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Ir a sacarse sangre es una herramienta clave para vivir más y mejor

Detectar a tiempo deficiencias de micronutrientes, respuestas inflamatorias crónicas o desequilibrios hormonales permite realizar intervenciones precisas que impactan en el envejecimiento celular 

Ir a sacarse sangre es una herramienta clave para vivir más y mejor

Hacerse un laboratorio de sangre debe ser una práctica regular / Freepik

20 de Julio de 2025 | 06:59
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La salud no siempre se mide por la ausencia de síntomas. Cada vez más especialistas en longevidad coinciden en que la clave para vivir más y mejor no está solo en tratar enfermedades, sino en prevenirlas mucho antes de que aparezcan. En ese camino, el monitoreo constante de la sangre se posiciona como una de las herramientas más eficaces para anticiparse a los desequilibrios del organismo.

Se trata de una práctica que permite observar cómo responde el cuerpo a diferentes factores del entorno, como la alimentación, el descanso, el ejercicio y el estrés. Analizar con regularidad la sangre ofrece información detallada sobre el funcionamiento del sistema inmunológico, el estado hormonal, la salud intestinal y el metabolismo. Estos datos, interpretados en conjunto, permiten tomar decisiones personalizadas para optimizar el bienestar general.

A diferencia de los análisis clínicos tradicionales, que muchas veces se limitan a detectar anomalías evidentes, el enfoque preventivo analiza decenas, e incluso más de cien, biomarcadores. Entre ellos, se incluyen indicadores de inflamación, de absorción de nutrientes, de respuesta al estrés y de envejecimiento celular. Esta información se convierte en una guía concreta para realizar ajustes en la dieta, en los suplementos y en los hábitos diarios.

Uno de los ejemplos más comunes es el análisis de marcadores relacionados con la permeabilidad intestinal. Cuando se detectan niveles elevados de ciertas proteínas, como la zonulina, puede inferirse un “intestino permeable”. Esta condición, si no se aborda, puede derivar en inflamación crónica, fatiga y desequilibrios en el sistema inmune. A tiempo, el dato permite actuar: cambiar la alimentación, reducir el consumo de lácteos o gluten, e incorporar nutrientes reparadores.

Otro parámetro sensible es el cortisol, la hormona que regula la respuesta al estrés. Su medición en sangre permite evaluar si el cuerpo está sobreexigido, incluso en ausencia de síntomas visibles. En caso de detectarse fatiga suprarrenal, se pueden implementar medidas de descanso, relajación y organización de la rutina que previenen trastornos más graves a futuro.

Más allá del detalle técnico, lo que subyace en este enfoque es una mirada distinta sobre la medicina. En lugar de intervenir cuando el daño ya está hecho, se propone mantener al organismo en equilibrio constante. La sangre, en este sentido, actúa como una hoja de ruta. Leerla con regularidad no es un lujo, sino una inversión en salud futura.

El seguimiento no solo incluye extracciones anuales. En algunos casos, se realiza un control más frecuente para observar cómo impactan ciertas decisiones, como la incorporación de un nuevo suplemento o el inicio de una dieta específica. Esta flexibilidad permite ajustes finos, basados en la propia biología de cada persona.

La tecnología también juega un rol clave en este modelo. Existen dispositivos que permiten monitoreos continuos de ciertos valores, como la glucosa o la inflamación, brindando información en tiempo real sobre el impacto de las acciones diarias. A su vez, los datos se integran en plataformas digitales donde se pueden seguir tendencias y detectar cambios sutiles que, a largo plazo, pueden ser significativos.

El objetivo no es la inmortalidad, sino una longevidad saludable. En este marco, el monitoreo hemático no busca reemplazar al chequeo médico, sino complementarlo con una mirada más profunda y proactiva. Detectar pequeñas variaciones antes de que se transformen en dolencias permite intervenir con mayor eficacia y menor agresividad.

En la práctica, esto se traduce en decisiones cotidianas más informadas. Cambiar un alimento, reducir la exposición al estrés o incorporar un nutriente puntual puede parecer mínimo, pero puede tener un gran impacto si se hace en el momento justo. La sangre brinda las señales. Lo importante es aprender a leerlas.

Cada persona envejece de manera distinta. Por eso, los planes de bienestar deben adaptarse a la biología individual. El monitoreo constante permite ajustar esas estrategias de forma dinámica, teniendo en cuenta no solo los antecedentes médicos, sino también el presente fisiológico. Es una forma de dejar de reaccionar ante la enfermedad, y empezar a construir la salud desde el conocimiento del propio cuerpo.

En definitiva, el monitoreo regular de la sangre es mucho más que un examen médico. Es una herramienta de autoconocimiento, una brújula interna que permite orientar los esfuerzos hacia una vida más plena, más larga y con mayor vitalidad. La prevención ya no es una recomendación general. Es, cada vez más, un camino personalizado que empieza con una gota de sangre.

Cada cuánto hay que hacerse exámenes y qué se debe mirar

❑ De los 18 a los 30 años

Frecuencia sugerida: cada 1 a 2 años, si no hay antecedentes familiares ni factores de riesgo.

Qué analizar:

- Glucemia en ayunas

- Perfil lipídico (colesterol total, HDL, LDL, triglicéridos)

- Función hepática y renal

- Hemograma completo

- Función tiroidea (TSH y T4 libre, especialmente en mujeres)

- Ferritina y vitamina D (según hábitos alimentarios y exposición solar)

 

❑ De los 31 a los 45 años

Frecuencia sugerida: anualmente si hay sobrepeso, sedentarismo o antecedentes; si no, cada 1-2 años.

Qué analizar:

- Todo lo anterior

- Insulina en ayunas y HOMA (resistencia a la insulina)

- Ácido úrico

- Hormonas sexuales (testosterona total y libre, estrógenos, FSH, LH) si hay síntomas relacionados

- Marcadores inflamatorios (PCR ultrasensible, homocisteína)

 

❑ De los 46 a los 60 años

Frecuencia sugerida: anual sin excepción, incluso en personas sin síntomas.

Qué analizar:

- Todo lo anterior

- Antígeno prostático específico (PSA) en hombres

- Función renal más detallada (filtrado glomerular estimado)

- Calcio y fósforo (salud ósea)

- Perfil hormonal más completo según sexo (menopausia, andropausia)

- Glucemia postprandial y hemoglobina glicosilada (HbA1c)

 

❑ Mayores de 60 años

Frecuencia sugerida: cada 6 a 12 meses, dependiendo del estado general y enfermedades crónicas.

Qué analizar:

- Todo lo anterior

- Evaluación de vitamina B12 y ácido fólico

- Niveles de albúmina y proteínas totales (estado nutricional)

- Control de electrolitos (sodio, potasio, cloro)

- Detección de anemia por deficiencia o enfermedad crónica

- Estudio más frecuente de la función renal y hepática

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