
El poeta retrata en su último trabajo la realidad de las infancias más golpeadas y el rol judicial / Télam
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La obra del poeta y defensor penal juvenil de La Plata explora casos de infancias vulneradas y los vericuetos políticos de la Justicia
El poeta retrata en su último trabajo la realidad de las infancias más golpeadas y el rol judicial / Télam
DANIEL KRUPA
Sea en su rol como poeta o en su rol como abogado, Julián Axat se ha constituido en los últimos años como un sujeto cultural y político sumamente inquieto. Ahora, metiendo un pie en el terreno de la crónica con el objetivo de dejar asentada su experiencia como defensor penal juvenil de La Plata, cargo que inauguró cuando asumió en 2008, y que ejerció hasta 2015.
La prosa periodística por la que optó Axat –bien lejos de cualquier giro leguleyo o académico, adoptando las aguafuertes de Roberto Arlt como faro en todo sentido–, no fue producto del azar, sino de la decisión de volver a poner en agenda pública los más de mil casos que atendió durante esos siete años en los que defendió a niños, niñas y adolescentes en absoluta situación de abandono y desidia estatal, sin excepciones. Por eso, en cada una de las entradas del diario de Axat hay un elemento en común: el desamparo.
“Había que traducir esas palabras, lograr que sean coherentes para que el lenguaje del Estado pudiera sopesar con mayor prudencia y limite el afán de castigo. Comprendí que era imposible intentar ser yo esas voces. De esa imposibilidad, de esa impotencia, nació esta voz. Y, sobre todo, del recuerdo. Y con esa voz nació una obsesión: contar aquellas historias”, escribe Axat en Diario de un defensor de pibes chorros, que retrata, en capítulos breves y concisos, no sólo los casos que podrían denominarse más emblemáticos, sino también la hipocresía de un aparato judicial conformado por una telaraña tejida, no pocas veces de manera coordinada, entre jueces, abogados, policías.
“Nunca quise romantizar esas vidas. Por eso, decidí ubicar el mote de ‘pibes chorros’ en el título de este libro: no es con el cual yo nomino, sino el que peyorativamente utiliza el sistema punitivo contra la infancia de la que todos hablan, contra la infancia que todos niegan y desechan”, explica Axat en la nota introductoria a este nuevo libro de su autoría, que se suma al listado de Peso formidable, Rimbaud en la CGT, Cuando las gasolineras sean ruinas románticas, entre otros tantos.
Pero el libro en cuestión no sólo agrupa los casos más emblemáticos a la hora de visibilizar esta inédita experiencia judicial, como el trato personal que Axat debía construir desde cero y en las peores circunstancias –con defendidos ya privados de libertad, vapuleados por golpes policiales, bañados en sangre propia o ajena–, o el vínculo a construir con familiares (cuando los había), sino también los vericuetos políticos del asunto judicial.
Así, en las páginas entran y salen personajes como el exgobernador Daniel Scioli, su ministro de Seguridad y Justicia Ricardo Casal y María del Carmen Falbo, jefa de los fiscales bonaerenses. Este aspecto debería quedar bien claro, porque es lo mejor del libro, que no propone un mero registro anecdótico, sino que logra hilvanar casos particulares, recorridos personales con su ir y venir con el contexto judicial, social, económico y hasta cultural de la época para evidenciar cómo funciona ese cruel engranaje y de qué manera, cual ludita, Axat intentó romper presentando recursos y acciones de amparos varios y, al mismo tiempo, con métodos que no suelen estar en los programas de estudio del Derecho, apelando al acercamiento de sus defendidos a través del deporte –del rugby, puntualmente–, de esa asociación libre de palabras que es la poesía o simplemente exhibiendo un Gauchito Gil de cerámica en su escritorio de trabajo. De estas cosas trata el documento.
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Por eso, y más allá de su valor literario, ojalá Diario de un defensor de pibes chorros se tenga en cuenta –por parte de quienes integran los tres poderes y de los medios de comunicación, tan propensos a la estigmatización, como en los casos de “El carnicero de Bavio” o “La Banda de la Frazada”, “Chuki” y un extenso etcétera, que además incitan a los comentarios más ruines debajo de los mismos artículos y en redes sociales – cada vez que vuelva a la agenda pública los recurrentes y oscuros reclamos de baja de la edad de imputabilidad, cuya implementación hablaría de un Estado vinculado a un modelo represivo antes que a un Estado ocupado en garantizar los derechos más básicos de niños, niñas y adolescentes.
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