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La vida es efímera, pero el arte siempre permanece

Actores, músicos y escritores que desaparecieron jóvenes pero que perduran como ídolos y leyendas. Rodrigo, Gilda, James Dean, Marilyn Monroe, Natalie Wood, el “club de los 27” del rock universal

La vida es efímera, pero el arte siempre permanece

El potro Rodrigo, durante una de sus actuaciones. Murió joven, pero dejó su huella / Web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

9 de Abril de 2023 | 06:51
Edición impresa

La vida es efímera, el arte permanece. El poeta romano Horacio (65 a C- 8 a C.) defendió la intemporalidad de su obra con un poema que perdura: “He levantado un monumento más duradero que el bronce...”, dijo en una de sus Odas.

“Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”, dijo James Dean, aquel mito de Hollywood que murió en un accidente con su Porsche, cuando tenía sólo 24 años de edad. Casi como un rayo pasó por las pantallas, filmó sólo tres películas -“Rebelde sin causa”, “Al Este del Paraíso”, “Gigante”- y no necesitó más para convertirse en leyenda.

Corría en aquella tumultuosa década del 50 el tiempo de la posguerra y del existencialismo, una corriente filosófica que le daba importancia al aquí y al ahora. Nada de explorar el pasado, nada del futuro para esperar. Dean representó de una manera natural a esa época de instantes. Su frase de cabecera fue “Sueña como si fueras a vivir para siempre. Vive como si fueras a morir hoy”.

La muerte de Gilda hizo que muchos de sus fans potenciasen su devoción por ella / Web

Pasó con muchos actores y también con muchos músicos, con pintores y escritores. Con poetas, como la nuestra, la grande Alejandra Pizarnik (1936-1972), que dejó esta vida a los 36 años de edad. Entre paréntesis, se ha dicho que los poetas mueren más jóvenes que los novelistas y ensayistas: véanlos también a Miguel Hernández (33 años), a García Lorca (38) o a Rimbaud (37). Dicen que el prosista, en cambio, es de más largo aliento. Que lo metafórico dura menos.

Tan indefensa y tan agotada, Pizarnik se suicidó. Esa muerte voluntaria no la pudo detener Julio Cortázar, puesto que ella se la había anticipado. Cortázar le envió desde París una carta consternada, rogándole que viviera. Pero ella no cedió.

Antes del final, Pizarnik había escrito –entre muchos otros monumentos- este poema: “Cansada del estruendo mágico de las vocales/ Cansada de inquirir con los ojos elevados/ Cansada de la espera del yo de paso/ Cansada de aquel amor que no sucedió/ Cansada de mis pies que sólo saben caminar/ Cansada de la insidiosa fuga de preguntas/ Cansada de dormir y de no poder mirarme/ Cansada de abrir la boca y beber el viento/ Cansada de sostener las mismas vísceras/ Cansada del mar indiferente a mis angustias/ ¡Cansada de Dios! ¡Cansada de Dios!/ Cansada por fin de las muertes de turno/ a la espera de la hermana mayor/la otra la gran muerte/ dulce morada para tanto cansancio”.

Hay un sino trágico también con los cantantes. Entre los argentinos cómo no hablar de Gilda (Miriam Alejandra Bianchi (1961-1996) que los 35 años de su edad, cuando estaba en l pleno ascenso de su carrera como cantante y compositora, murió en un accidente en la ruta nacional 12, camino a Chajarí. Un camión embistió el colectivo en el que viajaba. Allí fallecieron siete personas: su madre, su hija Mariel, tres de sus músicos y el chofer del ómnibus.

Pero Gilda ya había levantado un monumento más duradero que el bronce y desde su muerte no faltan quienes le atribuyen la condición de santa. En el lugar del choque se erigió un santuario en el que miles de seguidores que la veneran dejan ofrendas, fotos y mensajes.

RODRIGO

Un caso parecido al de Gilda fue el de Rodrigo –Rodrigo Alejandro Bueno (1973-2000)- el cuartetero cordobés que se convirtió en ídolo y que también murió joven, a los 27 años de edad, en un accidente automovilístico ocurrido en la Autopista La Plata-Buen os Aires.

 

La figura de Gilda sigue siendo venerada por muchos de sus fans

 

“Están tirando fósforos encendidos al escenario...” le dijo a una periodista de EL DIA, el único medio presente en su último recital ofrecido en la disco “Escándalo” de City Bell. La cronista C.S –que dejó registrada en forma exclusiva esa presentación- estuvo todo el tiempo junto a la tarima y nunca vio que nadie tirara fósforos encendidos.

A poco de concluir esa función, Rodrigo manejaría su vehículo, un Ford Explorer rojo que terminaría enredado en un torpe accidente con una camioneta que conducía el comerciante quilmeño Alfredo Pesquera.

