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La Ciudad |La increíble historia de la “Ciudad Nahuel Huapi”. Hace dos años fue recuperada en la Universidad del Comahue

En La Plata estudian el proyecto industrial de 1910 que pudo cambiar a la Argentina

Con el impulso de Ramos Mejía y un experto de EEUU, en el país del Centenario nació un asombroso plan desarrollista. Fue abortado

En La Plata estudian el proyecto industrial de 1910 que pudo cambiar a la Argentina

De izquierda a derecha, el equipo de expertos. Abajo: Lewis, Graenbacher, Washburne. Centro: Nelson, Frey, Bailey Willis (de sombrero y barba), Luginbuhl, Eschmann. Atrás: Mercer, Pemberton, Jones.

Carlos Altavista

Carlos Altavista
caltavista@eldia.com

5 de Enero de 2020 | 02:06
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Hacia 1910, cuando una pequeña porción del país festejaba el Centenario del “granero del mundo”, nacía el más detallado, completo y viable proyecto de una nación industrial. Pensado desde el sur y más tarde titulado “Proyecto Patagonia Norte”, incluía el fantástico diseño de la “Ciudad industrial Nahuel Huapi”. Tres años después fue “abatido” y escondido por décadas. Y en 2017, restaurado por la Universidad Nacional del Comahue, que hoy lo expone en su web.

Aquel año, en el Congreso Científico Internacional celebrado en Buenos Aires, se conocieron el ministro de la Producción de la Nación, Ezequiel Ramos Mejía, un desarrollista precoz, y un ingeniero civil y en minas y doctor en Geología, el estadounidense Bailey Willis. Fue el punto de partida de “Patagonia Norte”. En julio de 1913, Ramos Mejía fue empujado a renunciar. Y a Willis se le dijo que su trabajo era muy interesante, pero que afectaba los intereses ingleses y de los “fabricantes” de granos.

El investigador platense Alberto Riccardi, autor de varios libros, entre ellos el reciente “Ideario de Francisco P. Moreno”, contó que “se encontró con Bailey Willis” escribiendo esa obra. Se apasionó con la historia. Y hoy está avanzando en un escrito sobre ese proyecto de un país industrial a principios del siglo XX “frustrado por mezquinos intereses de unos pocos”.

En un primer momento, Ramos Mejía contrató a Willis -formado en Gran Bretaña, en Alemania y en su país y dueño de una vasta experiencia en el desarrollo del oeste y sudoeste estadounidense- con el fin de que hallara agua para la construcción del ferrocarril San Antonio Oeste-Nahuel Huapi. Pero el ministro tenía en mente “desarrollar una provincia en la cordillera, por lo que le pidió además que reuniera información sobre los recursos y capacidad para sostener una población considerable”, contó Riccardi.

Ramos Mejía creó un organismo clave: la Comisión de Asuntos Hidrológicos, dependiente de su ministerio. Willis viajó a EEUU para conformar su equipo de trabajo, y luego a Gran Bretaña para traer instrumental de última generación.

El equipo delimitó una vasta zona en torno al lago Nahuel Huapi. “El ingeniero y geólogo consideraba que la región podía compararse con la que ocupa Suiza, con una zona montañosa de buen clima y variados recursos naturales, apta para sostener 3.000.000 de habitantes (como se verá más adelante, ello pensado a muy largo plazo), con tierras apropiadas para la agricultura, bosques, campos de pastoreo y, sobre todo, fuerza hidráulica, una fuente inagotable de energía que faltaba en el resto del país y que era fundamental para el establecimiento de industrias que permitiesen a la Argentina independizarse de las manufacturas extranjeras”, narró el académico.

El corazón de la provincia sería su capital. Una ciudad eminentemente industrial. Se evaluaron distintas opciones, entre ellas Bariloche, hasta que se llegó a la conclusión de que el sitio ideal era “al este del lago Nahuel Huapi”.

La fundación de esa ciudad constituía el propósito final de Ramos Mejía y debía ser el foco de actividades para el desarrollo.

