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Con el retiro de los seres humanos por las medidas contra el COVID-19, se observaron distintas especies en sitios donde hacía tiempo no se las veía. Qué dicen los expertos
Laura Garat
lauragarat@eldia.com
¿Especies que parecían extinguidas de los ambientes urbanos y que ahora, con el retiro de los seres humanos al que obliga la cuarentena por el COVID-19, reaparecen, libres, por lugares donde hacía tiempo no se las veía? ¿O simplemente, como afirman otras respuestas al fenómeno, sucede que en este contexto de acciones restringidas los vecinos prestan más atención a lo que los rodea y por eso se viene a “descubrir” una presencia casi olvidada?
Apenas declarada la pandemia en el mundo y decretado en nuestro país el aislamiento social comenzó a circular –vía redes- información sobre la aparición de nuevos animales en territorios híper habitados por la especie humana. A la difusión del fenómeno –siempre bienvenido por el lado de quienes lo reflejan- se le agregan las experiencias contadas por vecinos de la Región que aseguran estar observando en sus parques y jardines un mayor número de colibríes, mariposas que hacía mucho tiempo no veían, y hasta aves “extrañas” volando sobre las terrazas de los edificios.
Pero los hallazgos en plena zona urbanizada no terminan en el patio de las casas. Días atrás, vecinos de barrios periféricos a la Ciudad, muy poblados y atravesados por arroyos, señalaron su sorpresa por la presencia de peces que nunca habían advertido en los cursos de agua cercanos. Y, ya como una máxima expresión del avance de la fauna en territorios dominados por los hombres y las mujeres, en una desembocadura de Boca Cerrada, en Punta Lara, se alertó sobre la rara presencia de tortugas de agua.
El caso de los nuevos peces, e incluso de grandes cardúmenes desconocidos por la gente de los barrios que bañan esas corrientes hídricas, no asombra tanto a los especialistas. Según explicó días atrás frente a esa manifestación de la fauna un experto en ecosistemas de aguas dulces, la reducción de la actividad industrial aledaña a los arroyos y la baja, también, del ritmo urbano, promueven, entre ambos factores, la disminución de la contaminación de los cuerpos de agua. “Los peces –sintetizó Darío Colautti, de la UNLP-Conicet-, sobre todo los que son muy móviles, recorren el agua, se asocian, y si no encuentran impedimentos, avanzan”.
Picaflores, golondrinas en una época que ya estarían en retirada, benteveos. Habría en estos días de reclusión hogareña una mayor cantidad y variedad de pájaros, según insisten vecinos de la zona norte de La Plata, como City Bell, Gorina y Gonnet y de las localidades del sureste del barrio Aeropuerto y Parque Sicardi. Los residentes del casco urbano también aseguran que creció el número de aves que se acercan a la Ciudad.
Director ejecutivo de Aves Argentinas, una ong centenaria que trabaja en la protección de los pájaros silvestres con proyectos y acciones de conservación, investigación, educación y divulgación, Hernán Casañas considera que habría indicios de que a partir de la retracción humana determinada fauna estaría “más confiada” para manifestarse. Y en ese sentido señaló el reciente avistaje de algunos hocos colorados en Olivos y la presencia del canto de la paloma yerutí, dos especies que no suelen habitar desde hace años esa zona del norte del Gran Buenos Aires, ya con un consolidado ritmo urbano.
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No obstante, el dirigente proteccionista prefiere no anticiparse y es cauto a la hora de confirmar que se estaría registrando un cambio de hábitos entre los animales y sobre todo en aquellas especies que le temen al hombre y que ahora se moverían por el medio ambiente sin esconderse tanto. “La verdad es que se requiere de muchos datos, de mucha más información para poder concluir que hay más aves, por ejemplo, debido a la menor presencia humana. Todavía no se puede afirmar esa hipótesis”, explicó Casañas.
Una opinión en esa misma línea sostiene Diego Montalti, jefe de la Sección de Ornitología del Museo de Ciencias Naturales. Según indicó el investigador, sí se advierte, por la falta de actividad industrial, de vuelos de aviones y de la reducción del tránsito terrestre una menor contaminación ambiental, pero, sin embargo, remarcó que “todavía es muy pronto para que las especies noten el cambio que estamos produciendo y salgan de sus lugares habituales”.
Montalti también se inclina a pensar en que la gente, al disponer de mayor tiempo, presta otra atención a su entorno. “El ocio la lleva a observar más y eso es bueno, porque así se dará cuenta del valor de la naturaleza y de lo que se estaba perdiendo”, puntualizó el ornitólogo.
Las mariposas, coloridas y de vuelo ágil y veloz, son la viva expresión del romanticismo. Y así es que por lo general maravillan a quien las observe. Vecinos de distintos barrios de la Ciudad vienen apuntando desde hace días a la aparición notable, en concordancia con los días de cuarentena, de ese insecto, uno de los pocos que los seres humanos no repelen.
Pues parece que en ese caso también se trata más de una percepción de las personas que de un resultado ecológico producto del retraimiento social.
“No va a haber más mariposas porque estemos todos encerrados –aclaró Cristian Klimaitis, estudiante de biología y técnico del Museo Ornitológico de Berisso dedicado a las mariposas-. Justo durante la cuarentena, entre marzo y abril, es la eclosión de insectos, y las mariposas en particular están terminando de reproducirse. Con el frío van a empezar a desaparecer hasta la primavera”.
Desde la División de Entomología del Museo de Ciencias Naturales, el investigador del Conicet, Mariano Lucia, coincidió con Klimaitis: “la gente no está yendo a trabajar, está más en la casa, y hasta hace poco hacía calor y las flores se mantenían, es natural que se vean tantos insectos, y es muy bueno, además, que se pueda apreciar la diversidad que hay en los jardines y cómo trabajan”.
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