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Séptimo Día |FUERON ACTIVAS FOGONERAS DEL ROMPIMIENTO CON ESPAÑA

Ellas también dieron a luz la patria

El aporte de las mujeres a la independencia del país y el decisivo papel cumplido por ellas en las Invasiones Inglesas y el 25 de Mayo. Damas que quedaron en el olvido de la historia

Ellas también dieron a luz la patria

Remedios de Escalada de San Martín

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

14 de Julio de 2019 | 08:05
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Apenas el nombre de una calle o la monografía casi invisible de algún investigador: es como si la historia argentina las hubiera olvidado. Sin embargo, mujeres de toda condición social estuvieron y combatieron por la patria naciente en las Invasiones Inglesas, participaron e impulsaron a la Revolución de Mayo, empujaron y dieron su vida por la independencia de 1816. Mujeres esclavas antes de la Asamblea del XIII o damas de alcurnia se ofrecieron al país, derramadas en múltiples acciones heroicas, sin que la mayoría de ellas, aún, haya podido alcanzar la mayor gratitud de la posteridad.

La historiadora Beatriz Bragoni, profesora titular de historia en la Universidad Nacional de Cuyo e investigadora del Conicet, dijo: “Las mujeres tuvieron un rol protagónico en la Independencia. Participaron de diferentes maneras conforme a si en el territorio se producían enfrentamientos armados o no. Algunas mujeres pelearon en las batallas y otras contribuyeron a la organización del ejército. Es una falacia pensar que las mujeres de aquella época no intervenían en la política”.

La Revolución no paso desapercibida para las mujeres de los sectores populares

 

Añadió Bragoni: “Hubo muchas mujeres, jornaleras, esclavas, que participaron en forma anónima. La revolución no pasó desapercibida para los sectores populares, tuvo un impacto muy importante porque aparecieron conceptos claves que derivarían en reclamos por su libertad”.

Fueron amas de casa y también militares, dieron su vida en batallas, hicieron de espías de las tropas libertadoras, fogonearon en las usinas revolucionarias, fueron detenidas y hasta “emparedadas” por los españoles, publicaron proclamas independentistas y valientes, resultaron decisivas para que los varones se animaran a romper las pesadas cadenas coloniales, apelaron a la inteligencia y a la sensibilidad femeninas para obtener ventajas y lauros para la patria, dejaron documentos y cartas de enorme valor. Parece muy poco lo que la memoria argentina les ha devuelto, como si hubiera preferido dejarlas vitaliciamente relegadas.

INVASIONES INGLESAS

Dos historias heroicas y una de ellas romántica vivieron aquellas mujeres que pelearon contra las invasiones inglesas. Manuela Pedraza peleó hombro con hombro con los soldados criollos, contra las tropas británicas que invadieron Buenos Aires en agosto de 1806. Cuando los ingleses llegaron a la hoy plaza de Mayo, ella avanzó en lugar de retroceder para atacar al soldado enemigo que había matado a su marido de un balazo en la refriega.

Manuela se hizo cargo del fusil de su marido y mató al invasor de uniforme verde, generando así una reacción de la tropa nacional. Al día siguiente, Santiago de Liniers le otorgó el grado de alférez con goce de sueldo a la “Tucumanesa”, así conocida entonces pues había nacido en Tucumán. La recompensa duró poco, el olvido llegó pronto y Manuela Pedraza murió en completa pobreza. Una perdida calle del barrio de Núñez la recuerda.

El otro episodio es el de Martina Céspedes, cuando se produjo la segunda invasión inglesa, la de 1807. Ella atendía junto a sus tres hijas una casa de comidas que estaba situada al sur del Fuerte, en hoy Humberto Primo al 300. El 5 de julio se produjo el enfrentamiento más dramático, con vecinos apostados en las azoteas arrojando granadas de mano, piedras y aceite hirviendo. Los ingleses avanzaban del lado de San Telmo, saqueando pulperías y doce de ellos llegaron al local Martina, que se las ingenió para que fueran entrando de a uno.

La participación de las mujeres en la gesta del 25 de Mayo casi no figura en la historia

 

A medida que fueron entrando, las mujeres que estaban en el interior los desamaron y encadenaron. Cuando terminó la batalla, la pulpera patriota se presentó ante Liniers y le narró lo sucedido; el jefe de la defensa, entonces, le otorgó el grado de sargento mayor y goce de sueldo. Pero de los doce prisioneros, la Céspedes sólo devolvió once: el restante quedó como botín familiar, en especial de su hija Pepa Céspedes que se casó con el rehén británico. Martina Céspedes debe ser una de las pocas, sino la única, con quien la patria no fue ingrata. Fue reconocida cada vez que salía con su uniforme militar y en 1825 caminó junto a Las Heras y otros héroes de la Independencia en la procesión de Corpus Christi.

REVOLUCION DE MAYO

La revolución de Mayo contó con la activa –y dicen que decisiva- participación de muchas mujeres porteñas. Sin embargo, figuran poco y nada en los tomos de historia y en los textos escolares. En la semana previa al 25, los varones dudaron mucho a la hora de destituir al Virrey Cisneros. Saavedra vacilaba. Y fue Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña la que juntó a un grupo de mujeres y se presentaron en la casa de Juan José Viamonte, en donde se intentaba persuadir a Saavedra de que había que concretar la revolución.

