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El día en que Martin Luther King dijo “I Have a Dream” y cambió la historia para siempre

El 28 de agosto de 1963, en Washington D. C., más de 250.000 personas se reunió para reclamar igualdad, trabajo y libertad. Un discurso histórico que marcó un antes y después para la lucha contra la segregación racial en Estados Unidos

El día en que Martin Luther King dijo “I Have a Dream” y cambió la historia para siempre
28 de Agosto de 2025 | 09:39

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El 28 de agosto de 1963 en Washington D. C., hace exactamente 62 años bajo el sol del verano estadounidense, una multitud estimada en más de 250.000 personas se reunió en la capital del país para reclamar igualdad, trabajo y libertad.

Fue la Marcha sobre Washington, una de las manifestaciones más grandes que Estados Unidos había visto hasta entonces, y el escenario en el que el reverendo Martin Luther King Jr. pronunció su célebre discurso “I Have a Dream”, una pieza oratoria que quedó grabada en la memoria colectiva de la humanidad.

La Marcha sobre Washington: un grito por igualdad y libertad

El 28 de agosto de 1963, más de 250.000 personas llegaron a la capital del país en la llamada “Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad”. Fue una de las mayores movilizaciones en la historia de Estados Unidos y reunió a líderes religiosos, sindicales y sociales que exigían el fin del racismo institucional y mejores condiciones laborales para los afroamericanos.

El escenario elegido fue el Memorial de Lincoln, un símbolo de la abolición de la esclavitud y del ideal de unidad del país.

“I Have a Dream”: el discurso que hizo historia

El discurso de Martin Luther King fue el momento culminante de la Marcha sobre Washington. Aunque en principio estaba previsto que hablara durante solo unos minutos, King transformó su intervención en una pieza oratoria que quedaría para siempre en la historia.

Testigos de aquel día recuerdan que, en medio de su alocución, la cantante gospel Mahalia Jackson —quien estaba cerca del podio— le gritó: “¡Háblales del sueño, Martin!”. En ese instante, King abandonó su guion escrito y comenzó a improvisar con un tono más emotivo y apasionado.

De pie frente al imponente Memorial de Lincoln y ante una multitud diversa que lo escuchaba en silencio, King repitió la frase “I have a dream” como un mantra que iba creciendo en fuerza. Sus palabras trazaban un futuro en el que la igualdad racial no sería una utopía, sino una realidad alcanzable: un país donde la libertad resonara “desde las colinas de Georgia hasta las montañas de Colorado”, y donde “los hijos de antiguos esclavos y los hijos de antiguos dueños de esclavos” pudieran compartir la mesa de la hermandad.

El estilo de King, cargado de imágenes bíblicas, referencias a la Constitución de Estados Unidos y un ritmo casi musical, cautivó a la audiencia. La prensa lo describió como un discurso “que estremeció a la nación”, y muchos analistas lo compararon con los discursos más memorables de la historia estadounidense, como la Proclama de Emancipación de Abraham Lincoln o la Declaración de Independencia de 1776.

Ese día, King no solo habló de un sueño personal, sino que puso en palabras la esperanza colectiva de millones de personas que durante generaciones habían sido marginadas. Su mensaje trascendió la política y se convirtió en un llamado universal a la justicia y la igualdad.

El impacto político: leyes que cambiaron la historia

La Marcha sobre Washington y el discurso de Martin Luther King no fueron solo un momento simbólico: tuvieron un efecto inmediato en la agenda política de Estados Unidos. La magnitud de la manifestación, sumada a la cobertura mediática internacional, ejerció una presión directa sobre la Casa Blanca y el Congreso.

En ese momento, el presidente era John F. Kennedy, quien había mostrado cierta simpatía hacia el movimiento por los derechos civiles, pero mantenía cautela ante la resistencia de los estados del sur y de un sector conservador del Congreso. Tras la marcha, la administración Kennedy reconoció que el reclamo de igualdad no podía postergarse más y presentó un proyecto de ley para acabar con la segregación racial.

Sin embargo, el asesinato de Kennedy en noviembre de 1963 frenó el avance del debate legislativo. Fue su sucesor, Lyndon B. Johnson, quien tomó la iniciativa política y empujó con firmeza la aprobación de una de las leyes más importantes del siglo XX: la Ley de Derechos Civiles de 1964.

Esta normativa prohibió la segregación en espacios públicos como escuelas, restaurantes, teatros y hoteles, además de establecer sanciones contra la discriminación en el empleo. Un año más tarde, en 1965, Johnson impulsó también la Ley de Derecho al Voto, que eliminó los requisitos discriminatorios —como exámenes de alfabetización o impuestos al voto— que se usaban para excluir a los afroamericanos de las urnas.

Ambas leyes representaron un cambio radical en la vida social y política de Estados Unidos. Permitieron a millones de ciudadanos acceder a derechos que hasta entonces les habían sido negados y transformaron para siempre la relación entre el Estado y la comunidad afroestadounidense.

Aunque la resistencia en algunos estados del sur fue feroz, la legislación se convirtió en un punto de no retorno en la lucha por la igualdad. Los historiadores coinciden en que sin la Marcha sobre Washington y sin el impacto moral del discurso “I Have a Dream”, estas reformas habrían tardado mucho más en concretarse.

El legado del sueño de Martin Luther King

Hoy, más de seis décadas después, el discurso sigue siendo un faro de inspiración. El lugar donde habló, en las escalinatas del Memorial de Lincoln, está marcado con una placa que recuerda aquel día.

El mensaje de King trascendió fronteras y se convirtió en un símbolo universal de justicia e igualdad. Sus palabras aún resuenan en movimientos sociales, campañas contra la discriminación y en cada lucha por los derechos humanos alrededor del mundo.

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