En el tomo I de la obra “El Norte de la Patagonia, Naturaleza y Riquezas”, publicada por Willis en 1914, se describe la traza troncal del ferrocarril San Antonio Oeste-Nahuel Huapi, así como ramales que hacían llegar el tren a San Martín de los Andes, Bariloche, Puerto Madryn, Trelew, Esquel, Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado (...) Y “su extensión internacional con término en Valdivia y, de allí, a los puertos de Chile”.

Desde su despacho, en el subsuelo del Museo de La Plata, Riccardi apuntó que “en el mapa (ver aparte), el lago Nahuel Huapi aparece separado por una morena de la futura ciudad industrial, bordeada ésta por el río Limay, en cuya extremidad oriental se construiría un dique con una altura máxima de 35-40 metros que bastaría para elevar las aguas de un lago artificial, llamado tentativamente Limay, a 770 metros sobre el nivel del mar, es decir, el mismo nivel del Nahuel Huapi. Pero como el nivel del Nahuel Huapi estaba a más de 20 metros por debajo del nivel de las calles de la ciudad y significaría un costo permanente de bombeo llevar el agua desde allí, buscó una fuente más elevada y la halló en el río Ñirihuau, al sur. (Finalmente) el suministro de agua se preveía desde pozos a dos diferentes niveles, superficial y profundo, y en su mayor parte desde el río Ñirihuau, el cual sería endicado a 2 kms de su desembocadura en el Nahuel Huapi, mediante una presa de 30 metros de altura (...) con una capacidad de almacenamiento de 4 millones de metros cúbicos”. Apelando a embalses y a desniveles, el proyecto -con un detalle que asombra- preveía energía hidroeléctrica. “Según Willis, la creación de esa fuerza era de importancia primaria para la futura ciudad, pues se necesitaría para mover la maquinaria industrial, producir luz, etcétera. El costo del transporte de energía sería insignificante y las pérdidas, pequeñas, pues se encontraba a muy poca distancia” (Riccardi).

La ciudad industrial

Willis escribió en 1943 que “la ciudad fue el sueño de un gran patriota. Ramos Mejía vio (...) una urbe progresista de muchos miles de ciudadanos industriosos ocupados en las manufacturas, el comercio, la educación y los deportes, ganando prosperidad para ellos mismos y riquezas para la República de los recursos de la Cordillera, y recibiendo del medio ambiente el vigor, la inspiración necesaria para la elevación del pensamiento y de la iniciativa nacional”.

La diseñó con un sector industrial, uno comercial y uno residencial. Cada parcela tenía un tamaño definido según el área. De la zona residencial, por ejemplo, hay dibujos de las manzanas con dos espacios verdes (al fondo y al frente). Contemplaba desagües pluviales y cloacales; los materiales de construcción (que estaban en la misma región); calles más anchas o más angostas de acuerdo a los vientos; dos avenidas centrales (de Mayo y Chacabuco) y dos diagonales (San Antonio y Valdivia); una plaza central; una universidad; hospital; palacio de gobierno y demás edificios públicos. Absolutamente todo.

En principio se calculó para 40 mil habitantes (colonos). Aunque se preveía ampliarla a 100 mil extendiéndola hacia el norte por el valle del arroyo Chacabuco.

En junio de 1913, tras regresar de un viaje a su país, Willis se topó con una pésima situación. Arreciaban los ataques a Ramos Mejía y a su política de desarrollo nacional. El Congreso le había trabado los fondos.

Tras la renuncia forzada del ministro, asumió el cargo Manuel Moyano, ex director de la poderosa compañía Ferrocarril Sud, de capitales británicos. “Estaba todo dicho”, sentenció Riccardi.

Willis vio puntos en común con el plan de desarrollo de EEUU y predijo un país con gran futuro

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“La región era ideal para el establecimiento de industrias que permitiesen al país independizarse de las manufacturas extranjeras. Un proyecto de desarrollo frustrado por la mezquindad de unos pocos” Alberto Carlos Riccardi Investigador del Museo La Plata

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