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Séptimo Día |“HYBRIS”

Delirio y esquizofrenia en las obras inéditas de Alberto Laiseca

5 de Marzo de 2023 | 08:38
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A pesar de las últimas noticias culturales, la incorrección política es el eje central de las tres novelas de Alberto Laiseca (1941-2016) contenidas en “Hybris”, un texto recién publicado que permite entender al autor de “Los Sorias” y “Matando enanos a garrotazos”, quien en uno de los relatos describe su deseo de unirse a la guerra de Vietnam mientras que en otro recrea su infancia en un pequeño pueblo de Córdoba y en el tercero acusa a los sindicatos de controlar las libertades individuales.

El volumen publicado por Random House incluye tres novelas breves: “Camilo Aldao”, “La puerta del viento” y “Sindicalia”. Mientras que la primera y la tercera son inéditas, la segunda fue publicada por Mansalva en 2014. En estas obras, el límite entre el narrador y el escritor a menudo se difumina e incluso desaparece por momentos. Este borramiento de roles permite al lector adentrarse en la mente creativa de Laiseca y conocer, de primera mano, tanto su proceso de escritura como su forma de pensar.

Alberto Laiseca nació el 11 de febrero de 1941 en Rosario, como hijo único de un médico y su esposa. Pocos días después de su nacimiento, su familia se mudó a Camilo Aldao, una pequeña localidad en el sudeste de la provincia de Córdoba, donde pasó su infancia y adolescencia. Este es el pueblo que le da nombre a su novela. Su madre murió cuando tenía solo tres años, y quedó bajo el cuidado de su padre, con quien mantuvo una relación conflictiva durante toda su vida. El escritor afirmó alguna vez que su padre solía maltratarlo, pero también lo alentó a leer, algo que a largo plazo “le salvó la vida”.

En “Camilo Aldao” el narrador dice sobre ese padre: “Como en realidad le tenía muchísimo miedo, no sé cómo me animé a preguntarle: ‘Papá, ¿vos sos ladrón?’. La respuesta única y seca fue: ‘No’. En realidad yo ya sabía que no era ladrón, pero quería decirle: ‘¿Por qué sos tan inhumano?’. Años después lo entendí”. Y más adelante confiesa: “Pero por supuesto que a mi viejo lo amo, claro que sí. Soy como esas despreciables mujeres que aman a sus madres”.

En el comienzo de esta novela, que luego del prólogo escrito por Selva Almada abre el libro, el narrador describe: “Cuando yo era chico mi pueblo tenía 3.500 habitantes, entre pueblo y colonia. Hoy somos unos 7000. Sin embargo, estas cifras son engañosas. Es lo que decimos a los que andan de paso. En realidad somos 180.000.000” porque el pueblo tiene “largos túneles que unen gigantescas y cómodas cavernas, con todos los adelantos, aseguran nuestra supervivencia”.

La autora de “Ladrilleros” y “El viento que arrasa” fue discípula de Laiseca. Ella recuerda que durante los últimos meses de 2016, el narrador escribió “Camilo Aldao” en el geriátrico donde residía, una casona ubicada en la calle Donato Álvarez. Laiseca nunca estuvo cómodo con la presencia nocturna de prostitutas y travestis en las calles cercanas, a los que le temía. Su miedo a las travestis se corresponde con una escena de “Camilo Aldao”, en la que se relata un baile de Carnaval con una mascarita. Además, explica, el escritor sufría fobias recurrentes, como el pánico al sida (que aún llamaba VIH) y a las enfermedades venéreas. En general, era un hombre con tendencia a temer y a plasmar sus miedos en su obra literaria.

En “Camilo Aldao”, Laiseca habla de él mismo y de otro texto anterior titulado “Sí, soy mal poeta pero…”: “Yo, en la vida real, soy tan bueno como Poe. En la literatura soy horripilante, como el burro parlante. A la que peor traté (que yo recuerde) fue a Analía, de ‘Sí, soy mala poeta pero…’ La pobre chica es enterrada viva, violada y después va a parar al manicomio, donde un médico sádico le hace de todo (con la excusa de que son terapias)”. De todas maneras tenemos a un japonés enamorado de ella que la rescata. Como se ve, la historia, a pesar de ser horrible, tiene final feliz”. Para Laiseca “La vida es tan espantosa que al menos en la ficción tenemos que rescatar un poco de alegría y amor”. En medio de recuerdo de dibujos animados, historietas y de la lectura de “El Fantasma de la ópera” el narrador delira y se obsesiona con y contra las mujeres, pero se confiesa con cierta ternura: “¿Saben por qué amo al Chavo del Ocho, de la televisión mexicana? Por una frase: ‘Lo hice sin querer queriendo’.”

 

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