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Qué será, dónde nacerá, cómo se llamará, quién tendrá la primicia y la primera foto. Luego las críticas por las elecciones hechas y un sinfín de especulaciones sobre toda la familia y el mismísimo bebé, que por suerte, ni se entera del alboroto que arma su llegada
VIRGINIA BLONDEAU
Por VIRGINIA BLONDEAU
El lunes 6 de mayo la familia real inglesa ha recibido a un nuevo integrante: el primogénito del príncipe Harry y su esposa, Meghan, duques de Sussex. El bebé pesó 3,200 kg, recibió el nombre de Archie, es el octavo bisnieto de la reina de Inglaterra y el cuarto nieto de Carlos, príncipe de Gales, y la fallecida Diana.
Puede que el hijo de Meghan y Harry tenga todos los privilegios de un príncipe, pero lo cierto es que no lo será. Según las leyes que rigen a la monarquía solo llevan este título los hijos y nietos de la reina y los hijos de Guillermo, el primogénito del príncipe de Gales.
Aunque el pequeño no se haya enterado, ha creado polémica aún antes de nacer. Es verdad que ya no estamos en el siglo XVIII en que los partos reales eran observados, para humillación de la parturienta, por cortesanos que daban fe de que el niño (o la niña, aunque en ese caso no tenía tanta importancia) venía de donde tenía que venir. Pero, hasta ahora y dada la expectativa que genera un nacimiento en el seno de la familia real, se acostumbraba a dar cierta información previa a la prensa. Pues Harry y Meghan mantuvieron lugar y circunstancias en el más absoluto secreto hasta que el bebé hubo nacido y ya estaban de regreso en casa. El anuncio del nacimiento fue hecho por WhatsApp a familiares y amigos y por Instagram al mundo. A la prensa inglesa le está costando perdonárselo. Como también le está costando digerir que, en el primer posado familiar, cuando el bebé tenía dos días, además de a un único medio inglés elegido por sorteo, como es habitual, se le haya permitido comparecer también a un medio estadounidense en el que trabaja una periodista amiga de Meghan.
Por Instagram también anunciaron que el bebé se llamaría Archie Harrison Mountbatten Windsor. Y si la polémica se había acallado con el correr de los días, otra vez los oídos le habrán zumbado al pobre Archie. “Es dulce, musical, descontracturado”, dijeron unos. “¿Qué clase de nombre es ese para un bisnieto de la reina de Inglaterra? “ se preguntaban los otros. La brecha de siempre.
Y si analizamos los nombres y apellidos del pequeño, veremos que cada uno encierra una historia. Archie, por lo pronto, es la apócope de Archibald. Transformar un sobrenombre en nombre es tendencia también entre los hispanohablantes. Teo por Teodoro, Lola por Dolores, Lupe por Guadalupe son algunos ejemplos. Por otro lado, muchos reyes y príncipes de otros tiempos han pasado a la historia con su apodo. Aunque solían tener media docena de nombres estos eran más o menos los mismos. Las casas reales estaban plagadas de Jorges, Enriques, Albertos, Isabeles y Victorias. Entonces, para distinguir padres de hijos, tías de sobrinas y unos primos de otros ¿qué mejor que invocarlos con un apodo? El padre de la criatura es él mismo un ejemplo. Cuando Carlos y Diana anunciaron su nacimiento aclararon que, si bien su nombre era Henry Charles Albert David sería conocido como el príncipe Harry. De modo que no resulta extraño que los duques de Sussex hayan pensado ¿para qué ponerle Archibaldo y una retahíla de nombres históricos si al final lo llamarán Archie? Lo que no se sabe es si, más allá del gusto, hay alguna razón para la elección. Se especula con que así se llama el mentor de Harry en el ejército o que era el nombre de un gato muy querido por Meghan. O, hasta podemos pensar que alude al Archie más famoso: un personaje de historieta muy popular en la segunda mitad del siglo XX. Y es que ese Archie era un adolescente tan divertido, rebelde y pelirrojo como Harry.
