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Séptimo Día |FREUD, CHAPLIN Y BRADBURY, ENFRENTADOS AL DILEMA

Su Majestad, Internet

¿La tecnología acrecienta o apaga a la emoción? El fenómeno del VAR en el fútbol y su freno a la pasión. Postura de los escritores y artistas frente al avance de la realidad digital

Su Majestad, Internet

Messi, el árbitro y el VAR, durante el polémico pasaje del partido entre la selección y Paraguay por las eliminatorias / AFP

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

22 de Noviembre de 2020 | 07:59
Edición impresa

La mujer, los hijos, los nietos, los amigos y también uno. Y sí, por qué no, casi todos los habitantes del planeta, casi todos cautivos de internet. Una buena parte de la población invierte su tiempo útil en enviar y contestar mensajes por el celular, en explorar redes digitales, en ser convocados a conferencias por zoom, en adherirse a grupos de WhatsApp. La humanidad anda en eso, dedicada a faenas virtuales que antes no existían, mientras se extingue la vida artesanal. Se destaca que este fenómeno no es novedoso, pero sí que se ve intensificado cada día más.

Ocurrió antes, seguramente. Con el descubrimiento del fuego, la rueda, la pólvora, la imprenta, el tren, el automóvil, el avión, el cine, la radio, el átomo o la TV, los cinco sentidos y el cerebro humanos tuvieron que adecuarse. Y siempre las emociones debieron aceptar y cederle espacios sensibles a lo tecnológico. El médico que hablaba y palpaba, ahora atiende un minuto al paciente y diez a las pantallas. El bullicio socializante de las redacciones de los diarios trocó en silencio de monasterio, con cada monje en su PC. Casi nadie sabe de lo que trata el otro, a menos que se crucen mensajes por el celular.

La periodista española Marta del Amo, jefa de redacción y editora de la edición en español de “Mit Technology Rewiew” acaba de escribir: “El correo electrónico ha sustituido el envío de cartas físicas; los móviles han llevado la comunicación inmediata al bolsillo; y las redes sociales han construido un foro para la vida social. Gracias a estas tecnologías, podemos hablar con cualquier persona del mundo en cuestión de segundos y estar al día de las novedades de amigos y familiares. Pero ¿qué efecto tiene esa hiperconectividad social sobre nuestras emociones?”

Si se quieren buscar de inmediato connotaciones negativas, puede recordarse que en 1998 se popularizó la llamada “paradoja de internet”, según la cual el uso de las redes fue relacionado con la soledad, la depresión y el estrés de la humanidad. Ese impacto negativo, sin embargo, fue calificado como “exagerado”, según una investigación del departamento de Psicología de la Universidad de Berkeley. De ningún modo puede decirse que las redes conduzcan hacia un suicidio en masa.

El “cosmos-internet multiplica el conocimiento humano, acrecienta la libertad de expresión, se accede con facilidad a los núcleos de conocimiento, pero también internet aumentó la cantidad de controles y terminará generando una avasallante concentración del rendimiento económico y laboral. Esa es una de las paradojas de internet. Lo que no está colectado en las pantallas, está empezando a quedar cada vez más lejos

Gente a la que no se conoce, para agradecerle a otro desconocido “físico” cualquier cortesía digital, le envía un corazón rojo que late en la pantalla. O varias manos con el pulgar levantado diciendo OK. O caritas sonriendo. Proliferan emoticones al uso de cada diálogo y al gusto de cada consumidor. Esas mismas personas, si se vieran en forma directa es probable que no se cruzaran una sola palabra. ¿Qué es esto?

Entendidos del fútbol, sobre todo en Europa y en América, pusieron al VAR en la mira

 

Los historietistas usaron y mucho la imagen del náufrago que está en una pequeña isla desierta, con sólo un árbol de compañía. Y dibujaron a ese náufrago emitiendo mensajes encerrados en una botella. Botellas al mar de los náufragos, también eso parecen ser los mensajes “emotivos” que se envían por WhatsApp.

LA PASIÓN DEL FÚTBOL

Nada más apasionante y popular que el fútbol. Al margen de que la pandemia desalojó los estadios, la pasión siempre ha corrido como río caudaloso alrededor del fútbol. Pero ahora llegó un dique tecnológico: se llama el VAR (sigla que traduce, en inglés, el sistema vigente de videoarbitraje). El árbitro de un partido de fútbol –hasta estos tiempos una suerte de mandarín absolutista- tiene ahora, encima de él, una casación tecnológica que puede rever sus fallos.

Hace pocas semanas se jugó el partido entre las selecciones de Argentina y Paraguay. El equipo nacional hilvanó una jugada deslumbrante, con cerca de diez pases, que concluyó con un perfecto gol de Lionel Messi, nada menos. El festejo de los jugadores fue desbordante y si bien no había público en el Monumental, por las ventanas de las ciudades argentinas se multiplicaron millones de gritos de gol. Sin embargo, 40 segundos antes del gol, el VAR detectó que había habido una infracción e invalidó toda la jugada.

