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Cinemecánica: el cine de 35mm vuelve a La Plata

Comienza el domingo un ciclo dedicado a proyecciones en fílmico, que demandó a los integrantes del Proyecto Marin un trabajo “entre arquelogía, taller mecánico y cinefilia”

Cinemecánica: el cine de 35mm vuelve a La Plata

Marcos Migliavacca, Carolina Monti, Nahuel Lahora y Pablo Rable, junto a “la máquina” / Seba Casali

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

5 de Abril de 2023 | 04:36
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El siglo XXI llegó a los cines con una novedad: la digitalización de las salas implicaba para el mercado abaratar costos, dejar de lidiar con los frágiles materiales físicos, las cintas que llevaban el cine de pantalla en pantalla, deteriorándose con cada proyección, en cada viaje. El imán de lo nuevo, el impulso arrollador de la modernidad: la digitalización implicaba una inversión en nueva tecnología, que no todas las salas podían concretar; pero no hubo piedad, porque, simplemente, la industria dejó paulatinamente de hacer copias en fílmico. Adaptarse, o morir: así, el cine dejó de verse en 35mm, en La Plata y en casi todos lados.

Siempre hay, sin embargo, espacios de resistencia: llegando ya al cuarto de este siglo vertiginoso, un grupo de jóvenes profesionales del cine criados en base a VHS decidió devolver el cine en fílmico a La Plata. Un poco impulsados por “el deseo frustrado” de su generación “de tener contacto con el fílmico”, según dice Nahuel Lahora, programador del Festifreak y parte del Proyecto Marin; también, intentando recuperar ese rito de la sala cuya siempre inminente extinción pareció acelerarse en pandemia; y, finalmente, fascinados por la máquina.

 

“El fílmico vuelve como una novedad. Lo que era una cápsula de tiempo, ahora es lo nuevo”

 

Es que, cuenta Lahora, un día, encendieron un proyector portátil que había adquirido el realizador Pablo Rabe, también miembro del Proyecto Marin (era, de hecho, un proyector Marin, que daría nombre al grupo). Reunidos alrededor del aparato hecho de engranajes y luz, quedaron embelesados. “La nostalgia del cine, la fascinación de la máquina andando”, recuerda Lahora.

Fue entonces que “decidimos llevar eso a un espacio más público, donde pudiéramos mostrar y compartir esa fascinación, lo que nos pasaba cuando se encendía el proyector”. Y así comenzó a nacer Cinemecánica, ciclo de cine con proyecciones presenciales de cintas de acetato y poliéster con sonido óptico y amplificación envolvente que devolverá desde este domingo, a las 20.30 con la proyección en el Cine Select de “La gran ilusión”, de Jean Renoir, el cine de 35mm a La Plata.

El fílmico vuelve a La Plata “casi como una novedad”, dice Rabe, en una charla con EL DIA que incluye al realizador y programador Marcos Migliavacca y a la licenciada en Bibliotecología y Ciencia de la Información Carolina Monti, también parte de Marin. “Lo que era una cápsula de tiempo, ahora pasa a ser lo nuevo para las nuevas generaciones”. Para ellos, y para la generación que venía, completamente criada en base a imágenes digitales.

“No sabíamos dónde estaba el corte generacional: quiénes tenían consciencia de qué imagen es digital, qué imagen es analógica”, cuenta Lahora. Pero, a medida que fueron organizando proyecciones, buscando nuevas instancias para ese ritual alrededor de la máquina (en 2021, en el Festifreak híbrido, se proyectó el piloto de “Max Headroom” con el proyector en la sala; un año más tarde, con la colaboración del Movimiento Audiovisual Platense y el Archivo Audiovisual de Avellaneda, dedicaron el festival al fílmico), encontraron que la fascinación también alcanzaba a los centennials: “Nos decían ‘la imagen es otra cosa, respira, está viva, se relaja la mirada’”, recuerda Lahora. De hecho, en ese sentido, agrega, “empezamos a encontrar aristas fisiológicas: qué pasa cuando vemos películas en una pantalla que nos emite luz, qué pasa cuando vemos una pantalla que la refleja”.

La presencia del proyector en aquella performance en torno a “Max Headroom” también invitaba a otro tipo de fascinación: una ruptura de la alienación en nuestra relación con las imágenes. Para toda una generación, “las películas, la información, está encerrada en un cacho de plástico. Pero con el fílmico, la información se puede ver y tocar”, dice Lahora. “Las películas pesan”, agrega Rabe. Y el procedimiento es evidente, claro, simple: “Solo luz, una superficie semi traslúcido y una pantalla”. Donde el misterio de los 0 y los 1 del mundo digital clausura, expulsa, es opaco, el misterio, la magia de la física óptica hipnotiza, invita a una relación física, cercana, con ese material, con esa luz que arde como los fuegos primigenios proyectando sombras.

De hecho, agrega Lahora, “los procedimientos de manipulación, llevan un tiempo, esa no inmediatez de las imágenes, esa incapacidad de pausar, rebobinar, de dejar para después, te predispone de otra manera”. “Se involucra el cuerpo”, dice Rabe. “Esa relación con la película, con el proyector, con el público, cierra un círculo perfecto de lo presencial”.

