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Séptimo Día |“CUANDO PINTO ME SIENTO EN OTRO PLANETA”

Una vida entregada a la pintura

Germaine Bonifacio, artista que eligió la difícil libertad de crear. Una obra distribuida entre colecciones privadas y en dos continentes. Los testimonios elocuentes de María de las Mercedes Reitano y Miguel Alzugaray

Una vida entregada a la pintura

Germaine Bonifacio

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

1 de Septiembre de 2019 | 09:13
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Doce horas por día frente a la tela, “sin feriado alguno, trabajando de lunes a domingo...”. Y buena parte del resto de esos días dedicados después al taller, dando clases para ganarse la vida. “Para sentirte una pintora tenés que ser consecuente. Yo respiro con la pintura” dice la citybelense Germaine Bonifacio. La soledad frente a la tela se hace sentir, a veces atenuada por la compañía de alguna música, clásica o popular. “Escucho desde óperas hasta jazz y también a Sandro...”, expresa sonriente.

¿Qué significa pintar hoy, en un mundo cada día más exigente? Dice que ella no lo pensó demasiado: “Me zambullí en la pintura y puedo decir que es un camino muy solitario”, añade durante la entrevista realizada en el instituto platense “Inglés sin estrés”, en donde presenta su última exposición con una veintena de obras. Detrás de ella se ven paisajes oníricos, entre abstractos y figurativos, dominados por negros, ocres y casi blancos.

La obra de Bonifacio, premiada en varias oportunidades, se encuentra distribuida en colecciones particulares en el país, Estados Unidos y Europa. Expuso en museos norteamericanos, europeos y sudamericanos, así como en los principales de la Argentina y nuestra ciudad.

Germaine nació en Lima, Perú, pero recibió la nacionalidad de su padre

 

Hija de Sergio Henry Bonifacio, nacido en la Trieste italiana (hasta 1919 perteneciente al imperio austrohúngaro), un hombre que luego adoptó la ciudadanía estadounidense –”en realidad, para lograr eso se enroló en el ejército de los Estados Unidos durante la guerra de Corea, en la década del 50” y de Briggite Rossel, nacida en Montevideo e hija de alemanes. En la historia personal de la pintora flamean también otras banderas, ya que nació en Lima, Perú, aunque recibió la nacionalidad del padre. Reseña que en la última elección de nuestro país, votó en el padrón de extranjeros “que sólo permite hasta la categoría de gobernador”.

Aquel matrimonio Bonifacio recaló primero un tiempo en París donde la artista hizo el jardín de infantes. El derrotero iniciado en Lima y después en la capital francesa, siguió en la ciudad de Buenos Aires. Allí Germaine, la mayor de los cinco hermanos Bonifacio –Sandra, Augusto, Denise y Micaela- cursó primeros años del primario en el colegio Fátima y luego en el Colegio Suizo, hasta cuarto grado.

Los andariegos padres se radicaron finalmente en City Bell y Germaine Bonifacio completó el primario en la Escuela 38 de Gonnet-Bell y el secundario en el Estrada de City Bell, para iniciar y graduarse después en Bellas Artes de la UNLP.

VISIONES CRITICAS

Citando a Cézanne a través de Merleau-Ponty, “el pintor piensa en pintura” dice María de las Mercedes Reitano al hablar sobre la obra de Bonifacio. “Esto quiere decir que su pensamiento, su meditación sobre el mundo, producto de su relación con él, se expresa en términos de una acción concreta, la obra, que a su vez es una realidad en si misma”.

No le falta autoridad académica a Reitano. Es profesora y licenciada en Historia de las Artes Plásticas de la UNLP, doctora en Historia del Arte en l´Université de Paris Pantheon-Sorbonne y rectora de la Universidad del Este, entre otros títulos y antecedentes.

“El carácter esencial de esa realidad –sigue Reitano- es que le permite separarse de la que recogemos a través de la acción inmediata de la visión determinando su diferencia y capacidad de revelación, se encuentra en el hecho de que mientras todo lo que decimos y pensamos de la visión directa se convierte en pensamiento, con el acto del pintor nace y se crea otra visión que nos muestra el otro lado del mundo”.

“La obra de Germaine nos habla de relaciones concretas. Los colores murmuran como hojas sacudidas por el viento y las manchas se mueven con un ritmo propio, obedeciendo a un impulso natural, como el movimiento del mar. Ella no se encuentra cerca de la naturaleza, sino dentro de ella. Es parte del mundo, como el árbol, la flor o el pez que se desliza entre luces apagadas en las aguas profundas”, añade.

La obra de Bonifacio promueve todo el tiempo respuestas que exceden lo técnico y se internan en lo sentimental sentimentales, como lo demuestran los críticos y sus propios colegas. Claro que el público percibe también esa característica especial en sus pinturas.