El hecho ocurrió un 24 de junio, la misma fecha en la que Carlos Gardel –pero en 1935- muriera en un accidente de aviación en Medellín, Colombia. En el vehículo que manejó Rodrigo iba el hijo de Alberto Olmedo (Fernando). Los demás ocupantes sobrevivieron. La justicia que investigó esta tragedia declaró inocente a Pesquera, pero dos años después el comerciante se suicidó.

Al igual que con Gilda, al costado de la ruta y a la altura del accidente se levantó un santuario-capilla al que no dejaron de acudir los seguidores de Rodrigo.

¿Qué extraño imán parece atraer desgracias a quienes llegan al corazón popular con sus actuaciones cinematográficas o con sus canciones? Algunos observadores aseguran que el fenómeno comenzó con el romanticismo, allá por el siglo XIX y sobre todo con escritores que fallecieron jóvenes y en circunstancias trágicas, como Mariano José de Larra (1809-1837) y otros. Abatido por una penosa situación personal y por el estado en que se encontraba España, a los 27 años de edad Larra se disparó un tiro en la sien.

James Dean y Natalie Wood / Web

Otro factor que se ha tomado en cuenta para explicar esta suerte de fascinación entre la fama y la tragedia, se relaciona con el crecimiento de las expectativas de vida en la actualidad, algo que no se registraba ni remotamente en siglos anteriores, cuando llegaba a calificarse de “anciano” a una persona de 40 años de edad. También se considera que en la actualidad incide el vertiginoso estilo de vida contemporáneo, que le demanda a muchos artistas un cumplimiento agotador de presentaciones muchas veces en un mismo día.

“Ahora son las 11 de la noche y estoy acá en una disco de La Granja –contaba un conocido cantautor platense-. Termino y hoy mismo tengo una presentación en Baradero a la 1 de la mañana y otra a las 3 en Rosario...Yo me tiro atrás a dormir y mi mujer es la que maneja el auto, pero ella también está agotada...”, decía. Así eran sus viernes y sábados durante casi todo el año.

MARILYN, NATALIE

En las décadas del 60, 70 y 80 el dolor no dejó de golpear en las jóvenes puertas de centenares de actores, músicos e intelectuales de todos del mundo. De una galaxia de bellezas estéticas y de autores de valiosas obras no dejaron de desprenderse y caer a tierra estrellas deslumbrantes.

 

Al costado de la Autopista seguidores de Rodrigo montaron un santuario

 

Acaso la más famosa y universal de todas, Marilyn Monroe (1926-1962), la de la falda blanca levantada por el torrente de aire cálido de un subte de Nueva York. A los 36 años de edad, en su mejor madurez, se durmió para siempre junto a un pote de barbitúricos en su casa de Los Angeles.

Un poeta nicaragüense, formado en el misticismo de Thomas Merton, quedó desolado cuando ella murió. Se llamaba Ernesto Cardenal -sacerdote trapense y luego soldado que se armó para contribuir a entronizar la dictadura sandinista- y escribió una “Oración por Marilyn Monroe”, una de cuyas estrofas dice así: “Señor/ en este mundo contaminado de pecados y de radioactividad,/ Tú no culparás tan solo a una empleadita de tienda/ que como toda empleadita de tienda/ soñó con ser estrella de cine”.

Nunca se aclaró del todo si su muerte fue suicidio, accidente médico o asesinato. Además de sus numerosos éxitos cinematográficos, la Monroe sorprendió al mundo (y antes que al mundo a Jackeline Bouvier) cuando le susurró cantando el “feliz cumpleaños” a John Kennedy.

EL CLUB DE LOS 27

En el universo del rock existe el famoso “Club de los 27”, integrado por grandes intérpretes y compositores que murieron a los 27 años de edad. Para el rock, claro, los 27 son “la dad maldita. Claro que para incorporarse a esa entidad no sólo hay que contar con 27 años de edad sino haber muerto por alguna acción violenta. Extraña matrícula.

Entre otros, ese enigmático “club” está integrado por Brian Jones, Jim Morrison, Kurt Cobain, Janis Joplin o Amy Winehouse , a quienes luego se sumaron Robert Johnson, Alan Wilson, Jimmy Hendrix, Freddy Molina, Ronald Pigpen McKernan y David Michael Alexander, la mayoría de esas muertes acaecidas a fines del siglo pasado y en las primeras décadas del actual.

Todos ellos dejaron huella indelebles en la historia del rock y de la música. Todos levantaron un monumento de bronce. Como el bronce labrado y artístico de sus trompetas y saxos.

Marilyn Monroe

 

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