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El actor dice que es hora de dejar de esconder bajo la alfombra una problemática que crece. Hoy vuelve con “Seres libres”
María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com
Nunca, en todos los años que lleva trabajando como actor, Gastón Pauls hizo tres temporadas de alguna ficción sencillamente porque la ficción se agotaba, cerraba su ciclo y no había nada más que contar. Algo muy diferente a lo que sucede con “Seres libres”, el programa con el que logró llevar el flagelo de las adicciones al prime time de la tevé y con el que batió su propio récord personal en tanto, esta noche, desde las 22 por Crónica TV, estrenará su tercer año al aire.
Sabe Pauls que detrás del éxito de este envío de Wolf Producciones hay una necesidad y, por eso, lo entiende como un servicio a la comunidad. Con la autoridad que le confiere su propia y oscura experiencia con las drogas, la suya es palabra autorizada para hablar, y una oreja empática para escuchar crudos testimonios de famosos y anónimos, ricos y pobres, que sufren todos por igual.
En diálogo con EL DIA, el actor se refirió a los desafíos de encarar esta nueva temporada del envío que se emitirá todos los viernes y que llega con la misma estructura pero que se amplía en temáticas, abordajes y espacios en los que escarbar.
-¿Cómo encarás el estreno de esta nueva temporada?
-Cada como año, con un toque de expectativas y nervios porque, más allá de que ya van tres, no deja de ser una nueva apuesta. En el día a día, nosotros, los que hacemos el programa, recibimos muchos mensajes y durante los dos meses y medio que no estamos al aire no es que el problema termina: ojalá se tomara vacaciones el tema de las adicciones pero no. Ayer, justamente, recibí un mensaje de una mamá, con quien yo había hablado, de que su hijo se había suicidado. Digo esto porque pasa todo el tiempo. Entonces, el primer programa siempre lo voy a dedicar a los que lamentablemente no llegaron a nado a la costa.
-Supongo que debe ser difícil, porque la demanda imagino que será enorme. Pero, ¿cómo seleccionan los testimonios que aparecen en el programa?
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-Ufff, ese es otro de los grandes temas. Uno desearía poner al aire a todas las personas para que cuenten sus historias. Por una cuestión de tiempo no tenemos la posibilidad. Pero el criterio, básicamente, es poder contar de todo: adicción a las drogas, adicción al sexo, adicción a la comida, adicción al juego, adicción al porno. Este año vamos a sumar temas mentales porque creemos que la salud mental está pasando un momento absolutamente crítico, sobre todo después de la pandemia.
-¿Por qué creés que todavía no se habla en público del suicidio?
-Hay como una teoría de que si hablás del suicidio animás a otros a que lo hagan. En realidad, yo creo, no soy especialista, que al suicidio se llega por muchas veces no poder poner en palabras algunos dolores, situaciones, patologías mentales que uno pueda tener. Y yo creo que estamos viviendo en una sociedad absolutamente adicta, y en el sentido de la adicción como lo no dicho: a-dicción. Hay que empezar a hablar. Ya la Argentina ha tapado muchos años muchas cosas. Este es el momento de hablar y no para traer todas las soluciones, porque es imposible, pero sí por lo menos para no seguir cayendo cada vez en más problemas.
-¿Hay algún tipo de historia que te marcó especialmente?
-Me costaría elegir porque en cada historia -a veces hasta las que son aparentemente “menos efectivas” para el medio televisivo, lo digo entre comillas porque el dolor está presente-, atrás hay tragedia, oscuridad y soledad. Es tan potente lo que escucho de parte del gay, del heterosexual, del bisexual, del célibe, del kirchnerista, del macrista, del rico, del pobre, etc., que para mí siempre está como muy presente esa frase borgiana que dice “no los une el amor sino el espanto”. Ahí, en el espanto, en el horror, estamos muy unidos aquellos que hemos bajado a esos subsuelos del infierno. Por eso, por haber estado en ese lugar, ponemos tanto énfasis en que no baje nadie más.
-Me contabas que seguís en contacto con las personas que te han dado su testimonio. ¿Creés que el programa ha impactado de algún modo en sus historias de vida?
-Un minuto y medio antes de que me llames, le estaba contestando a una chica, Caro, que me contaba que hoy está cumpliendo seis meses limpia. Y me mandó un mensaje compartiéndome su tiempo limpia que es como un regalo que nos hacemos aquellos que vamos sumando tiempo. Para mí ese es el verdadero éxito del programa. Más allá del rating, de la crítica, del premio, de cualquier cosa que venga. Uno de los reconocimientos es ese: dentro de los mil mensajes que me llegan por día, hay 800 que son pedidos de gente que está en consumo pero hay 200 que son de gente que cuenta los días sin consumir. Para nosotros, que muchas veces lloramos con esto, porque no es tan fácil, es muy difícil algunos días hacer el programa, cualquiera de esos mensajes es un empuje para seguir.
-El programa logró varias declaraciones de interés general, la última de parte de la legislatura porteña. ¿Cómo se reciben esos reconocimientos?
-Son una palmada pero también una responsabilidad, no solo para mí sino para ellos mismos, para los que nos reconocieron. Porque esto de verdad se está quemando y esto no es de ahora, esto lleva décadas.
-¿Esas distinciones te han abierto puertas públicas para gestionar algún tipo ayuda?
-Algunas puertas se abrieron y otras siguen cerradas, no hay reacción. Lamentablemente, de los políticos de primera línea a los que invitamos, vinieron ocho, y habíamos convocado a 80. Y solo queríamos hablar, ni siquiera pinchar, era debatir: ¿Qué hacemos? Ya, es tarde; mañana es mucho más tarde. Pero, evidentemente, no lo ven.
-Frente a esa no reacción, ¿creés que “Seres libres” es un programa necesario?
-Yo no me olvido que es un programa de televisión, que tiene que cumplir ciertos requisitos, que si no nos ve nadie con lógica nos van a levantar. Pero yo me preocupo porque los mensajes que pasamos sean claros. Para mí ni siquiera es un trabajo: para mí es pasar el mensaje como otros hicieron conmigo. Yo para estar en recuperación tuve que escuchar a otros que me dijeron que se podía vivir bien. Y ahora es mi turno estar en ese lugar y es lo que hago.
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