Concluye Reitano: “en su taller, junto a sus colores y rodeada de las telas en elaboración que se levantan entre ellas y el mundo como muros protectores, las obras se muestran nacidas de su cuerpo, sin gritos ni silencios, en un murmullo constante y prolongado hasta el infinito, en un continuo presente. Donde lo cotidiano y lo eterno se funden y confunden, donde el color y la mancha tienen una calidad evidente que nos ponen de inmediato ante la realidad de una pintura que, antes que nada, es pintura”.

Bonifacio se formó con los artistas platenses Miguel Alzugaray, Hebe Redoano y el porteño Enrique Torroja.

El primero de ellos, Alzugaray –uno de los más destacados en La Plata, a quien Luis Pazos definió como “el pintor de la Argentina profunda”- escribió sobre su alumna Bonifacio en el catálogo de presentación de una de las exposiciones, llamada “Ventanas”: “Entra y sale, va y viene, la sigue el sol, nórdica y germánica por imagen, a los pocos minutos su voz dice que Italia corre por su sangre y cómo!. Perfumes de familia también la siguen; aromas de flanes y tartas tal vez sirvan para convencer al niño que se baje de la copa del árbol, porque cree ser pájaro y le cuenta que desde allí ve su colegio”

“Pinceles en mano corre, corre, el niño ya baja y le alcanza un pedazo de sol para que lo ponga en la tela y sigue la carrera. Pero esta vez la vida llega (siempre veloz) y le recuerda que tiene cuatro soles y un compañero que danzan a su alrededor...Lo que descubre Bonifacio la deja emocionada; llenará a partir de ahora todas las telas con aquellas visiones de ésa y mil ventanas, porque aprendió a abrir muchas”, añade Alzugaray.

“La vida, aquel pedazo de ella que dormía esperando, puso pinceles y espátula en sus manos y entonces un desfile incesante de aconteceres, figuras, personajes y paisajes, estallarán de aquí en más sobre las blancas-negras superficies texturadas...y a su manera naturalmente. Los pájaros esperan aún que aprenda sus nombres, pero ya no importa, intuitiva, mujer al fin, tarde o temprano, llegarán a sus ventanas...Ventana, ventanas, muchas para mirar desde afuera y desde adentro la vida bajo un techo cálido y abrigado, o el sol, la lluvia, los rojos otoños, los mares, los ríos, serán pintura, porque ella es pintura”,

LA LIBERTAD

En sus primeros años tuvo trabajos bajo dependencia y se cansó de no ser libre. “Allí quise pintar, decidí ser libre”. La opción elegida le costó tironeos, reconvenciones de los mayores. Pero aguantó a pie firme, hasta hoy. Y pudo mantener –antes con su ex pareja, después sola- a sus cuatro soles, sus cuatro hijos, Santiago, Felipe, Gonzalo y Clara.

La espera siempre el camino solitario de la tela. Dice que le gustaría ir viajando por el mundo para llevar sus obras y exhibirlas. Frente a las telas trabaja de pie, no importa cuántas horas. “Soy una mujer bendecida, me siento así. Hago lo que me gusta. Estoy en el camino que elegí y no me pienso apartar de ese rumbo”.

Como espectadora de un cuadro, dice que son varios los grandes pintores que la emocionan. “He llorado ante cuadros de Miró” y la conmueven también las obras de Turner , la pintura negra de Goya y las de Mark Rothko, Chagall y, últimamente, del pintor alemán Anselm Kieffer.

En cuanto a los pintores argentinos y platenses que más le gustan menciónó a Berni, Alonso, Hugo Soubielle, Alzugaray, César Paternosto, Alejandro Puente, Sirabo y Mazzoni.

Cuando empieza a recorrer la tela con sus pinceles “me siento en otro planeta. Es como que no estoy ahí. O como si fuera otra persona la que está ahí. Uno no piensa al pintar. Entra en éxtasis, en estado de placer extremo. En realidad, a veces siento que es la tela la que me va encontrando a mí”.

A veces un feriado largo le permite salir algunos días de vacaciones, como para descansar. Pero, cuando se va de vacaciones...sigue pintando, terminando trabajos que debe entregar sin falta a la vuelta: “No viajo sin mis pinceles, siempre los tengo a mano, me viene bien llevarlos. Además, cuando no está lindo el tiempo, aprovecho y pinto”.

Acuarelas, óleos, acrílicos. Antes de ello preparar las telas con cola vinílica, látex blanco, tiza. La rutina es la de siempre, a veces las ingratitudes exteriores la vulneran, pero siempre la primera pincelada es el bálsamo y llegarán después, infaltables, el sueño que pide colores y las formas que ella busca o que la buscan a ella.

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