El revuelo más grande con la elección del nombre se armó en las casas de apuestas. Sabemos que a los ingleses les gusta apostar por todo: resultados de fútbol, carreras de caballos, y, por supuesto, sexo, peso y nombre de los bebés reales. Archie era impensado para todos excepto para una señora cuyo nieto recién nacido había recibido ese nombre. Apostó y ganó. Nada menos que 18.200 libras esterlinas, unos 24.000 dólares.
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El segundo nombre del bebé es Harrison, un patronímico. Literalmente lo traducimos como hijo de Harry. Los angloparlantes lo usan tanto de nombre como de apellido. Los apellidos patronímicos son muy comunes en el habla castellana y tiene su origen en la Edad Media en la que, a un hijo de Fernando se le denominaba Fernández y a un hijo de Ávaro, se lo denominaba Álvarez, por poner algunos ejemplos.
Mountbatten, el primero de los apellidos, no lo llevan ni su padre ni su abuelo. Tenemos que remontarnos a su bisabuelo, el príncipe de Edimburgo y esposo de la reina, para conocer su origen. Felipe nació en el seno de la familia real griega, la única cuyos integrantes no tienen apellido. Era, simplemente, Felipe de Grecia. Cuando, muy joven, decide radicarse en Londres y obtener la ciudadanía inglesa, opta por el apellido de su familia materna: Mountbatten. Lo que sigue es historia más o menos conocida: la entonces princesa Isabel se enamora de Felipe Mountbatten, se casan, ella se convierte en reina de Inglaterra y él en consorte. Claro que siendo Isabel quien era, no adoptó el apellido del marido, como es costumbre en Inglaterra cuando una mujer contrae matrimonio. Ni los dos hijos mayores llevaron el apellido del padre. Eran los herederos, estaban muy cerca del trono y, por lo tanto, debían seguir siendo Windsor porque así se llama la casa reinante. Más de diez años estuvo Felipe insistiendo para revertir esta situación. “Me siento un inútil, soy como una ameba. Y el único hombre de Inglaterra que no tiene el derecho de que sus hijos lleven su apellido”, decía. Hasta que, en 1960, ante el nacimiento del tercer hijo, llegaron a un acuerdo: se apellidarían Mountbatten-Windsor todos los descendientes de Isabel y Felipe por línea paterna que no fueran príncipes ni tuvieran el tratamiento de Alteza Real. Así que, por fin, el pequeño Archie puede llevar el apellido de su bisabuelo.
Y ya que nos referimos a Windsor, recordemos que la dinastía que actualmente reina en Inglaterra no siempre se llamó así. Era, en realidad, la Casa Real de Sajonia Coburgo Gotha, pero el rey Jorge V decidió, en 1917, que era un nombre demasiado alemán y, dado los conflictos bélicos que se avecinaban con el país germano, estaría mucho mejor visto por la ciudadanía que sus soberanos tuvieran un apellido típicamente inglés. Y así fue como, por decreto, pasaron a ser los Windsor. Marketing, diríamos hoy en día.
Así es como Archie Harrison Mountbatten-Windsor duerme en el palacio, plácido, sin sospechar siquiera el revuelo mediático que ha armado. Dijeron sus padres que es un niño tranquilo, que están felicísimos y que aún no saben a quién se parece, aunque, bromeó Harry, le nota el mismo vello facial que él. Va a ser, seguramente, un niño precioso al que sus padres intentarán preservarlo para que tenga una infancia sin presiones mediáticas. Ojalá lo logren.
Bienvenido a este mundo, pequeño Archie. Y que tengas una vida feliz.
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La reina Isabel II y el príncipe de Edimburgo conocen a su bisnieto. Junto a los duques de Sussex se encuentra la madre de Meghan quien, se cree, estuvo con ellos durante el parto
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