Cristina, en estado puro

De literatura, nada; lo que era más que previsible. Son, eso si, 600 páginas de un manifiesto político en las que no se encuentra ni un solo resquicio para la paz. Muy por el contrario, desde la primera a la última línea solo hay confrontación, sed de revancha y victimización al más puro estilo cristinista. De un lado (el suyo), los buenos y del otro, el resto; es decir los malos.

Los buenos ya se sabe quienes son, aunque no haya demasiadas referencias (por no decir ninguna) a los bolsos de López, los yates de Jaime, las chacras de De Vido, o los aviones de Lázaro. La causa de las “fotocopias de los cuadernos” es el resultado de la entente político-judicial-medios hegemónicos y las derrotas electorales en 2015 y 2017 se las carga -cuando no- a la campaña de los medios de prensa hegemónicos.

Asoma, por ahí, una tímida defensa al condenado Amado Boudou de quien dice haber sido el único en haber ido a juicio por un 08 en el trámite de venta de un automotor y sostiene que en el gobierno de la alianza Cambiemos no hay libertad de prensa como en la de su gobierno. Hoy, afirma, se encarcela a los dueños de medios opositores. Sin nombrarlo, se entiende que habla del empresario Cristóbal López, que supo regentear C5N y Radio 10- pero que está preso por defraudar la Afip a través de la petrolera Oil y no por periodista opositor.

Se le escapa, lamentablemente, el “juicio popular” a periodistas que durante su gobierno se hizo en Plaza de Mayo y en el que se invitaba a los presentes a escupir sobre gigantografías de los “enjuiciados”. Eso si era libertad de expresión.

Recuerda, además de sus discursos, hasta los vestidos que lució en cada uno de los actos que marcaron su vida política. Sobrevuela en varios pasajes una suerte de equiparación con Evita y hasta se anima al misticismo cuando dice haberse sentido “flotando por sobre la multitud” la noche del 9 de diciembre de 2015 cuando fue “obligada” a dejar el poder antes del plazo estipulado por la Constitución.

Rememora todos los éxitos del gobierno de Néstor, pero no hay una línea de lo que el matrimonio presidencial hizo durante los días posteriores a la tragedia de Cromagnon. Tampoco habla -o recuerda- la tragedia de Once. Pero si menciona un posterior accidente en el Sarmiento (hubo 100 heridos) que fue el que la llevó a traspasar el área de Transporte al Ministerio de Interior para dar inicio a lo que define como una histórica transformación de los ferrocarriles. No menciona, sin embargo, a Florencio Randazzo, el ministro a cargo de esta tarea, a quien ya había “ninguneado” en 2017 al negarse a concurrir a una interna partidaria con alguien que había sido su “empleado”.

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La estatización de YPF fue un acto de soberanía, pero no menciona a los Eskenazi, ni a los juicios que le costaron miles de millones de dólares al Estado. La 125 fue culpa de Martín Lousteau y el “cepo cambiario” fue una construcción (otra vez) de los medios hegemónicos.

Los malos, también son conocidos: la Justicia, que a su criterio practica “terrorismo judicial”, con Stornelli y Bonadio a la cabeza; los medios hegemónicos; el campo -con los piquetes de la abundancia- y la oligarquía en general. Nada nuevo bajo el sol.

Es la misma Cristina de las cadenas nacionales, pero esta vez, con una inocultable sed de revancha, incentivando el odio y la división de clases. Otra vez los buenos contra los malos. De un lado, los de piel oscura, los que van a sus actos. Del otro, la oligarquía que los mira con desprecio.

En su libro, ese que se ha convertido en un éxito editorial y que esta semana habrá de ser presentado (se supone que con su presencia) en la Feria del Libro, afirma haber dejado al país con un 5,9% de desocupación, pero no registra a lo largo de las 600 páginas ninguna cifra de inflación durante su gestión. El fenómeno, al parecer, nació durante el gobierno de Cambiemos y de Macri a quien, naturalmente culpa de todos y cada uno los males pasados, presentes y futuros.

Revela cuestiones de la vida familiar, cuanto menos, llamativas. Florencia, de pequeña, almorzaba y cenaba con los criados de la Casa de Gobierno de la Provincia de Santa Cruz, mientras ella, Néstor y Máximo, lo hacían en un comedor contiguo. Máximo, nunca la llama “mamá”.

Dice que Néstor, en su época de estudiante, aquí en La Plata, parecía un personaje salido del mayo francés y que usaba una campera verde oliva que le daba un aire de guerrillero que bajaba del monte. Y que la política machista no soporta a una mujer (ella) medianamente bella, inteligente y capaz de discursear sin necesidad de leer.

“Sinceramente” no hace más que hablarle a los votantes cautivos del kirchnerismo y recordarle al resto (es decir, los malos) que nada ha cambiado desde 2015 a la fecha. Durán Barba, agradecido.