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Séptimo Día |EL HOTEL DE LA LUNA Y OTRAS IMPOSTURAS

Gloria Alcorta: una gloria postergada

El libro de cuentos de la autora argentina de origen francés incluye una serie de valiosos apéndices y un material fotográfico imprescindible

Gloria Alcorta: una gloria postergada

La escritora franco-argentina Gloria Alcorta / Web

AUGUSTO MUNARO

5 de Marzo de 2023 | 08:40
Edición impresa

Alguna vez se tendrá que editar una historia de la literatura argentina escrita por mujeres. En ella podrán incluirse autoras canónicas como Alfonsina Storni; las hermanas Victoria y Silvina Ocampo; Marta Lynch; Hebe Uhart; Sara Gallardo, y otras no tan frecuentadas como resultan Luisa Mercedes Levinson; Norah Lange; Elvira Orphée; Libertad Demitrópulos; María Angélica Bosco; o las injustamente olvidadas Estela Dos Santos; Marta Traba; Diyi Laañ; Ada Donato; Adela y Mariana Grondona; Estela Canto; Pilar de Lusarreta; Leonor Picchetti; Luisa Sofovich; Carmen Gandara, y Gloria Alcorta, entre tantas otras más.

Felizmente se acaba de publicar vía Leteo edito —sello de Christian Kupchik—, El hotel de la Luna y otras imposturas, libro de cuentos de Gloria Alcorta que incluye, además, una serie de valiosos apéndices como así también material fotográfico documental imprescindible. Asimismo, la edición incorpora una meticulosa cronología y fragmentos de entrevistas y crítica de época, realizadas a la singular escritora franco-argentina, y que ayudan a contextualizar su relevancia en las letras argentinas. En su edición original, El hotel y otras imposturas (1958) se dividía en tres partes: Imposturas, Cuentos de América y Relatos de un sonámbulo. En la presente edición-rescate, se mantuvieron los relatos de la primera y última, en tanto se reemplazaron los dos de Cuentos de América (“El condenado” y “La intrusa”) por otros tres: “El Anarcado —dedicado a Silvina Ocampo—, que pertenece a Noches de nadie (1962), y “Salustio” e “Inferno o el Juego de las cruces”, ambos de La almohada negra (1980), que da nombre a la sección. Como indica el editor, se procura así ampliar la muestra para que el lector tome contacto con diversos registros narrativos de Gloria Alcorta.

Tal vez el caso de Alcorta (1915-2012) resulte el más llamativo del grupo de autoras arriba mencionadas. De una formación notable, sus novelas, obras dramáticas, y libros de relatos escritos entre los años 30 y 80 del siglo pasado, la sitúan en una posición distinguible. Sin ir más lejos, su primer libro —el poemario La prison de l’enfant (1935)— contó con un prefacio de Borges. Su programa narrativo posee una coherencia pocas veces igualada, de una superioridad compositiva más destacada que la de sus contemporáneas. Ya desde sus primeras publicaciones dilucida un fuerte sesgo rupturista a la hora de plantear temas, desarrollar personajes y, sobre todo, trabajar la figura de la mujer. Sus anhelos, las difíciles circunstancias que sus heroínas debían afrontar, se cristalizan en casi todas sus piezas. La idea del pecado y de la redención vuelve, reiteradas veces, a transformarse en una mirada crítica sobre la moral decididamente patriarcal de entonces. Asimismo, otra temática en torno a su obra es la decadencia de la oligarquía Bonaerense de la belle époque, retratado en “El hotel de la Luna”, que le valió el prestigio definitivo, y la antipatía de Victoria Ocampo, ya que vio en dicho relato una grave ofensa hacia su figura.

Por otro lado, en varios de sus relatos como “La gran laguna” —dedicado a Jules Supervielle—, Alcorta denuncia a la mujer como víctima de manipulación. Son cuentos donde las protagonistas son vejadas por las circunstancias. Aquí, los acontecimientos sirven de puente al corazón de las cosas y de las personas. Por instantes impera una hipersensibilidad asfixiante, como cuando ayudada por su estilo impasible, Alcorta caracteriza a los personajes en relación a los ideales que éstos aspiran. Es entonces allí, donde las situaciones más delicadas perduran en la memoria del lector, debido a su acertada combinación de sensaciones. Una prosa impresionista (léase intimista) que se luce sobre todo cuando reúne el sueño con la vigilia, la realidad con la fantasía, y la imaginación con la cotidianidad. En ese aspecto, por ejemplo, me aventuro en afirmar que “Salustio”, es una narración impecable, digna del mejor Manuel Peyrou, o el mismo Borges. Pues uno de sus aciertos fue relatar hechos fantásticos a través de una prosa depurada y sencilla. Sus ficciones a menudo suelen plantear cuestionamientos metafísicos sobre la identidad, el tiempo, la realidad, el sueño; despojándolos de ínfulas. Su arte consistió en esforzarse para hacer verosímil algo muy asombroso. Vemos que esto acontece en El hotel de la luna y otras imposturas, y también en su curiosa novela onírica En la casa muerta (1966). Una sutil operación que la pluma de Alcorta logra realizar con destreza, ágilmente, casi como por reflejo a través de una falsa transparencia.

Pues detrás de un elaborado esquema de gestos formales (frases largas y derivativas), hay un afán por dar con una prosa muy elaborada aunque simple. Esfuerzo que se traduce en la lograda densidad atmosférica. Un equilibrio de sintaxis que induce a querer avanzar frase a frase, página a página, siguiendo la progresión de cada relato a través de un frío y desesperanzado tempo curiosísimo. Una vivacidad descriptiva que responde a una cohesión (el pendulante dinamismo de la contemplación) al borde de la irrealidad.

Dueña de lo extraño, íntima del misterio, Alcorta alcanzó un virtuosismo extremo de contundente fuerza expresiva, utilizando hasta los mínimos detalles, como si fueran los elementos de una liturgia. Cada gesto, cada mirada resulta esencial a la hora de vislumbrar las motivaciones de los personajes, para entender sus vicisitudes y elucubrar sobre sus posibles destinos. No ha de sorprendernos que ese esfuerzo por la exactitud narrativa, cargado de simbolismo, la llevó a que sus discretas narraciones no hayan alcanzado una gran difusión. La suya es una mirada rigurosa, densa, que se demora en los intersticios de la realidad —espacio peligrosamente indeterminado— para glosar sobre los procesos de incomunicación y aislamiento de las personas. Sin caer en el fatalismo, el motor de la mayoría de sus cuentos y novelas es el amor imposible, el amor perdido. Una y otra vez el trasfondo puede cambiar, pero no ese sentimiento nostálgico de imposibilidad amorosa. Cierta dignidad por un amor herido que se conserva gracias a la memoria. Alcorta problematiza el ejercicio de la memoria. En estos cuentos, el ejercicio de la memoria es subversiva; la hace literatura.

 

El hotel de la Luna y otras imposturas
GLORIA ALCORTA
Editorial: Leteo
PAginas: 260
Precio: $3.900

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