Se asegura que Casilda le dijo: “Coronel, no hay que vacilar, la Patria lo necesita para que la salve. Ya sabe usted lo que quiere el pueblo, y usted no puede volvernos la espalda y dejar perdidos a nuestros maridos, a nuestros hermanos y a todos nuestros amigos”.

Las mujeres siguieron pujando por alumbrar a la nueva patria. Casilda Igarzábal apareció al tope de la larga lista de las que donaron dinero para pagar el salario de los soldados criollos. Contribuyeron muchas porteñas y también mujeres del interior del país. Entre las donantes posteriores al 25 de Mayo aparecen señoras acomodadas y también algunas esclavas, como María Eugenia Segovia que donó 1 peso fuerte y se ofreció “para servicio de cocina”. Y también merece citarse el nombre de Juana Pavón, que aportó 2 pesos fuertes “que los tenía destinados para vestir, pero ha querido tener la satisfacción de cederlos para auxilios de los gastos de la expedición”, en alusión a la primera tropa revolucionaria que salió hacia el Norte.

Los nombres de María Guadalupe Cuenca, una entonces jovencita Encarnación Ezcurra –una de las figuras que dos décadas después tendría más poder político en la Argentina-, Rosa Guerra, Mariquita Sánchez, Remedios de Escalada, Petrona Rosende de Sierra, se sumaron a la extensa nómina de mujeres que en aquellos días iniciales pelearon por la Revolución. Algunas de ellas estuvieron casadas con figuras de renombre como Mariano Moreno, José de San Martín o Juan Manuel de Rosas, pero esa compañía no eclipsa el aporte que ellas hicieron a la patria. Ellas dejaron, además, un rico patrimonio de documentos, cartas y otros textos que abastecen sin cesar a la historia.

LA INDEPENDENCIA

La independencia en Tucumán, las campañas de Belgrano, la gesta sanmartiniana y el batallar de Güemes en el Norte sofrenando con valentía y astucia a las tropas españolas que llegaron de Lima, dependieron, en buena medida, de la presencia de mujeres lúcidas y decididas.

La investigadora Sofía Fernández define así, a grandes trazos, el rol que cumplieron las mujeres cuyanas: “De levantar la cosecha a bordar la Bandera de Los Andes y la confección de uniformes de guerra. De ir al frente de batalla hasta criar hijos solas en un período donde no había ni luz. Las mujeres cuyanas de la época colonial cumplieron un rol fundamental en la hazaña libertadora. Participaban de la política de forma activa y entregaban su vida al sacrificio por la libertad al igual que los hombres”.

Dirigidas por Remedios de Escalada, el núcleo de las patricias o damas mendocinas, que bordaron la primera bandera que flamearía en la Cordillera, Chile y el Perú, así como muchos uniformes, fue formado, entre otras, por Dolores Prat de Hiusi, Manuela Corvalán, Narcisa Santander, Mercedes Alvarez y Laureana Ferrari. Esta última, luego casada con el oficial sanmartiniano Manuel de Olsazábal, donó las lentejuelas de oro, un collar de perlas y una roseta de diamantes, que adornaron el óvalo de la bandera.

Juana Moro cayó prisionera de los realistas y para los salteños fue “la emparedada”

 

María Loreto Sánchez Peón de Frías, hija de comerciantes prósperos, se vestía de vendedora de pan y entraba a los cuarteles de Jujuy para ver cuántos soldados realistas tenía la unidad. Ella montó el famoso “correo de la guerra gaucha”, utilizando la cavidad de un viejo algarrobo donde otras mujeres, también espías, iban dejando partes patriotas.

Juana Moro, bella como pocas, conquistó a oficiales realistas junto con otras mujeres jujeñas, para debilitar a los españoles quitándolos de los teatros del combate. Tras las derrotas de Belgrano en Vilcapugio y Ayohuma, Juana fue tomada prisionera por las tropas godas a cargo del Virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, que había invadido Salta. Los hispanos se encarnizaron con esta heroína, la encerraron en una casa y obturaron todas las aberturas, de modo que el pueblo salteño la llamó desde entonces “la emparedada”. Fue rescatada luego por unos vecinos que horadaron las paredes, salvándole de morir de sed y hambre.

Pocas, muy pocas mujeres recibieron las caricias de un país al que tanto sirvieron y amaron. En el caso del Altiplano, puede hablarse de Juana Azurduy, cuyo nombre lleva una provincia de Bolivia y recibiría, más tarde, distinciones y reconocimientos plenos. La mayoría de las mujeres patriotas quedó en el eclipse de una contemporaneidad que, doscientos años antes que hoy, resultaba mucho más machista. Sin embargo, la historia argentina no las reivindicó aún plenamente e ignoró una realidad elemental: que en todo nacimiento –y aquella Argentina fue la criatura que nacía- el rol principal lo cumple una mujer.

 

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