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Reyes, traiciones y amores prohibidos: pasiones que sacudieron las coronas

Escándalo político, ejecución de un amante y destierro de una reina. Además, otros amores controvertidos, desde matrimonios por amor hasta polémicas contemporáneas 

Reyes, traiciones y amores prohibidos: pasiones que sacudieron las coronas

El óleo de Kristian Zahrtmann muestra a la reina Carolina Matilde jugando al ajedrez con Johann Struensee mientras el rey, indiferente, juega con un papagayo / Web

VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU

2 de Marzo de 2025 | 05:26
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Hubo una vez un rey al que, en nombre del amor, lo “icardiaron”… Porque aunque faltaran siglos para que con este nuevo verbo se nombrara a la traición de un amigo al que le abrís las puertas de tu hogar y se queda con tu mujer, eso fue lo que le pasó al rey Christian VII de Dinamarca.

Para los que no siguen desde el principio la novela de no ficción que tiene como protagonista principal a Wanda Nara, les contamos que allá por 2013 el entonces marido de Wanda, un futbolista reconocido, invita a su casa a Mauro Icardi, un compañero recién llegado al equipo italiano donde ambos jugaban. Es cierto que el matrimonio estaba en crisis pero la “icardiada” precipitó el final y al año siguiente Mauro y la modelo se juraron amor eterno, libreta en mano. Lo que sigue ya no nos compete así que volvemos al siglo XVIII, época en que tuvo lugar esta historia con la que los panelistas de LAM se hubieran hecho un festín.

El principito heredero, Christian, no había sido un niño feliz. En 1751, cuando tenía dos años, se había muerto su madre y en 1766, su padre, de modo que a los 16 años se había convertido en rey de Dinamarca y Noruega.

Aunque tenía poder legítimo y era un monarca absoluto, el chico no podía con su alma. Posiblemente hoy hubiera sido diagnosticado como esquizofrénico. En ese entonces solo era un niño caprichoso, odiado por su madrastra, olvidado por su padre y torturado por sus tutores, que solo encontraba consuelo en los escarceos sexuales con los pajes del reino. A Christian había que casarlo (y encausarlo) así que en cuanto fue nombrado rey se arregló su compromiso con la princesa Carolina Matilde de Inglaterra, que tenía 14 años.

A la pobre niña nadie le avisó que su futuro marido no solo estaba chiflado sino que su única preocupación en la vida era cómo y con quién, hombre o mujer, iba a desahogar su desmedido frenesí. Tanto ardor no sirvió para hacer de su esposa una mujer satisfecha sino que la luna de miel fue para ella una tortura. Sin embargo pronto la dejó embarazada y al año de casados nació el heredero.

Aunque formar una familia supuso centrarlo en su eje, al tiempo comenzó a aburrirse y decidió tomarse unas vacaciones. Casi un año estuvo viajando por Europa con su séquito de amantes mientras el reino era un caos y su mujer estaba sola criando a su hijo en una corte que la ninguneaba.

Al regresar lo hizo acompañado de un médico alemán que lo había ayudado a superar sus ataques y a iniciar un camino más saludable. Johann Struensee decidió seguir al rey hasta Copenhague más por ambición que por el juramento hipocrático. La reina Carolina Matilde desconfiaba del nuevo amigo de su esposo pero este se ganó su confianza cuando le sugirió que vacunara a su hijo contra la viruela y así, en una epidemia, evitó el contagio. También la ayudó a salir de la depresión y, entre consulta y consulta, nació el amor. O, mejor dicho, la pasión. A Carolina Matilde se le corrió un velo y comenzó a disfrutar no solo de las relaciones íntimas sino de las fiestas, la vida al aire libre, la libertad. Lo que vivieron fue tan corto como intenso pero, lamentablemente, no tuvo un final feliz

Struensee no solo escaló el lecho de la reina sino también a la cima del gobierno. Fue nombrado consejero del reino y en pocos meses se convirtió en el hombre más poderoso de Dinamarca. Posiblemente si sus políticas hubieran coincidido con las del resto de la corte, hubieran pasado por alto el amorío, pero el médico se había propuesto abolir la esclavitud y los privilegios de los nobles, levantar la censura y realizar una reforma agraria entre otras medidas radicales.

Está de más decir que esta afrenta a los intereses de los nobles no iba a quedar así. Y la venganza se la sirvió la propia Carolina Matilde en bandeja al anunciar su segundo embarazo. El rey, estaba claro, no podía ser el padre del niño porque el pobre estaba ya totalmente enajenado. Todos los ojos se posaron en Struensee quien fue acusado de traición y ejecutado. La reina evitó el mismo destino porque confesó su amorío pero fue desterrada, sola, a Alemania. Murió dos años después, a los 24 años, sin haber vuelto a ver a sus hijos y recordando siempre a su amante.

Aunque febrero, el mes del amor, haya pasado, es en marzo el verdadero comienzo de un año que tiene todas sus páginas en blanco. Para llenarlas de historias sobre amores profundos y valientes.

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