Futbolistas y entendidos del fútbol, sobre todo en Europa y en América, pusieron al VAR en la mira y los primeros disparos parecen estar dando en inesperados blancos. Ocurre que la tecnología del VAR es manejada por seres humanos –tres o cuatro árbitros que se ubican frente a las pantallas- y desde allí, influyen decisivamente para que el árbitro principal corrija sus fallos. Y si son humanos, significa que son falibles, porque el fútbol tiene miles de jugadas que son de interpretación.

Lo representativo de esta nueva realidad en el fútbol reside en que, acaso por primera vez, la emoción primitiva puede defenderse de la tecnología y reclamar por su vigencia, bajo pena de que pueda desaparecer el respaldo multitudinario que concita el fútbol en el mundo. El jugador Osvaldo Ardiles, campeón mundial con la selección argentina –y una personalidad sumamente racional- al ver un partido del Tottenham en Inglaterra dijo hace pocos días que “el VAR está haciendo que el mejor deporte del mundo y que tanto amamos se degenere en una farsa”. Se trata de una “pantomima”, añadió. Que el hincha de fútbol de cualquier país tenga que esperar dos o tres minutos –como ha ocurrido- para ver si puede o no festejar un gol podría acarrear inesperados problemas. Habrá que ver si la neurociencia no le advierte a la FIFA acerca de estos cortocircuitos.

En su vida, Bradbury se mantuvo alejado todo lo que pudo de los avances tecnológicos

 

A FAVOR Y EN CONTRA

Los intelectuales y artistas tuvieron en la historia posiciones encontradas frente al avance de la tecnología, aún cuando las denominadas vanguardias, como sería de suponer, las abrazaron con fervor. Un automóvil de carrera “es más bello que la Victoria de Samotracia”, dijo Filippo Marinetti en su famoso manifiesto futurista elaborado en 1914. “Queremos cantar el amor al peligro, al hábito de la energía y la temeridad”, dijeron los futuristas, en alusión a los desafíos que planteaba la tecnología. El mayor de los desafíos era, en este caso, la velocidad de los automóviles.

Pero mucho antes, la velocidad de los trenes fue, justamente, uno de los motivos para que se opusieran a ellos pensadores de la talla de Sigmund Freud o Jean-Marie Charcot, cuando advirtieron que la gente podría morir asfixiada si viajaba a velocidades superiores a 32 kilómetros por hora. El ser humano, dijeron, no estaba físicamente preparado para soportar las velocidades del ferrocarril. Especialmente Freud advirtió que la vibración del tren, el riesgo de accidentes, dañaban la salud mental de los pasajeros que desarrollaban fobias o ansiedades en ese transporte.

A contrapelo de su condición de creador vanguardista, Charles Chaplin compuso en “Tiempos Modernos”, un alegato contra el trabajo en cadena, en donde el pobre obrero es tragado por los engranajes de una inmensa máquina. Chaplin denunció hace 80 años lo que, acaso, le pasa a los contemporáneos, no engullidos por la indignidad de una polea sino por el embrujo de una pequeña caja digital, dentro de la cual está la ilusión de un mundo.

Quizás valga mencionar también el mensaje que dejó Ray Bradbury, uno de los fundadores de esta actualidad de avanzada, a través de sus maravillosas obras de ciencia ficción, como sus “Crónicas Marcianas”, “Farenheit 451” y “La feria de las tinieblas”, entre tantos otros textos precursores de este presente cruzado por adelantos científicos. Sin embargo, pese a ello, en su vida cotidiana Bradbury se mantuvo alejado todo lo que pudo de los avances tecnológicos.

Los intelectuales tuvieron posiciones encontradas frente al avance de la tecnología

 

Bradbury, que falleció en 2012, escribía con máquina de escribir manual, no adoptó la PC y abominaba de los automóviles. Acaso, lo más deslumbrante de Bradbury es que se manejó en un mundo cruzado por la tecnología, pero sus textos reivindicaron las relaciones directas entre las personas, la cercanía de la vida con el arte, la para él luminosa condición humana.

¿La tecnología acreciente o apaga la emoción? La juventud imagina mejor ahora o la oferta científica desborda esa posibilidad? ¿La realidad digital da más libertad o se la disminuye a quien la utiliza? Entre esos y otros interrogantes parecidos camina la vida y corre el tiempo.

 

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Messi, el árbitro y el VAR, durante el polémico pasaje del partido entre la selección y Paraguay por las eliminatorias / AFP

Charles Chaplin en “tiempos Modernos”, uno de sus clásicos / web

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