ENTRE ARQUEOLOGÍA, TALLER MECÁNICO Y CINEFILIA

Pero para crear ese círculo en La Plata el Proyecto Marin tuvo que moverse, transpirar, en un laburo que Rabe define “entre arqueología, taller mecánico y cinefilia”. Tuvieron que equiparse, buscar repuestos, piezas, accesorios que ya no se fabrican. Eso los puso en contacto con otros proyectoristas, de los que iban aprendiendo trucos, atajos, los secretos de un oficio perdido. “Es como el aprendizaje de una mitología, vas capturando de retazos de información”, se ríe Rabe, que, comenta, con su proyector Marin fue ensayando, “un prueba y error” donde “ocurrieron todos los errores” camino a forjar esa “relación con la máquina, que se transforma en una extensión del cuerpo”.

En ese camino también encontraron un proyector Victoria 4 de Cinemeccanica, que se utilizó para el último Festifreak y se usará desde el domingo para el ciclo: la enorme máquina convive en la pequeña sala de proyección del cine del Pasaje Dardo Rocha con el proyecto digital, dejando muy poco lugar para el proyectorista.

“Un monoambiente al que se mudaron dos”, se ríe Lahora. También una metáfora, se suma Carolina Monti: “Convive y compite con el proyector digital de manera literal”. Allí se cifra, agrega Rabe, “una importante propuesta: permitirnos pensar un mundo donde puedan convivir, donde ninguno suplanta al otro, donde no haya una carrera tecnológica para sustituir espacios”.

El trabajo físico y arqueológico no es solo con el proyector, sino también con el material, mil y una historias olvidadas, desperdigadas en mil y una colecciones privadas. “Perseguir quimeras es parte del encanto”, se ríe Marcos Migliavacca, que cuenta que la copia de “Max Headroom”, por ejemplo, estaba abandonada en un depósito hasta que la recuperó un coleccionista. Sumergidos en el mundo de los archivos y las colecciones, pero también fruto de esas casualidades, el grupo dio con un archivo de películas soviéticas y proyectores enviados por barco desde la vieja Unión Soviética a Berisso, encerrados en el Club Vostok.

Cada encuentro “nos daba más ganas de mostrar estas cosas ocultas, todos esos juguetes perdidos. Darles vida”, dice Lahora. Cada encuentro es también la posibilidad de formar una pequeña sociedad con otros, tejer pequeñas alianzas, que son las que, en definitiva, terminan posibilitando las proyecciones.

Pero, una vez ubicado ese material, es solo el comienzo. “Una vez que recibís una copia hay que inspeccionarla, prepararla, armarla. La copia viene en rollos de 20 minutos, hay que armar bovinas de una hora”, explica Migliavacca. Un trabajo “muy físico” y sumamente artesanal que los puso frente a frente con las películas y reveló, dice Lahora, “la necesidad de restaurar esos materiales”, de conseguir un espacio para trabajar con las cintas, de tener un depósito para alojar las películas en tránsito.

La sala del Select donde se proyectará “La gran ilusión” / Seba Casali

Un trabajo romántico, porque es un trabajo contra el tiempo, contra lo inexorable. “Se puede reparar, pero van quedando secuelas: a medida que se proyecta, queda esa marca de ese tiempo donde se pasó. Las películas llevan esas marcas, cargan con su pasado”, dice Rabe. “Como cicatrices que cuentan su historia”.

Esas cicatrices, tantas veces, cuentan la misma historia: la de un país que no ha cuidado su pasado, su cine. “Todo se ha ido dispersando: las películas se destruían o se tiraban, una distribuidora que tenía una película que ya había salido de cartel tiraba la película a un volquete. Y quizás un coleccionista la rescataba y lograba reconstruir la copia. Pero eso terminaba en la casa de un coleccionista que las miraba solo, o simplemente las coleccionaba”, dice Migliavacca.

“Lo que está en el aire”, lanza Lahora, “es que no hay una Cinemateca nacional, que se ocupe de tener estos materiales, tener salas para mostrarlos, tener un ciclo propio, de organizar los archivos. Ante ese faltante, se movilizan estos proyectos, esos espacios como este, como los cineclubes, las colecciones, los ciclos, que ocupan el lugar de la Cinemateca”.

LA PROGRAMACIÓN

En su primer mes, Cinemecánica proyectará la mencionada “La gran ilusión”, este domingo, y luego seguirá con “Django sin cadenas”, épica western de Quentin Tarantino, el musical “Las paraguas de Cherburgo”, de Jacques Demy, y el thriller noventoso “Juegos sexuales”, de Roger Kumble: una mezcla de épocas que por un lado revela la importancia de la restauración (las copias en 35mm de viejos filmes se ven a menudo infinitamente mejor que las copias digitales en mala calidad que circulan en los sitios de descarga menos que legales) pero también, más fundamental, más básico, la importancia de la sala de cine.

Dice Lahora: “Muchas veces nos preguntan para qué hacemos todo este trabajo. Como si estuvieras reviviendo un fantasma, invocando un oráculo. Pero para nosotros, que venimos del cine, que consideramos que la forma de ver las películas es parte de la experiencia, es una pregunta tan ridícula como para que te pregunten para qué existe un museo, si la Mona Lisa puede verse en internet. Para nosotros es igual: el 35mm está hecho para verse de esta manera. No tener la posibilidad es no tener museos”.

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