos hasta las “entrañas” del órgano, para ver de cerca lo que no se ve: los tubos de tamaños, formas y materiales distintos que hacen que la música sea posible, siempre que se los mantenga limpios y afinados. El mantenimiento, dice Silvia, está a cargo del organero y requiere que se haga una vez al año, por tratarse de instrumentos únicos y costosos. “Si se rompe es muy difícil de reparar o comprar uno nuevo”, apunta la profesora. De hecho, de los 6 que se instalaron en la Ciudad sólo dos están en pleno funcionamiento - el del Sagrado Corazón y el de la Catedral-, mientras que la puesta a punto del de San Ponciano, por ejemplo, demandaría entre 4.000 y 6.000 dólares (ver aparte).

En este lado del mundo no habitan los ruidos ni las luces del afuera; una pieza de Bach se derrama hacia el altar; el golpeteo de los pies en los pedales no llega más allá de la tribuna, en lo alto. Ahora, es el turno del hit de todos los tiempos, el que se reconoce desde el primer acorde, aunque en esta mañana de viernes no haya una mujer en la puerta, ni un hombre esperándola en el altar.

A partir del siglo XII, el órgano se convirtió en el instrumento eclesiástico privilegiado, se supone, por la majestuosidad y solemnidad que les confiere a las ceremonias y al culto religioso.

“Desde sus orígenes estuvo ligado con la iglesia y la liturgia –confirma Silvia-, pero también hay teatros y salas sinfónicas que tienen órganos de tubos imponentes, porque es un instrumento y como tal hay conciertos para órganos y orquestas y para acompañar grandes coros”. Menciona como ejemplos el del CCK y el Walcker que funciona en el auditorio Juan Victoria, de la Universidad Nacional de San Juan, sin pasar por alto que en el país hay una gran variedad de instrumentos de distintas nacionalidades -de fabricación alemana, francesa, inglesa, italiana o dinamarquesa-, cada uno de los cuales tiene características que los hacen buenos y únicos. Por eso mismo es que Abiuso se resiste a definir el mejor entre todos los que ejecutó.

“Ninguno te deja de sorprender; un órgano italiano simple, con un solo teclado y poca pedalera puede tener registros fascinantes que hacen sonar maravillosamente la música, mientras que otro con tres teclados, monstruoso, tiene una sonoridad exquisita”.

De Mendelssohn a los Redondos

Por su origen alemán, el órgano del Sagrado Corazón es ideal para un repertorio de música francesa en su periodo romántico, refiere Silvia, mencionando a autores como César Franck; Alexandre Guilmant o Françoise Clément Dubois; pero “también tocamos otros, porque existen cinco siglos de composiciones específicas para el instrumento, desde el renacimiento hasta ahora”, realizadas “con otras sonoridades y con otras técnicas, pero con el mismo interés”.

En sus más de 30 años como organista litúrgica, Silvia tuvo que lidiar con reclamos llamativos. “Para un casamiento me pidieron que tocara los Redonditos de Ricota”, cuenta, requerimiento al que no pudo acceder porque “no es una música apropiada para un acto religioso, aunque hago concesiones”, admite. ¿Cómo? “Primero toco lo formal, pero después de la principal marcha de salida, toco algunos acordes de lo que me piden”. Aunque aclara, para quienes no lo sepan, que el repertorio para órgano es muy rico y variado, “más allá del Ave María y la Marcha Nupcial”. Solamente hay que escuchar y elegir.

 

 

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En La Plata hay pocos organistas. Silvia Abiuso es la del Sagrado Corazón y ejecuta también uno electrónico en Nuestra Señora de Luján / d. ripoll

Un órgano tiene distintas familias de tubos / dolores ripoll

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